Por Cristina del Valle
Yo, mujer trabajadora, cobro por ser mujer el 30% menos que un hombre por hacer el mismo trabajo y con la misma formación. El origen de esta discriminación no está en un nivel distinto de productividad sino en la discriminación de sexo. Yo, mujer trabajadora, llevo sobre mis espaldas la doble y triple jornada laboral dentro y fuera de casa porque mi compañero varón se niega a la corresponsabilidad de las tareas domésticas, aun a costa de mi salud y de mi calidad de vida, impidiéndome la formación continua y las posibilidades de ascenso profesional.
Yo, mujer trabajadora, no quiero estar en la periferia de los derechos o las democracias por ser mujer. Yo, mujer trabajadora, quiero trabajar sin que me acosen sexualmente o tenga que ser sometida a humillaciones o vejaciones para tener un puesto de trabajo. Yo, mujer trabajadora, denuncio que el paro femenino duplica al masculino. Yo, mujer trabajadora, denuncio que el trabajo a tiempo parcial está feminizado y es el peor pagado y la excusa es que el trabajo a tiempo parcial favorece la conciliación familiar, como si la conciliación fuese una obligación femenina.
Yo, mujer trabajadora, denuncio que el acoso sexual obliga a muchas mujeres a dejar su trabajo y les causa graves daños psicológicos. Según diferentes informes de organizaciones civiles, en España más del 20% de las mujeres han sufrido acoso en su puesto de trabajo y sólo un 3% ha podido denunciarlo.
Yo, mujer trabajadora, denuncio que la maternidad sigue siendo un motivo de discriminación. Tener hij@s es un factor que condiciona la presencia de las mujeres en el mercado laboral. Los índices de actividad femenina descienden en todos los países de la Unión Europea a medida que aumenta el número de hij@s, especialmente en España, Italia y Grecia.
Yo, mujer trabajadora, denuncio que la violencia de género obliga a muchísimas mujeres a dejar sus trabajos, lesiona su salud física y psíquica, les impide crecer profesionalmente y las incapacita para desarrollarse.
Yo, mujer trabajadora, denuncio que las mujeres pagamos las hipotecas sociales siendo las cuidadoras de las personas dependientes y las que ejercen de educadoras.
Yo, mujer trabajadora, denuncio y me indigno por la infravaloración histórica que tiñe todo el trabajo realizado por mujeres. Como dice la escritora feminista Nuria Varela en su libro Feminismo para principiantes “ellas son cocineras, entonces ellos son chefs; ellas son costureras o modistas, entonces ellos son considerados diseñadores o modistos de alta costura; ellas son azafatas, sin embargo ellos son considerados auxiliares de vuelo”.
La división sexual del trabajo no sólo diferencia las tareas que hacen hombres o mujeres, además confiere o quita prestigio a esas tareas y también genera desigualdades en las recompensas económicas que se obtienen.
Yo, mujer trabajadora, no quiero un día de celebración al año, no quiero que la discriminación a la que estoy sometida por ser mujer permanezca invisible en los medios de comunicación y sólo se denuncie tímidamente un día al año cuando esta desigualdad la sufro todos los días.
Yo, mujer trabajadora, no quiero que me dignifiquen en el altar de las mártires ni que me santifiquen por mi capacidad infinita de entrega y sacrificio; quiero ser una ciudadana igual, autónoma e independiente, portadora de derechos con el reconocimiento y la libertad para ejercerlos.
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