Resulta muy complejo cambiar el mundo si la transformación no comienza por nosotros mismos y no lo conseguiremos si no revisamos todo lo que hemos aprendido. Este proceso de reeducación debe basarse en la fraternidad y la igualdad, dejando atrás el egoísmo y el favoritismo de una vida cómoda para impulsar la regeneración conjunta de lo colectivo. Según Zulma Reyo, “el poder real es el que ejerces sobre ti mismo y el uso que haces de tus facultades y poderes humanos, culminando en un estado de poder integrativo, un foco de conciencia que lo abarca todo, porque lo trasciende todo y todo lo puede”.
La situación global que estamos viviendo derivada de la pandemia y la inestabilidad económica ha tenido un impacto en la salud mental de toda la sociedad. Zulma Reyo, la educadora que se propuso cambiar el mundo mediante su Escuela de Conciencia, lanza la reedición de su premiado libro sobre crecimiento personal, Alquimia Interior: El Camino de la Maestría (Editorial LightEn, 2022).
Una actualización de su anterior obra con la que busca proporcionar algo que hoy falta, del modo que hoy se necesita: “Un anclaje interior que permita la gestión consciente de uno mismo, la comprensión de lo que eres y cuál es tu papel en el mundo, que a su vez es la base de la transformación de la sociedad”, en palabras de Zulma Reyo.
«Cambiar el foco de nuestra atención o pensamiento y abrirnos a una sensibilidad honda y natural nos conduce a percibir sutilezas, belleza y razones más allá de la lógica argumental en la que hemos sido formados tradicionalmente»
El libro explica en qué consiste el concepto Alquimia Interior que, esencialmente, revela la estructura energética humana y abre la puerta a la transformación global a través de cada individuo. Alquimia Interior se dirige a aquellos que quieren un cambio fundamental y profundo, y que saben que el primer paso empieza por uno mismo. Apela a aquellos que desean una transformación que conduzca a la regeneración de una sociedad más humana.
La educadora imparte sus enseñanzas en Zulma Reyo School of Consciousness (ZRSOC), en Mallorca, donde ha establecido su residencia, y hace un llamamiento a líderes, maestros y a todos los que anhelan cambiar el mundo practicando, enseñando e inspirando en valores humanos universales. “Cualquier persona con una mente abierta y un corazón comprometido es bienvenida”, dice.
Licenciada en Literatura y Lengua Románicas y en Pedagogía por la Universidad de Nueva York, empezó su carrera profesional en el mundo de la enseñanza. Más tarde, cursó un postgrado en Psicología.
Zulma Reyo ha explorado múltiples psicoterapias (Gestalt, psicosíntesis, masaje básico, bioenergética, equilibrio energético, polaridad, regresión o artes psíquicas), ha viajado y ha vivido en diversos países (habla cuatro idiomas) y se ha sumergido en las religiones del mundo.
Además, ha trabajado con diversos líderes espirituales formándose en tradiciones místicas y prácticas energéticas. Su experiencia de vida, unida a su preparación académica y su anhelo por transformar el mundo, culminan en la disciplina que ha desarrollado y que lleva cuatro décadas enseñando: Alquimia Interior.
Con la pandemia, la crisis económica y la guerra la vida se ha convertido en una locura cotidiana y el planeta en un infierno con muy poco futuro. ¿No es para gritar con Groucho Marx, ¡Paren el mundo que me bajo!?
Infelizmente, esta reacción es demasiado común. Lo que podríamos plantearnos es “¡hagamos algo… diferente!”. Podríamos empezar por preguntarnos por qué estas situaciones devastadoras y violentas se repiten. ¿Cuáles son los factores que engendran y sostienen estas crisis, guerras y situaciones de control de las mentes, emociones y cuerpos de los seres humanos? ¿Qué hay en nosotros, en la humanidad, en ti y en mí, que genera y sustenta este tipo de situaciones límite?
El propósito de nuestra Escuela de Conciencia es precisamente este tipo de indagación, el despertar a lo que estamos haciendo o causando. ¿Quién sino nosotros mismos? ¿Cómo llegamos a tal punto de violencia y esclavitud ante el que sentimos tanta impotencia? Si no es lo que estamos haciendo, entonces ¿qué es lo que no estamos haciendo que podríamos hacer? O tal vez la respuesta está en nuestro interior. ¿En qué creemos y dónde depositamos nuestro poder? Como sociedad, ¿qué es lo que queremos? Tenemos lo que somos y creamos lo que queremos; el ser humano es poderosísimo. ¿Somos conscientes? ¿Utilizamos adecuadamente este poder?
Ante estos interrogantes, muchos de nosotros queremos asumir el manejo de nuestras vidas y nuestros actos. Queremos traspasar la barrera de la impotencia para descubrir esa fuerza que intuimos claramente que no estamos utilizando bien. Y todo ello empieza por un estudio de nosotros mismos, de nuestras dinámicas y facultades, especialmente cómo usamos los poderes del pensamiento, la emoción y la creatividad. Aunque, tal vez, lo que subyace sea una priorización de lo individual y propio en detrimento de un verdadero sentido humanitario colectivo.
Usted lo ha probado todo: terapias, religiones, misticismos, artes psíquicas… y hasta regresión. ¿Por qué nos empeñamos en buscar fuera cuando la respuesta está en nuestro interior?
Es más fácil culpar a cosas y personas externas, o buscar soluciones mecánicas, o analizar nuestra psiquis intelectualmente que sumergirse en la fragilidad, vulnerabilidad y ternura que existen dentro, factores que nos conectan con el verdadero ritmo de la vida y de la naturaleza.
En lugar de considerarlas como la fuerza que son, seguimos empeñados en catalogarlas como debilidades. Todavía desconocemos mucho de nuestra naturaleza humana, y eso hace que no confiemos lo suficiente en nosotros mismos, en nuestra sensibilidad y ética naturales. Si estamos lejos de nuestro interior es porque no lo consideramos relevante, o porque nos aterra.
Todo el conocimiento adquirido lo ha sintetizado en el método Alquimia Interior. ¿En qué consiste?
La Alquimia Interior abarca una forma de ver y vivir la vida basada en una percepción integrada de lo material con lo sutil, del cuerpo con la conciencia, de la vida cotidiana externa con la riqueza y sutileza de la vida interior.
Nos invita a salir de la manera habitual de pensar para ubicarnos en un nivel de neutralidad e inteligencia afinada. Justo lo que necesitamos para el pensamiento innovador del liderazgo creativo. Soluciones y perspectivas nuevas surgen de este campo fértil, empleando una inteligencia sensible: sensibilidad y humanidad más allá de lo políticamente correcto y lo meramente utilitario para uno mismo.
Vemos y comprendemos el cuadro mayor, el de la humanidad como un todo. Dejamos de posicionamos en el centro del mundo, para ubicarnos dentro de un todo, con todos.
El método es sencillo de explicar, aunque difícil de aplicar, porque requiere una especie de autosacrificio, lo que en nuestra escuela llamamos ‘servicio’. Consiste en cambiar el foco de nuestra atención o pensamiento para abrirnos a una sensibilidad honda y natural que nos conduce a percibir sutilezas, belleza y razones más allá de la lógica argumental en la que hemos sido formados tradicionalmente.
La “alquimia” surge en contacto con esta fuerza mayor “interior” que siente, percibe y sabe con el todo.
¿Para cambiar el mundo es preciso empezar por cambiar uno mismo?
Absolutamente. Todo emana del individuo. De su percepción depende lo que ve, más allá de lo que “mira”. De lo que percibe depende lo que valora, y a eso le brindará atención, poder o energía. Y, según ese foco, el individuo construye sus opiniones y define cómo se involucra en el mundo, sus acciones y cómo las lleva a cabo.
Es imposible ejercer un cambio sin que el propio agente de cambio se transforme. Y eso nos lleva hacia un discernimiento honesto con uno mismo en la búsqueda de los patrones personales que determinan el rol que cada uno asumimos socialmente. Hemos de reconocer nuestra individualidad, asumir responsabilidad por ella, y solo así será posible la regeneración conjunta de lo colectivo.
“Nuestro sentido de humanidad depende de nuestro nivel de sensibilidad, algo imposible sin sentimientos. Esta percepción y emisión es lo que nos distingue de otras especies y sobre lo cual construimos formas de pensamiento sólidas, resistentes, saludables, constructivas”
Para transformar la sociedad se precisan líderes conscientes que impulsen un sentido humanista de la existencia. ¿Qué valores deben representar?
La ética universal humanitaria y el sentido común más allá de valores económicos y conveniencias personales. Y esto no es fácil. Requiere que cuestionemos y pongamos de lado mucho de lo que hemos aprendido hasta ahora.
Habría que abogar por una reeducación global basada en una real fraternidad e igualdad, términos que hemos estado abanderando durante décadas, pero sin aplicarlos individualmente a nuestras vidas en el fondo basadas en comodidad y favoritismo. La verdad empieza por uno mismo y ese mundo mejor que anhelamos se yergue sobre verdades universales y sensibles.
Vivimos en un mundo violento y, en demasiadas ocasiones, estúpido. Sin embargo, usted reconduce toda esa envidia, la ira que genera y el ansia de poder y aprovecha esa energía para que brille la luz y la esperanza. ¿Así funciona la gestión consciente de uno mismo?
En eso consiste la “alquimia”, en la transformación o transmutación simbólica del plomo en oro. En eso, según nuestra visión, consiste la vida espiritual y el trabajo que cada uno viene a realizar en esta tierra: abrazar y elevar las formas y procederes del mundo actual. La Alquimia Interior es un trabajo energético en el sentido de que aprendemos a manejar la energía que nosotros mismos generamos y sostenemos, en lugar de centrarnos en significados o teorías.
Comprendemos que las energías no tienen carga negativa o positiva; son los seres humanos quienes se las otorgamos. La energía de la ira, por ejemplo, puede ser transformada, y muchas veces lo es, en liderazgo e iniciativa, rompiendo barreras para que algo nuevo pueda surgir. Básicamente, la transformación o “alquimia” ocurre utilizando un poder o fuerza mayor sobre la materia. Esa fuerza es la mente pulida, concienciada, ética, alineada con la conciencia superior que intuimos cuando conectamos con nuestro “interior”.
Muchos piensan que el éxito se mide por el dinero que tienes y el poder que ejerces. ¿Están equivocados?
El éxito NATURAL (en contraste con el que nos fabricamos materialmente) se mide por la plenitud y júbilo que sentimos al tomar conciencia de estar vivos y el agradecimiento que surge naturalmente al sentir la comunión entre todas las formas de vida que habitan este mundo. Eso no se fuerza y tampoco tiene precio.
La individualidad, el separatismo, el especialismo y las apariencias, incluso el dinero, nunca podrían alcanzar la dimensión del gozo vivido como consecuencia de esta expansividad natural. Por eso hay tantas personas en nuestro mundo hoy que, aun teniéndolo todo a nivel material, incluso éxito social, todavía sienten que les falta algo. Ese vacío que sienten no se puede llenar desde lo físico o mundano.
El poder real es el que ejerces sobre ti mismo y el uso que haces de tus facultades y poderes humanos, culminando en un estado de poder integrativo, un foco de conciencia que lo abarca todo, porque lo trasciende todo y todo lo puede. Este es el éxito verdaderamente sostenible, la gozosa plenitud que puedes experimentar y aprender en la escuela para llevarla a tu mundo. Solo cuando lo has vivido, y basta haberlo sentido una vez, sabes que está en tu mano mantenerlo y expandirlo.
Las preguntas que usted se formula sobre la naturaleza de la vida, la conciencia, el alma, de dónde venimos y adónde vamos, son las mismas que ya se hacían los fi lósofos en la Grecia clásica –“conócete a ti mismo” estaba inscrito en el templo de Apolo en Delfos–. ¿No hemos avanzado mucho desde entonces?
Lamentablemente, no. Intelectualmente lo entendemos y hasta lo repetimos, pero no lo aplicamos. Para conocerse a sí mismo tendríamos que ponernos de lado de nosotros mismos. Esta es una práctica central en nuestra escuela, donde aprendemos a percibirnos neutralmente, observando y tomando conciencia de cómo pensamos, sentimos y actuamos.
Al tomar conciencia y comprender cómo somos víctimas de patrones inconscientes, es muy difícil que no se produzcan cambios que nos hagan sentir más autónomos y en manejo real de nosotros mismos. Este es un primer paso hacia la manifestación de un cambio real.
En un mundo incierto y volátil, condicionado por una realidad líquida, resulta paradójico intentar conocerse a uno mismo cuando todo cambia y nada permanece. Decía André Gide que una oruga que busca conocerse a sí misma nunca se convertirá en mariposa. ¿No estamos ante una disonancia cognitiva que justifica el autoengaño?
Visto de esta manera, es así. Y esto es parte de la ‘crisis’ que vivimos hoy en día, no ser capaces de convivir con la incertidumbre y volatilidad externa desde una solidez interna. En nuestra escuela aprendemos una manera diferente de percibir el mundo, a ver una realidad mayor que abraza todo sin negar lo material y psicológico. La oruga ya es la mariposa.
Esta perspectiva vincula la visión interior, que no es meramente subjetiva sino esencialmente trascendente, con el mundo colectivo y material, dando sentido al panorama holístico global. A este nivel, donde el pequeño yo –como oruga– se transforma naturalmente en una realidad mayor –la mariposa–, el autoengaño es imposible. La disonancia solo es posible desde una visión miope y literal, alienada de la conexión interior con nuestro sentido natural de trascendencia.
La asfixiante presencia de las redes sociales nos hace estar en permanente comunicación con todo el mundo. Sin embargo, toda esa gente que cuenta su vida sin pudor parece vacía y su ejemplo es inane. ¿Cómo alcanzar la plenitud?
Siendo un ejemplo de una nueva manera de vivir, en transparencia y plenitud interior, en gratitud, paz y aprecio de todas las cosas, personas, momentos que pasan desapercibidos en el frenético afán por bienes y condiciones materiales, y por proyectar una imagen, un personaje, al mundo.
En lugar de poner el foco en el exterior y en cómo queremos que el mundo nos vea, es el momento de mantener nuestro centro y plantearnos qué queremos entregar nosotros al mundo. Desde este conocimiento y coherencia internos, la transparencia y plenitud se manifiestan, y nos posicionamos en servicio a nuestro mundo; encontramos ese propósito que da sentido a nuestra vida.
Es posible que cambiemos mientras nuestra imagen de nosotros mismos permanece igual. ¿No existe un profundo abismo entre quiénes somos y quiénes pensamos que somos?
Sí, la verdad es que sí. Suele ser muy habitual, pero son pocos a los cuales eso le importa, apegados e identificados como está la mayoría al mundo de las apariencias. El pensamiento es un instrumento de conocimiento muy limitado y condicional.
Hay personas que ya funcionan desde una inteligencia sensible, ese tipo de inteligencia va más allá del argumento y que abraza la intuición de una verdad mayor. Estos viven la integración entre lo que aparecen y hacen externamente y lo que son y sienten internamente a nivel de alma.
¿Por qué nos empeñamos en decir una cosa cuando pensamos exactamente lo contrario? ¿La sociedad naufraga en medio de la hipocresía?
Pues sí. Todavía no nos sentimos seguros en nuestra interioridad y apenas conocemos la autenticidad, condicionados como estamos por las apariencias, los estímulos y opiniones externas, la necesaria inmediatez de todo.
Cuando tenemos el coraje de conectar con lo genuino dentro de nosotros, de permitirnos reflexionar profundamente desde esa sabiduría mayor, de saltar al vacío de la intimidad expansiva interior… suele producirse un cambio natural de prioridades y todo lo que creíamos importante deja de serlo. No necesitamos aparentar ya nada cuando estamos en sintonía con nosotros mismos.
Además de las conversaciones de las mujeres, los sueños sostienen el mundo en su órbita, escribió el Nobel José Saramago. ¿Cuál es el papel de la mujer como cocreadora en la sociedad sostenible que debemos construir?
Su papel consiste en un ‘ser’ en vez de un ‘hacer’. El de ser materna. La maternidad es una emisión natural del corazón femenino, aunque quizás no sea tan ‘natural’ para toda mujer. Para ello, basta con ser mujer; no hay que ser madre biológica. Es su auténtica fortaleza, la mayor entrega y sustento que puede ofrecerle al mundo.
Todos necesitamos de esta confianza interior de la que nos nutre la mujer desde su corazón y que representa el alma del mundo. Pero esto también es bastante desconocido para una gran mayoría de mujeres hoy por hoy, atrapadas en consignas colectivas a modo de etiquetas que no les permiten conectar con su verdadera fuerza individual capaz de sostener, juntas, el mundo.
Carecemos de sensibilidad y de espiritualidad. Usted aboga por una ética humana y natural que surge del corazón. ¿En qué se basa? ¿Qué importancia tienen las emociones y los sentimientos?
En nuestra escuela trabajamos las emociones como estados que nos relacionan con otros y con circunstancias en la tercera dimensión física, mientras que la energía del corazón proviene de un contacto con la profundidad transcendente interior. A pesar de lo que se cree, el corazón no es emocional, aunque las emociones concienciadas nos elevan a la inteligencia del corazón.
El corazón para nosotros es la inteligencia real. Es decir, la verdad como entendimiento y su emisión como amor son lo mismo. Nuestro sentido de humanidad depende de nuestro nivel de sensibilidad, algo imposible sin sentimientos. Esta percepción y emisión es lo que nos distingue de otras especies y sobre lo cual construimos formas de pensamiento sólidas, resistentes, saludables, constructivas.
Para alcanzar una ética humana y natural hemos de traspasar los límites del individualismo, que nos hace sentir especiales, diferentes y separados del resto del mundo, para conectarnos con un sentimiento de humanidad mucho más natural que las emociones comunes de supervivencia y autoimportancia.
Puede que no lo parezca, pero llevamos décadas viendo desde la escuela que todavía muchísimas personas se protegen de sus propios sentimientos y rehúsan confrontar sus emociones. Les parece más seguro permanecer enclaustradas en la autodefinición y autodefensa que expandirse hacia un nivel humanitario más colectivo. Y para alcanzar este nivel de inteligencia del corazón hay que despojarse de los intereses y comodidades aislacionistas del egoísmo de la personalidad. ¡Menuda tarea!
Según Aristóteles, solo podemos aprender en función de lo que sabemos. ¿Es el principio del conocimiento consciente?
El ‘saber’ se puede definir a distintos niveles. Lo que sabemos puede limitarse a información, pero también puede extenderse a la integración de la experiencia, una especie de saber sentir. En este último sentido, el ‘saber’ es el fundamento del conocimiento que una conciencia refinada convierte en sabiduría.
Para el término ‘consciente’ también hay niveles. A nivel superficial se manifiesta como intelectualidad (mera ‘información’), mientras que la realidad de la Conciencia superior es vasta e incluye lo noverbal, lo intuido, lo sentido emocional y psíquicamente, y todo el lenguaje de la naturaleza.
El conocimiento consciente dependerá del nivel en el cual se sumerja el individuo en su experiencia personal y cotidiana, su nivel de curiosidad y su propia búsqueda de trascendencia. La información únicamente no es capaz de crear cambio, simplemente almacena datos.
Mientras que el real aprendizaje se produce a través de la apertura confiada hacia lo nuevo que abarca la totalidad del ser, buscando el sabor del alma en todas las cosas y encontrándose con la experiencia de lo inefable que nos transforma como por arte de magia, y al transformarnos nosotros se transforma el mundo en el que vivimos.
Para el poeta Paul Éluard “hay otros mundos, pero están en este. Hay otras vidas, pero están en ti”. ¿Existen mundos simultáneos, diferentes dimensiones de ser?
Absolutamente. Nuestra Escuela está fundada en la premisa de realidades simultáneas que llamamos dimensiones. Son dimensiones diferenciadas por estados de Conciencia.
Todos los estados de conciencia son simultáneos y tenemos la posibilidad de regular nuestro acceso a cada uno de ellos, como sintonizando el dial de una radio y elegir la emisora que queremos escuchar. Podríamos decir que todas estas ‘emisoras de conciencia’ se pueden escuchar desde la tercera dimensión y que esta capacidad de escucha la traemos de serie dentro de cada ser humano.
De hecho, nos movemos de una a otra dimensión inconscientemente cada vez que interactuamos en diferentes niveles. Por ejemplo, diseñar un cohete para ir a la Luna nos ubica en un nivel de conciencia diferente al que necesitamos cuando hacemos un trabajo manual como coser, o del nivel en el que estamos cuando se nos ocurre una idea brillante en la ducha, o cuando nos maravillamos ante la magnificencia de una puesta de sol. Todos estos momentos reflejan el acceso a diferentes frecuencias energéticas, acceso que en la escuela aprendemos a dominar a voluntad.
¿Su enseñanza se puede resumir en el aforismo “vemos lo que creemos y creamos lo que somos”?
Definitivamente. Es obvio lo que hemos creado e igualmente obvio lo que podríamos crear si consideráramos el poder dentro de cada ser humano para influir sobre realidades, todo ello mediante el manejo energético y consciente de nuestro propio ser, accediendo a las dimensiones superiores de conciencia y aprendiendo a materializarlas en la tercera dimensión. Este es el propósito nuclear de nuestra escuela.