La ciencia como puerta de entrada a una era apocalíptica. Un tema recurrente en la literatura y el cine. El gran H. G. Wells fue el pionero en contar este tipo de historias, quizás sea La máquina del tiempo el ejemplo más claro. Le siguieron en la ruta novelistas y guionistas. Y ahora que enfrentamos una crisis sanitaria global algunos se preguntan cómo afectará al mundo en términos socio-políticos. El historiador Yuval Noah Harari advierte de los riesgos que se nos presentan: el totalitarismo podría estar a la vuelta de la esquina.
La humanidad vive la mayor crisis en media centuria. Para afrontarla, las personas, instituciones, empresas y gobiernos toman decisiones que probablemente darán forma al mundo en los próximos años. Los cambios van desde los sistemas de salud, hasta la economía, política y cultura. Y en las relaciones con los otros. Mientras estamos concentrados en las soluciones a corto plazo se nos dificulta comprender las consecuencias a largo término de estas acciones. Para Yuval Noah Harari, la tormenta pasará, la humanidad sobrevivirá, la mayoría de nosotros todavía estaremos vivos, pero habitaremos en un mundo muy diferente. La pregunta es, ¿cómo será ese mundo?
Una voz autorizada
Si alguien puede ayudarnos a vislumbrar un mundo pospandemia es Yuval Noah Harari. Historiador y filósofo de 44 años, ha sido reconocido y galardonado por sus libros, entre los que destacan Sapiens, breve historia de la humanidad, Homo Deus, breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI. Se han vendido 27,5 millones de ejemplares y han sido traducidos a 60 idiomas.
Nacido en Haifa, Israel, en 1976, se doctoró en la Universidad de Oxford en 2002 y es profesor en el Departamento de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Se le considera uno de los intelectuales públicos más influyentes de la actualidad. Asesora a líderes del mundo de las finanzas, la política y la industria. Ahora, con la crisis del coronavirus, su opinión es más demandada que nunca. Sus puntos de vista son inquietantes y reveladores.
La ventaja de la ciencia
Si bien no es la primera vez que una epidemia global azota a la humanidad, hay algunas diferencias importantes, recuerda Yuval Noah Harari. Cuando las plagas se propagaron en la era premoderna, los humanos generalmente no tenían idea de qué las causaba ni qué se podía hacer para detenerlas. Por esta razón, culpaban a los dioses enojados o a la magia negra. Lo mejor que podían pensar en hacer era celebrar ritos masivos a los dioses o perseguir a los hechiceros, lo que a menudo conducía a infecciones masivas.
En el siglo XIV, cuando la peste negra mató a más de una cuarta parte de la población de Asia y Europa, nunca supieron qué la causó. Del mismo modo, cuando en el siglo XVI la viruela y otras epidemias acabaron con el 90% de las poblaciones nativas de América, estos pueblos no tenían ni idea por qué estaban muriendo por miles de miles.
En nuestro tiempo, explica Harari, cuando comenzó la epidemia del coronavirus, los científicos tardaron dos semanas en identificar el nuevo virus, secuenciar su genoma y desarrollar una prueba confiable para detectar a las personas infectadas. Los médicos le están ganando la carrera armamentista a los patógenos. Estos dependen de mutaciones ciegas, mientras que los médicos confían en la información. Los países pueden enviarse datos, expertos y equipos para ayudarse mutuamente a contener la plaga. Los gobiernos, los economistas y los bancos pueden elaborar un plan común para evitar el colapso económico.
Las noticias falsas son noticias viejas. Ha existido durante toda la historia. Si cree que la desinformación y la propaganda son un problema ahora, hace 100 años, fue aún peor
Yuval Noah Harari
Pero la sociedad a veces es ciega
Sin embargo, hay una gran advertencia. El hecho de que la humanidad tenga el poder de controlar las plagas no significa que siempre tenga la sabiduría para usar bien ese poder. Lo que está viviendo el mundo ahora no es un desastre natural inevitable. Harari cree que la actual crisis es el fruto de un fracaso humano imperdonable.
A su juicio, la humanidad tiene el conocimiento y las herramientas para prevenir plagas. Si una epidemia, a pesar de ello, se sale de control, se debe a la incompetencia humana. A diferencia de nuestros ancestros, no podemos culpar a «la ira divina». Los gobiernos descuidaron los sistemas de atención médica. Tampoco reaccionaron a tiempo y, en la actualidad, siguen sin cooperar de manera eficaz a nivel mundial. La humanidad tiene el poder para detener esta crisis, pero ha carecido de la sabiduría necesaria.
El desconocimiento y la desconfianza
Para Yuval Noah Harari, el mayor enemigo que enfrentamos es la ignorancia. Explica que es más fácil lidiar con una epidemia si se cuenta con una población motivada y bien informada. Lo contrario ocurre si se tiene que vigilar una sociedad ignorante y desconfiada.
Como ejemplo, dice que si una persona aprendió en la escuela que los virus y las bacterias causan enfermedades, es más consciente de que lavarse las manos con jabón puede eliminar o matar los patógenos. Entonces, confía en esta información y se lava las manos por su propia voluntad. Es lo que hacen miles de millones de personas. Una adecuada información puede hacer que las mayorías se laven las manos todos los días. O mantengan una distancia social. O utilicen mascarillas.
Política y desconfianza
El problema, advierte, es que en los últimos años los políticos populistas de muchos países han socavado la confianza de la gente en la ciencia, en los medios de comunicación y en las autoridades públicas. Sin esa confianza, la gente no sabe qué hacer. Desconfía de todo y de todos. Así, es mucho más difícil lograr que hagan lo correcto.
El desconocimiento y la desconfianza en la ciencia se convierten en el catalizador de una crisis social y política. El negacionismo y las teorías conspirativas surgen y se alimentan de esa incredulidad. Es entonces cuando a los gobiernos -incluidos democráticos- tienen la tentación de imponer un régimen autoritario.
Sin embargo, esa no es la solución. Es casi imposible lograr que millones de personas se laven las manos con jabón todos los días, ni siquiera con policías o cámaras en los baños. La verdadera salida es reconstruir la confianza en la ciencia, en los medios de comunicación y en las autoridades públicas. Si se educa a las personas y estas confían en la información que reciben pueden hacer lo correcto por su propia iniciativa, incluso sin vigilancia constante y sin temor al castigo.
La hora del totalitarismo
No obstante, la tentación de usar la crisis como una vía al totalitarismo puede ser muy grande. En especial, para los gobiernos que comparten con sus ciudadanos la ignorancia y la desconfianza hacia la ciencia. En un entorno así, con el aliciente de que la epidemia sigue avanzando e incrementando los temores, les resulta más fácil justificar los controles, las tecnologías de vigilancia masiva, la exclusión masiva y los castigos masivos.
La «legitimación de la vigilancia» resulta aún más peligrosa en presencia de los actuales avances tecnológicos. Hace 50 años, la KGB no podía seguir a 240 millones de ciudadanos soviéticos las 24 horas del día. Y si lo podía hacer le era imposible procesar eficazmente la información recopilada. Dependía de agentes humanos y analistas. Simplemente no podía colocar un agente para seguir a todos los ciudadanos. Pero ahora los gobiernos pueden confiar en sensores ubicuos y algoritmos poderosos. Y eso lleva los riesgos a otro nivel.
Lo más grave es que la vigilancia no es superficial, sino interna. Anteriormente, los gobiernos monitoreaban principalmente las acciones de las personas. Intentaban saber adónde iban, con quién se reunían. Ahora se interesan más en lo que sucede dentro de sus cuerpos. En su condición médica, temperatura corporal, presión arterial. Un tipo de información biométrica que puede decirle al gobierno mucho más sobre cada ciudadano que nunca antes en la historia.
Un riesgo creciente
Uno de los mayores peligros es el aumento del populismo y de la polarización. Yuval Noah Harari cree se ha impuesto una estrategia política deliberada basada en el viejo principio de «divide y vencerás». Las divisiones internas, la desconfianza de un sector en el otro, las diferencias irreconciliables hacen que los políticos tengan enemigos en lugar de adversarios. A largo plazo, no puede haber una democracia si cada partido considera al otro un enemigo.
Explica que lo que se considera un auge del nacionalismo es, en realidad, una crisis del nacionalismo. La lista es extensa y en países como los del Oriente Medio puede llevar a la guerra civil.
Las fallas del liderazgo mundial hacen que no se aproveche al máximo la capacidad de cooperación. Actitudes políticas erradas han socavado la confianza en la cooperación internacional y la humanidad ahora paga el precio
Con los algoritmos pueden conocernos tan bien que los gobiernos autoritarios podrían obtener un control absoluto sobre sus ciudadanos, y la resistencia a tales regímenes podría ser completamente imposible
Yuval Noah Harari
Aliarnos en lugar de aislarnos
El verdadero antídoto contra las epidemias no es el aislamiento y la segregación. La solución es la vía opuesta: la información y la cooperación. La gran ventaja de los seres humanos sobre los virus es la capacidad de cooperar de forma eficaz. Los virus mutan porque forma parte de su código genético. Infectan a los humanos porque es su naturaleza. Pero no tienen la capacidad de cooperar unos con otros, de forma deliberada, para ser más eficientes.
Los humanos, por el contrario, como los científicos de Estados Unidos, China, Israel o el Reino Unido pueden intercambiar lecciones valiosas sobre el coronavirus y cómo lidiar con él. Los retos que enfrentan España, Italia, la India o Brasil pueden servir de enseñanza para el manejo de la pandemia.
La invitación de Yuval Noah Harari es muy clara. La solución para la pandemia no es aislarnos. Al contrario, debemos integrarnos. Nuestros ancestros podían culpar a los dioses iracundos por su desgracia. En el siglo XXI, toda la responsabilidad será nuestra. Podemos negarlo, pero aún así no dejará de ser cierto.
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