Una de las comunidades indígenas más grandes de Brasil, la de los yanomami, está sometida a un bombardeo de agresiones externas que afectan su salud, alimentación y condiciones de vida. Se dice que entre los estados Amazonas y Roraima, habitan unos 30.000 aborígenes de esta etnia. En su extensa sobrevivencia han sorteado un sinfín de vicisitudes, incluso ante de la llegada de los europeos. Ahora, sucumben frente a otros agentes invasores: la minería de oro ilegal, la desnutrición y la malaria.
Conocidos como los yanomamö o nación yanomami, esta populosa nación habita también en el Amazonas de Venezuela, en el Alto Orinoco, en similares circunstancias de precariedad y abandono.
La desnutrición severa y las enfermedades, la malaria en particular, están diezmando la población yanomami en Brasil. El 20 de enero el gobierno federal declaró una emergencia de salud pública. Para algunos fue una decisión sorpresiva, los más familiarizados con esta gran comunidad saben que se trata de una tardía la declaratoria. Los yanomamis llevan décadas en esa penosa situación y sin ser atendidos.
Invasión de mineros ilegales y militares
En la década de los ochenta, los mineros de oro ilegales, garimpeiros, estuvieron presentes por primera vez en territorio yanomami. Luego fueron expulsados en gran medida por destruir el medio ambiente de esa extensa región amazónica y ser portadores de enfermedades y vicios. En los últimos años han regresado, atraídos por los altos precios del oro y la poca vigilancia del gobierno.
Grupos ambientalistas calculan que en los últimos diez años los mineros ilegales llegaron a 20.000, reseña The Associated Press. Estos mineros devastan el hábitat de los animales que cazan los yanomami y ocupan las tierras fértiles que los indígenas utilizan para cultivar. Los mineros también procesan el mineral con mercurio que envenena los ríos de los que dependen los yanomamis para pescar.
La minería ilegal crea charcos de agua estancada donde se reproducen los mosquitos que transmiten enfermedades. Y los mineros que se trasladan para explotar nuevas áreas transmiten enfermedades a los nativos que poseen baja inmunidad debido al contacto limitado con los forasteros.
“Los impactos se acumulan”, dice Estêvão Senra, geógrafo e investigador del Instituto Socioambiental, una organización sin fines de lucro ambiental y de derechos indígenas. “Si los yanomami en el Amazonas de Brasil están enfermos, pierden el momento adecuado para abrir una nueva área para la agricultura y su futuro se compromete”.
Los yanomami: una terrible historia
Los yanomami son un grupo autosuficiente que produce el 80% de los alimentos que consumen. En sus conucos cultivan distintas variedades de plátano, yuca, ocumo, maíz, mapuey, caña de azúcar, tabaco y algodón. Recolectan frutos silvestres, miel de abejas, insectos comestibles, cangrejos, ranas, serpientes, orugas, huevos de tortuga, entre otros. Cada tantos años, se trasladan de un área a otra, permitiendo que el suelo se regenere. Son protectores innatos de su hábitat milenario.
Una investigación de The Associated Press de 2022 detalló cómo la escala de prospección en tierras indígenas se disparó en los últimos años. El oro extraído ilegalmente se filtra en las cadenas de suministro globales y la minería aviva las divisiones dentro de los territorios indígenas.
¿Fue esto un desastre repentino? No. Se ha disparado en el transcurso de varios años. Ocho de cada diez niños de 5 años o menos tenían desnutrición crónica en 2020, de acuerdo con un estudio realizado por UNICEF en dos regiones yanomami, junto con el instituto estatal brasileño de investigación en salud Fiocruz. Hubo 44.069 casos de malaria en 2 años, lo que significa que toda la población estaba contaminada, algunas personas más de una vez.
Enfermedades y muertes
Las patologías curables como la gripe, la neumonía, la anemia y la diarrea se vuelven potencialmente mortales. Al menos 570 niños yanomami murieron por enfermedades no tratadas de 2019 a 2022, según datos del Ministerio de Salud obtenidos por el sitio web independiente de noticias locales Sumauma. Eso marcó un aumento del 29% con respecto a los cuatro años anteriores.
«Hubo una mayor necesidad de atención médica, pero los servicios para los pueblos indígenas se deterioraron», señala la antropóloga Adriana Athila. También ha habido informes de mineros que tomaron el control de instalaciones de salud y pistas de aterrizaje en territorio yanomami para su propio uso. Los propios líderes locales han sonado la alarma durante años.
“Los mineros están destruyendo nuestros ríos, nuestra selva y nuestros niños. Nuestro aire ya no es puro, nuestro suelo está desapareciendo y nuestra gente clama por agua limpia”, indica Júnior Hekurari Yanomami, presidente del consejo local de salud yanomami. “Queremos vivir, queremos recuperar nuestra paz y nuestro territorio”, subrayó.
La fuerte afluencia de mineros ilegales exacerbó gravemente la interrupción de la vida tradicional yanomami de las dos décadas anteriores por la introducción de programas de bienestar social que obligaron a las personas a hacer viajes de semanas para cobrar sus beneficios en las ciudades, donde permanecen por períodos prolongados en condiciones precarias. Así como el establecimiento de instituciones no indígenas, como bases militares y misiones religiosas, que transformaron algunas aldeas temporales en asentamientos permanentes, agotando la caza y los recursos del suelo.
Situación catastrófica
André Siquiera, especialista en medicina tropical, llegó a las tierras donde habitan los indígenas yanomami del lado de Brasil, el 16 de enero, contó que había sido testigo de «la peor situación sanitaria y humanitaria». Visitó la región del Surucucu, en el estado de Roraima, y pasó por otras comunidades de la zona. «Nuestro objetivo era hacer un diagnóstico rápido de la situación. Y crear un plan de acción para mitigar o resolver estos problemas, en colaboración con el Ministerio de Salud y los líderes yanomami», comentó a BBC News Brasil.
«Lo que vimos fue una situación muy precaria en términos de salud, con pacientes que sufrían desnutrición grave. Infecciones respiratorias, muchos casos de paludismo y enfermedades diarreicas. Junto a esto, había escasez de equipos y de estructura», añadió.
Visiblemente afectado, el médico confiesa que es muy difícil afrontar esta situación catastrófica y desastrosa. «Presenciar este nivel de sufrimiento es muy pesado. Cuando toca el momento de enfrentarnos a ella lo hacemos, como si fueras con un piloto automático. Pero después, cuando caemos en la cuenta, vemos lo difícil de la situación», acota.
Como legislador, Bolsonaro se opuso en la década de los noventa a la creación del territorio yanomami. Más recientemente, defendió la minería en tierras indígenas y la integración de estos pueblos en la sociedad moderna. Presionó al Congreso para una votación de emergencia sobre el proyecto de ley que sus ministerios de minería y justicia redactaron y presentaron en 2020 para regular la minería en tierras indígenas. Pero los legisladores lo objetaron. Incluso las grandes empresas mineras repudiaron la propuesta. «Los mineros ilegales de oro no se desanimaron, sabían que el gobierno haría la vista gorda”, afirma Hekurari.
Ayuda sanitaria y alimentaria
Tras la declaración de la emergencia médica, el ejército de Brasil comenzó a enviar kits de alimentos al territorio yanomami. También instaló un hospital de campaña en Boa Vista. Mientras que el Ministerio de Salud hizo un llamado para que los profesionales médicos se ofrecieran como voluntarios.
Marcos Pelligrini, ex médico en territorio yanomami y profesor de salud colectiva en la Universidad Federal de Roraima en Boa Vista, manifiesta sentirse aliviado al ver helicópteros del ejército transportando kits de alimentos. “Es un momento de esperanza”, comenta. Pero en el futuro, los mineros aún deben ser retirados de la región por la Policía Federal y el regulador ambiental Ibama, con la ayuda del Ministerio de Defensa, sostiene la ministra de Pueblos Indígenas, Sonia Guajajara.