Por Marta Jurado | Ilustraciones: Sr. García
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Zeitgeist es originalmente una expresión del idioma alemán que significa “el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)”. Se refiere al clima intelectual y cultural de una era. La pronunciación de la palabra es “Saitgaist”. Cambio16 hace suyo este término alemán y recoge entre sus páginas las inquietudes, las principales señas de identidad y las tendencias que caracterizan a la sociedad de nuestro tiempo.
Vivimos en una transformación constante pero, a veces, conviene pararse a reflexionar sobre cuáles son los elementos que nos definen como sociedad. Innovación, colaboracionismo, bien común, conexión social… son conceptos que se repiten en las reflexiones de pensadores como Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, quien se declara “hijo gozoso de su tiempo”; Javier Creus, uno de los gurús de la economía colaborativa; la periodista Olga Rodríguez, la activista social Julia Cañamero; arquitectos como Juan López Aranguren; el director de BlaBlaCar, Jaime Rodríguez, y artistas urbanos como Boa Mistura o Ricardo Cavolo.
Pensamiento: En busca de un ideal que nos represente
Pero, ¿y si no hubiese un ideal común como los de revolución industrial, el romanticismo, el modernismo? En opinión de Javier Gomá, filósofo y director de la Fundación Juan March, “nuestra sociedad es tan compleja, tan multicultural, tan postmoderna, que cualquier ideal es imposible”. Siendo conscientes de los muchos avances hacia la ampliación de libertades que se han hecho durante siglos “ahora no tenemos más reto que el de ser libres juntos, ser libres con dignidad”, asegura. “El concepto de dignidad, al menos en Occidente, extendiéndose a la sociedad para igualar riqueza. Porque la desigualdad contiene gérmenes de injusticia”, añade.
A pesar de la complejidad, Gomá se atreve a proponer un ideal filosófico para nuestra época, porque el mundo no funciona sin referentes. Así, sugiere el “ideal de la ejemplaridad” como principio organizador de la democracia. Bajo la premisa de que “sólo la fuerza persuasiva del ejemplo virtuoso, y no la coactiva, es capaz de promover la auténtica emancipación del ciudadano”, tal como expone en su Tetralogía de la ejemplaridad (Taurus, 2014).
El filósofo considera también que la digitalización es una ampliación de la libertad, de socialización del conocimiento, por lo que se declara “hijo gozoso de nuestro tiempo”, gracias a las posibilidades que ofrece. “Carezco totalmente de nostalgia e idealismo por el pasado”, afirma. Éste es un punto con el que coincide Javier Creus, creador de Ideas for Change quien considera que vivimos en medio de una revolución energética, tecnológica y social. Posibilidades que evidencian un mundo cada vez más interconectado, y no sólo por la tecnología.
Globalización: la cultura de lo próximo y lo lejano
Para definir los elementos de nuestro tiempo, “la mirada debe ir más allá de las fronteras de Occidente, lo que ocurre a tres horas de avión también afecta a nuestra realidad” señala Olga Rodríguez, periodista especializada en información internacional y Derechos Humanos. “Con el nuevo siglo surge el despertar social, sobre todo en el Primer Mundo y más recientemente en Oriente Medio. El despertar de una sociedad reprimida fluye al calor de la solidaridad hacia Palestina y las redes de colaboración que se empiezan a tejer ante la invasión y ocupación de Irak, en lo que fue y sigue siendo, un infierno inimaginable. Frente a eso surge la indignación en marcos más locales, con el NO a la guerra, que conectan con el 2011 como año clave por las protestas saharauis, la revolución en Túnez, la revolución egipcia, el despertar del 15M y el movimiento Ocupa Wall Street”. Los acontecimientos internacionales y la crisis económica han marcado un antes y un después en este sentido, con nuevas injusticias y desigualdades, como las guerras en Siria y la crisis de los refugiados en relación a las fronteras de la vieja Europa, que sufre en sus carnes un cambio cultural, de identidad y de valores.
Política desde las plazas: nuevos modelos de cooperación
A nivel local, la crisis económica y política ha generado una serie de nuevos modelos de reorganización social, desde las plazas a los partidos políticos incipientes. “Ha disminuido la confianza en los modelos representativos y ahora es el momento de autoorganizarse”, asegura Creus. “Se trata de un proceso de creencia en lo colectivo”, afirma Julia Cañamero, vocal vecinal de Ahora Madrid y participante activa de la Plataforma Antideshaucios (PAH). “Lo que ha cambiado es la concepción de compartir con los otros. El 15M ha hecho que hayan entrado nuevos valores en nuestra vida”, opina. “Hemos pasado de la competencia y el conflicto para conseguir las cosas a nuevos modelos de cooperación”, analiza Cañamero en línea con el nuevo ideal que propone Gomá en el que las ideas se impongan por persuasión, no por coacción para lograr una sociedad más igualitaria.
En opinión de Cañamero, “la nueva política es también cambiar el foco en lo colectivo, que los ciudadanos tomen un papel más activo y exijan a los políticos rendición de cuentas. Pasar de la resignación al inconformismo”, afirma. En definitiva, trabajar por el bien común. Un concepto, ya acuñado en el ámbito económico por el austriaco Christian Felber, basado en que las empresas atiendan a criterios de utilidad social, como respeto por el medio ambiente, igualdad de género, creación de empleo, etc, para medir su éxito empresarial, y que la sociedad y las instituciones lo incorporen.
Economía colaborativa: la hora del ciudadano creador
De manera paralela surgen también otros movimientos similares, como la economía colaborativa. Estamos en un momento marcado por la oportunidad de que “podemos hacer mucho más con muchos menos, con más activos, más capacidades y nuevos actores que pronto se unirán a generar más innovación”, asegura Javier Creus, fundador de Ideas for Change. “Desde que se ha abierto la posibilidad de que el ciudadano sea creador y productor gracias a la fabricación 3D o la conectividad que permiten internet y las redes sociales, se abre un mundo para aprovechar recursos más eficientemente”, asegura. “La clave está en la posibilidad de generar abundancia, algo que se crea de manera común y se comparte como Wikipedia, la música con Spotify, las películas y series en Netflix… y todo eso sin necesidad de crear más recursos”.
Plataformas y redes sociales: la experiencia compartida
Una opinión compartida por muchas empresas. “Estamos viendo un cambio de mentalidad de consumo global, en el que cada vez prima más el poder acceder a bienes o servicios antes que poseerlos”, opina Jaime Rodríguez de Santiago, director general de la red social de coche compartido BlaBlaCar España. “Si hay una realidad evidente es que la economía colaborativa no crece porque las empresas nos empeñemos sino porque las personas lo piden, lo demandan”, opina Rodríguez, insistiendo en que también las compañías han comenzado a percibir un agotamiento del modelo de la revolución industrial y buscan cómo adaptarse. Además del ahorro, compañías de este tipo ofrecen la posibilidad de vivir una experiencia social que comienza online, continúa offline, y vuelve a la red, con opción de valorar a los usuarios y, sobre todo, poner en contacto a personas que ofrecen un servicio y otras que lo requieren.
Bajo este abanico nacieron también empresas como la plataforma de alquileres vacacionales Airbnb, presente ya en 34.000 ciudades y una de las primeras en ofrecer perfiles de usuarios. “Hemos visto que las opiniones se leen como historias, están escritas como experiencias personales. Ese elemento humano también es clave para construir la confianza y permite que el resto de viajeros y anfitriones se haga una mejor idea de qué esperar de una propiedad o de un viajero”, afirman desde Airbnb. La plataforma ha conseguido dejar de ser un mero buscador de alojamiento para convertirse en una comunidad de usuarios. “Gracias a la innovación y la tecnología, la conectividad entre las personas ha dado un salto abismal”. Algo que la periodista Belén Kayser calificó como “el poder del usuario” en su artículo publicado en el número de marzo de Cambio 16.
Gestión local y movilidad sostenible: la ciudad se transforma
También las plataformas online y redes sociales están sirviendo de altavoz para la toma de decisiones a nivel urbano. “Está claro que por una parte está la ciudad como lugar en el que uno vive, pero los movimientos colaborativos están motivando un cambio institucional en el que el “ciudadano pasa a ser gestor de la ciudad”, asegura Creus en alusión a las votaciones sobre política local abiertas a los ciudadanos en la red. La proliferación de espacios verdes, reducción del tráfico en los cascos históricos y la movilidad sostenible son también parte del cambio urbano actual. “Las ciudades están recuperando un espacio invadido por máquinas que permanecen el 96% del tiempo paradas y devolviéndolo a sus ciudadanos. Están transformando sus calles para hacerlas puntos de encuentro en lugar de vías de paso, desarrollando zonas de bajas emisiones, calmando el tráfico, promocionando la bicicleta como medio de transporte urbano y favoreciendo un transporte de personas y mercancías compartido y no contaminante”, opina Víctor Furundarena, responsable del Centro de Desarrollo de Movilidad Sostenible CEDEMOS, quien pide más sensibilización pero sobre todo una regulación adecuada.
Nuevas narrativas: Arte urbano al alcance de todos
Desde el lado artístico, colectivos como Basurama trabajan en la transformación de la ciudad a partir de la recuperación de residuos, dando la posibilidad de reciclarse a espacios abandonados como el Campo de la Cebada o el Autobarrio San Cristóbal, en Madrid.
“Con nuestros proyectos buscamos recuperar los recursos locales, con ayuda de los vecinos y dar una segunda oportunidad tanto a objetos y espacios abandonados, como a personas, que la sociedad de consumo considera como basura”, explica su creador, el arquitecto Juan López Aranguren. “Nuestro objetivo es mostrar el potencial de cada uno y que obtengan el reconocimiento que se merecen, a través de metodologías que provienen de la acción social y en las que, poco a poco, las instituciones locales se van interesando”.
Con un enfoque similar trabajan los muralistas Boa Mistura, que abogan por procesos participativos para sus creaciones, ya que “es la manera de hacer partícipe a los vecinos de la transformación de su barrio”, explica Javier Serrano. Con murales en Brasil, Colombia, Chile, Polonia o Madrid, el colectivo confía en la “capacidad del arte urbano de transformar las ciudades y cambiar el mundo, al ser un arte al alcance de todos”. Además, el poder de lo visual que ahora vivimos hace de los murales una “expresión joven, contemporánea; hace que cada mural tenga una marca fresca”. Ricardo Cavolo también forma parte de estas nuevas narrativas aunque lo suyo es la ilustración. “Cuando pintas algo en la calle has de tener en mente desde el primer momento que es algo que haces para todos.
Es sacar el arte a las calles y que lo pueda utilizar la gente a diario. La gente elige ir a un museo, pero no se escoge pasar o no por la calle, así que hay que trabajar con ese sentido de solidaridad cuando se pinta en la calle”, explica Cavolo. “Yo suelo trabajar para enseñar lo marginal de nuestra sociedad pero dándole los matices reales, donde se ve que también en esos márgenes existen cosas positivas y dignas de ser vistas”, añade. Al fin y al cabo, se trata recuperar la vida local, “volver a los barrios” y mirar a nuestro alrededor con otros ojos, un concepto que muchos de los urbanitas de nuestro tiempo parecían haber olvidado.
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