Por Carles Salom Ribera (*)
22/12/2015
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La resaca electoral ya es cosa del pasado y ahora toca predecir escenarios postelectorales. Cuando la celebración de unos nuevos comicios suena con más fuerza, era previsible que algunos ‘históricos’ del bipartidismo alzarán la voz. Por parte del PSOE, la vieja guardia, junto a la baronesa andaluza, ha apuntado a la política de altas miras para hacer frente a los tiempos que corren. Mientras, en las filas populares, ha sido José María Aznar el que ha reaparecido para quitarle el poder a Rajoy, aunque sea bajo otro nombre y apellido. Pero, ¿qué dice Felipe VI de todo esto?
Su figura debe ser clave dentro de este entramado, al fin y al cabo, es Felipe VI quien tiene que gestionar una formación de gobierno inédita hasta ahora. Su despacho será testigo de largas charlas con la vieja y la ‘nueva’ guardia que darán forma a un fragmentado Parlamento, que contará con la presión añadida de Europa.
Un escenario que se baraja son unas nuevas elecciones, pero ello implicaría un ascenso del PP, que ganaría en escaños, mientras que Ciudadanos reduciría su representación parlamentaria. Para el PSOE estos comicios no serían una buena opción, puesto que Podemos con poco más de 300.000 votos que tomase de Izquierda Unida, se colocaría como segunda fuerza y con más de 100 escaños. Una situación que quieren evitar las altas esferas, y más aún teniendo en cuenta la perspectiva de tener una una bolsa en caída durante 3 meses.
Por tanto, se abren dos escenarios, ambos poco probables: el Gran Pacto o el pacto de Podemos y Ciudadanos con Sánchez a la cabeza. Es aquí donde el Rey y la todopoderosa Merkel entran en el juego.
Felipe VI es el único que puede escenificar reuniones bilaterales entre las dos grandes fuerzas del país para asegurar un pacto de estabilidad y de política de altas miras. Es el único capaz de empezar el discurso de responsabilidad democrática y de llamamiento al entendimiento y a la búsqueda de puntos comunes de ambas fuerzas. Es decir, crear toda la escenografía que fuerce a Sánchez, finalmente, a aceptar el guante que le lanza. La alternativa a no aceptar el Gran Pacto dejaría al socialista como un político que no ha estado a la altura de las circunstancias y que habría puesto en jaque la gobernabilidad de la octava potencia económica. Eso sí, quedaría por ver qué ocurre con Rajoy y el rompezcabezas que ahora se abre en Génova. ¿Soraya presidenta?
Con un Gran Pacto las medidas económicas impuestas por Europa seguirían adelante, se podrían llevar a cabo grandes Pactos de Estado que incluyesen a las nuevas fuerzas políticas como Educación, Pensiones, Seguridad Social… dando así la impresión de regeneración, los socialistas darían un tinte más social a las políticas generales y además asegurarían no tocar los grandes temas como la reordenación territorial. Pero, ¿y si Sánchez continua sin querer aceptar un gobierno del PP?
Entonces es cuando el segundo escenario entra en el juego de las probabilidades. Rajoy se ve débil internamente y Aznar ya ha puesto de manifiesto la necesidad de un nuevo liderazgo. Además, al Partido Popular le podría beneficiar que Ciudadanos entre en un gobierno con PSOE y Podemos, así el voto prestado de los populares dentro de cuatro años volvería y Albert quedaría reducido a la nada. Mientras tanto, el PP contaría con cuatro años para recomponerse y hacer ver que los nuevos partidos no son la solución.
Con todo, Sánchez acepta ser presidente, y el PSOE gestiona algunos ministerios. Podemos llevaría las carteras que le fueran un buen escaparate (terminar con el copago, blindar la sanidad universal…) y Ciudadanos ocuparía la cartera de Economía o Hacienda (la otra quedaría en manos socialistas) para que Merkel pueda controlar las políticas macroeconómicas. Además podría haber un par de independientes notables al frente de algunos ministerios clave, como educación.
De esta forma, Europa tendría a un gobierno aceptable y con un moderado controlando la economía, el IBEX35 respiraría un poco más tranquilo, y el PP podría vetar cualquier intento de retocar la constitución. Pero Cataluña es uno de los puntos que podría llevar al traste todo, hasta que observas los números. Con los números en la mano, Albert debería resignarse a un referéndum, en el que el No tendría gran probabilidad de ganar.
En cualquiera de las dos opciones se presentan algunos puntos que van a permanecer invariables: no estamos en la legislatura de los grandes cambios constitucionales, aunque sí de grandes Pactos de Estado como el de educación o el de la Seguridad Social y las Pensiones. El PSOE, pase lo que pase, dentro de cuatro años quedará relegado, con suerte, a ser la tercera fuerza en España (a día de hoy ya es un partido andaluz con una sede en Madrid). Podemos está destinado a ser el encargado de los cambios profundos, pero no en esta legislatura. Y Ciudadanos, o juega muy bien sus cartas, o en la próxima legislatura los populares le tomarán los votos prestados.
Espero impaciente el discurso de Felipe VI.
(*) Carles Salom, director de márketing y estrategia política en Sanchís y Asociados.