Yan Lianke, uno de los escritores contemporáneos en mandarín más relevantes y premiados, carga con él una contradicción: China. Aunque ese es su país, 10 de sus 30 libros no se han publicado. Los censuró el Partido Comunista que detenta el poder. Los funcionarios alegan que son textos demasiado críticos. Esboza realidades que se viven, por lo menos en China.
A Yan lo reconocen como un escritor imprescindible para entender la China actual, pero también quien hace una profunda exploración del alma humana. Es lo que ocurre con La muerte del sol, su última novela, publicada por Automática Editorial. Un relato lleno de crudeza pero con lirismo. Narra la historia de un pueblo cuyos habitantes se vuelven sonámbulos y comienzan un viaje sin freno por sus pasiones y deseos más ocultos.
La escritura como escape
Yan Lianke, hijo de campesinos, fue propagandista militar. Comenzó a escribir para escapar del hambre y de la vida campesina, como él mismo confesó. La escritura fue el boleto que le permitiría dejar de ser labriego y convertirse en ciudadano. ¿La meta? Obtener fama e ingresos.
Cuatro décadas después puede analizar el vuelco que dio su vida. Construyó un universo literario lleno de sátiras agridulces y descripciones vívidas de las realidades que en China han preferido ocultar. Un nuevo mundo que le costó la expulsión del Ejército Rojo, la prohibición de publicar en todo el país. Antes ganó prestigiosos galardones chinos como el Lu Xun y el Lao She. En Occidente obtuvo el Franz Kafka, dos nominaciones al Man Booker International y candidaturas al Princesa de Asturias y al Nobel.
Hace años que no trata de publicar en su país. Ahora, como profesor de Literatura en la Universidad Popular de Pekín también dejó de preocuparse por la censura. Un mecanismo que le ha permitido dejar de pensar en las exigencias editoriales para centrarse en la libertad de sus textos.
Una libertad que precisamente le dio pie a las preguntas que intentó responder en La muerte del sol. ¿Qué pasaría si, de repente, todos los habitantes de un lugar cayeran presa de un tipo de sonambulismo? ¿Una bruma que los empujara a cometer todos esos actos y deseos que se reprimen cuando se está despierto? A esto y más le da respuesta en la novela.
De los sueños a la realidad en La muerte del sol
Parte de lo que Yan Lianke expresa en su obra tiene que ver con los sueños de la gente, las confesiones, los deseos los miedos e incluso la libertad. También en los sueños habitan las ilusiones y las pesadillas, los ideales. Por eso asegura su obra es realista o lo que él llama «realismo espiritual». No hace hincapié en la realidad palpable de la vida, sino en el alma y el espíritu.
Es una forma de escribir que le ha permitido ejercitar la fuerza y la belleza de la imaginación. Considera lo imaginario mucho más importante que lo real. «Preferiría morir a verme privado de imaginación», aseguró.
Y sobre lo que ocurriría si todos actuaran sin ataduras sociales y límites, que en la obra queda plasmado a través de asesinatos, robos y venganzas, solo tiene una respuesta. «En los sueños se le puede dar rienda suelta a lo que no se puede experimentar en la realidad».
De esta manera, todo lo que la razón, la sociedad y lo inconsciente contienen, y que no se puede materializar a la luz del día, se concreta de forma desenfrenada en los sueños. Eso sin hacer la salvedad de que mucho de lo que ocurrió durante la Revolución Cultural, la Segunda Guerra Mundial, es peor que lo escribe en su novela.
La representación de una sociedad
¿Es posible que la sociedad que Yan Lianke describe en su novela se extrapole a cualquier sociedad, y en cualquier parte del mundo? Su respuesta es simple. Sí, podría ocurrir en cualquier sitio o país. Una situación que se propaga como hierba venenosa si encuentra aunque sea un poco de suelo y la temperatura apropiados.
Yan hace una salvedad con respecto a lo que se entiende por cultura humana. No tiene que ver solo con la ciencia y las tecnologías modernas, sino sobre todo con la naturaleza humana. Ciencia, tecnología o electrónica carecen de sentido si se pierde la razón. Es justo lo que se narra en La muerte del sol, existencia y estado en los que la gente ha perdido la razón.
Más allá de la sociedad, centra su narración en un solo día caótico y precipitado. Su intención era establecer una unión entre tiempo y el sol como algo fluido. Sin embargo, admite que a sus experimentos con el tiempo todavía les falta maduración. En el futuro quisiera ahondar más en la «creación del tiempo».
Yan Lianke y la literatura occidental
Ahora el escritor está leyendo El hombre sin atributos de Robert Musil. Una novela que le enseña «cómo darle la vuelta a lo que otros escriben». Pero también se ha paseado por Javier Marías, Roberto Bolaño y Samanta Schweblin.
Dice que la literatura en lengua española influye en los autores orientales de forma mucho más amplia y profunda de lo que muchos pueden suponer. Ha sido así «desde el Quijote hasta el realismo mágico». Desveló que los escritores chinos citan a diario los nombres de autores españoles o de habla hispana, con los que están muy familiarizados. Aunque lamenta que durante los últimos años el número de títulos de habla hispana que se han traducido al chino ha disminuido de forma significativa.
La costumbre a la censura
Yan Lianke se ha acostumbrado a que una decena de sus novelas estén prohibidas en China. Su juventud transcurrió en la Revolución Cultural, cuando si a un escritor le prohibían determinado número de obras iba preso o lo encerraban a criar cochinos como forma de «reeducación». Su consuelo es que ahora lo dejan seguir escribiendo, aunque no pueda publicar.
Además, sus obras pueden ver la luz en Taiwán y Hong Kong, sin contar a otros países, a través de la traducción. Por eso no tiene grandes exigencias respecto a poder publicar o no. A él le basta con tomar el bolígrafo y escribir, de forma libre, sobre lo que le plazca. Claro, sabe que los intelectuales de su país conviven con la intranquilidad, con un sentimiento permanente de miedo y desasosiego. Solo les queda rezar y esperar para que la sociedad sea cada vez más avanzada, más abierta, más libre.
La autorreflexión y la crítica
En el libro se incluye como un personaje más. El escritor se inmiscuye en su propio texto y no niega que es posible que se preste a la autorreflexión y a la autocrítica. Le permite en en cada novela preguntarse qué puede mejorar, cómo puede escribir mejor. Desconfía de sí mismo. Y tanto como desconfía del sentido de la vida, del valor y de la originalidad de su escritura. Confiesa que apenas tiene cierta confianza en su obra y su propia existencia. Lo que ha querido es ofrecerle otro Yan Lianke al lector en la novela. Y ante la acusación que le hace el narrador de extraer material narrativo de su pueblo natal, asegura que todos los escritores expolian y roban de la vida. «Cuán mayor es el escritor, mayor es el expolio. Sobre todo si es en el plano espiritual», dice.
Hasta ahora no ha tenido que enfrentarse a lo que experimenta el personaje, que sufre de incapacidad para escribir. Lo que sí teme es que, al llegar a una edad muy avanzada, no sea capaz de seguir escribiendo. Cuando piensa en esa posibilidad lo invade el terror.
El tratamiento de la política
La crítica política está presente en La muerte del sol, sin embargo, está de forma más velada que en sus otras novelas. Adopta un tono más lírico y oblicuo. Ha tenido la sensación de que su obra se ha malinterpretado en muchas ocasiones, porque lo llaman «el escritor más controvertido de China» o el «autor más censurado», pero confiesa que la crítica política no es algo en lo que piensa al momento de escribir. Le preocupa más la naturaleza de la vida o de las personas. ¿Más política? Eso es lo que abunda en China. Está en el arroz, en el combustible, en los planes y estrategias. No ha dejado de estar siempre en todas partes.
Prefiere apartarse de las grandes realidades sociales y refugiarse en la literatura. Un arte que es capaz de recordar la verdad, como él mismo la califica. Es, sobre todo, una manifestación espiritual de la verdad y una manera de preservar la memoria.
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