El año 2021 comenzó sin señales de que la pandemia disminuya. ¿Qué debemos hacer mientras el virus continúa propagándose por todo el mundo … y mientras la humanidad enfrenta un futuro incierto? Yuval Noah Harari, historiador y autor del best-seller mundial Sapiens: Una breve historia de la humanidad, dice que las respuestas a esas preguntas se pueden encontrar en los 2,5 millones de años de historia humana. ¿Puede la raza humana superar esta crisis sin precedentes? Harari nos da una respuesta esperanzadora, pero también realista.
Muchas medidas de emergencia a corto plazo se convertirán en algo habitual. Esa es la naturaleza de las emergencias. Aceleran los procesos históricos. Las decisiones que en tiempos normales podrían llevar años de deliberación se toman en cuestión de horas. Se ponen en servicio tecnologías inmaduras e incluso peligrosas, porque no hacer nada podría ser mucho peor.
Países enteros sirven como conejillos de indias o cobayos en experimentos sociales a gran escala. ¿Qué sucede cuando todo el mundo trabaja desde casa y se comunica solo a distancia? ¿Qué sucede cuando escuelas y universidades enteras se conectan a Internet? En tiempos normales, los gobiernos, las empresas y las juntas educativas nunca estarían de acuerdo en realizar tales experimentos. Pero estos no son tiempos normales. La carrera para lograr una vacuna, que llevó a a lograr las primeros en menos de un año, es un ejemplo palpable.
Un vuelco hacia la digitalización
El cambio más importante a largo plazo será digitalización. La pandemia de COVID-19 ha acelerado enormemente este proceso. Algunas instituciones y empresas probablemente decidan mantener una presencia física reducida, incluso después de que haya pasado la pandemia.
La popagación del coronavirus y las medidas para evitarlo han afectado gravemente a todo el estilo de vida y los procesos comerciales a nivel mundial. Cuando golpeó, la necesidad del momento fue la innovación, junto con una rápida experimentación y una rápida implementación.
Muchos sectores evolucionaron instantáneamente. Al igual que las nuevas empresas de tecnología educativa, no tardaron en utilizar la tecnología para experimentar con ideas innovadoras y crear servicios que permitieran a los profesores y estudiantes conectarse de forma remota, pero sin problemas.
El trabajo remoto y el aprendizaje remoto son cambios de comportamiento que podrían tener consecuencias impredecibles; por ejemplo, podríamos ver una nueva ola de subcontratación.
En el campo de la educación, las universidades españolas pueden concluir que si todos los estudiantes están en línea, el profesor podría estar en la México. Los padres y los estudiantes han adoptado estos conceptos orientados a la tecnología después de algunos contratiempos iniciales.
No es un milagro que las empresas de tecnología educativa hayan dado la vuelta a sus ideas de la noche a la mañana. Fue posible porque la tecnología le brinda la facilidad y la comodidad para realizar pequeños cambios que pueden tener un impacto duradero en el mundo que lo rodea. Con la ayuda de esta rápida adopción forzada, en los próximos cinco años, las tecnologías educativas pueden esperar un crecimiento nunca antes visto.
Lo que no cambiará
Sin embargo, para Harari es poco probable que la pandemia de la COVID-19 cambie las características más básicas del comportamiento y de la naturaleza humanos. Nuestra especie ha enfrentado plagas mucho más mortales antes. La Muerte Negra no cambió la naturaleza humana. La pandemia de influenza de 1918 no cambió la naturaleza humana. Las ayudas no cambiaron la naturaleza humana.
A pesar de todas estas horribles experiencias en nuestra historia, todavía somos animales sociales a los que les gusta el contacto. Si el sexo sobrevivió al sida, es bastante seguro de que los abrazos sobrevivirán a la COVID-19.
Lo que debería cambiar
No obstante, algunos cambios de comportamiento serían positivos, dice Yuval Noah Harari. Por ejemplo, sería excelente que se abriera un espacio para una mayor de solidaridad y cooperación. A su juicio, cada persona está más segura, cuando los demás también lo están.
El mundo sería un mejor lugar si esta crisis nos ayuda a lograr que todas las personas en todo el mundo tengan acceso a una atención médica de calidad y cada país tenga un centro bien financiado para monitorear enfermedades infecciosas. Entonces la posibilidad de que futuras pandemias se salgan de control es menor.
Se trata de una lección que todos deberían aprender de 2020: invertir más en los sistemas de salud.
Dejar atrás la desconfianza
El mayor obstáculo para avanzar en esta dirección, hacia una solidaridad más global, es la determinación de las grandes potencias de conservar el espíritu nacionalista y la búsqueda del beneficio económico en tiempos de crisis por sobre la cooperación internacional. No hay que olvidar que tanto la epidemia en sí misma como la crisis económica resultante son problemas globales. Ambas se pueden resolver efectivamente mediante la cooperación global.
Combatir el virus requiere que haya un intercambio global de información. El desarrollo de las vacunas ha sido precisamente el resultado de la colaboración internacional, del conocimiento compartido y de la inteligencia colectiva.
De la misma manera, se requiere un esfuerzo global por producir y distribuir tanto las vacunas como el equipamiento médico. En vez de que cada país intente hacerlo localmente y acaparando todo lo que puedan, un esfuerzo coordinado podría acelerar la producción y hacer equipos que salven vidas que sean distribuidos de forma más justa.
La ciencia vs. la política
Otro obstáculo importante es que en los últimos años ha habido una pérdida de confianza por parte de la ciudadanía en quienes ostentan el poder. Pero además, el sector político ha contribuido a socavar la confianza en la ciencia y en los especialistas, asegura Harari.
Además, los líderes actúan como si la cooperación mundial fuese sinónimo de deslealtad nacional. Pero ese no es el caso. El nacionalismo no significa odiar a los extranjeros. Los políticos deberían cooperar de la misma manera que los científicos.
La actuación de los dirigentes evidencia la total falta de liderazgo político mundial. El éxito de la ciencia no ha ocurrido gracias a los políticos, sino a pesar de los politicos.
Ello acrecienta la tentación de los gobiernos por tomar el camino más expeditivo hacia el autoritarismo, con el argumento de que no se puede confiar en que el público haga lo correcto, asegura.
Para Harari, la salida pasa por dar directrices convincentes y liderazgos confiables que permitan llevar a cabo las medidas necesarias para salir de la crisis y para hacer del mundo un lugar más seguro. Muchas cosas deberán cambiar, otras permanecerán. Distinguir la diferencia y actuar de acuerdo a ello no permitirá avanzar. Este es el reto que se nos presenta.
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