Por Alejandro Tovar
6/11/2015
ichael Horn, el máximo responsable de Volkswagen en EEUU, también sabe hablar en plata: “La hemos cagado”. Y, visto lo visto, tiene razón. Tres palabras le bastaron para resumir una de las mayores estafas que ha protagonizado la industria del automóvil en su historia. Hace unos meses nadie hubiera imaginado que la multinacional alemana llevaba seis años engañando a autoridades y consumidores.
¿Cómo? Instalando un software ilegal que falsea el nivel de emisiones de CO2 en sus modelos diésel cuando el coche está sometido a pruebas de laboratorio. La alarma saltó hace poco más de dos meses en la Universidad de Virginia, donde unos investigadores realizaban un estudio sobre el nivel de gases generados por vehículos de diferentes marcas. Descubrieron que, durante la conducción real, los automóviles Volkswagen sometidos a pruebas contaminaban hasta 40 veces más de los límites legales.
¿El resultado? Más de once millones de vehículos afectados, ocho de ellos vendidos en Europa. Y, por llegar, al menos 18.000 millones de dólares en multas sólo en EEUU, procesos legales abiertos contra los directivos de la compañía, incalculables pérdidas tanto económicas como de imagen e investigaciones todavía en marcha que, quién sabe, tal vez nos deparen alguna sorpresa más.
La sombra de la incertidumbre se cierne ahora sobre todo el sector, que tendrá que redoblar esfuerzos para demostrar su respeto a las políticas medioambientales. No sólo por compromiso ético, sino también porque necesita evidenciar ante la opinión pública su implicación. Ya saben lo que dicen: no hay mal que por bien no venga. Si los fabricantes llevan años invirtiendo energía y recursos en desarrollar vehículos más limpios, seguros e inteligentes, el dieselgate puede contribuir a ello todavía más.
De la ficción a la realidad
El cine y la televisión han creado coches ciertamente fantásticos, capaces de cumplir con funciones en muchas ocasiones inimaginables: Batman protegía Gotham con su batmóvil. A Michael Knight le bastaba con susurrar a su reloj para que Kit, el coche fantástico, acudiera raudo a recogerlo.
Como la realidad siempre supera a la ficción, el desarrollo de la tecnología ha hecho posible que estos coches hayan trascendido la pantalla. El futuro a medio plazo en el que los fabricantes trabajan pasa por la conectividad multimedia y los sistemas de control mediante pantallas, voz o incluso gestos, y la conducción 100% autónoma.
“El sector de la automoción es global y competitivo. Es intensivo en mano de obra, voraz en consumo y uno de los que más inversión destina a la I+D+i”. Son palabras de Alberto Peña, director de Automoción de la corporación tecnológica vasca Tecnalia, tras presentar el resultado del proyecto europeo Eunice, que va a permitir el rediseño del vehículo eléctrico gracias a la incorporación del motor en las dos ruedas delanteras.
¿En qué se traduce esto? En que todo el espacio que ocupa hoy el motor queda libre para ser destinado a otros usos. Los coches podrán tener un maletero adicional en la parte delantera y el interior se convertirá en una sala de estar. Todo ello sin mermar las capacidades técnicas. “El desarrollo de este proyecto ha mejorado las prestaciones, puesto que el vehículo es capaz de condensar mucha potencia en poco espacio. Hemos querido dar flexibilidad al fabricante para aprovechar el espacio”, asegura Peña.
Un futuro prometedor, ¿verdad? Pues imagine las caras de los asistentes del CES 2015, la feria más importante de electrónica de consumo celebrada en Las Vegas, cuando vieron aparecer un Audi A7 sin conductor. Según explicó la firma, el modelo había llegado solo tras recorrer 885 km desde Standford (California), siguiendo las órdenes dictadas a través de un reloj inteligente.
Audi sorprendió. Pero todavía estaban por oírse muchas onomatopeyas ante otros prodigios técnicos. BMW estuvo a la altura presentando el primer prototipo que incorpora luces láser delante y faros con tecnología OLED detrás.
Las primeras son capaces de iluminar hasta 600 metros y hacerlo de manera selectiva, para no deslumbrar a otros conductores. Aunque lo novedoso son las luces traseras que reducen significativamente las emisiones de CO2 del vehículo.
La tercera pata de la terna se llama F 015 Luxury in Motion, de Mercedes-Benz. “El F 015 trasciende su función de medio de transporte para convertirse en un hábitat móvil”. Así resume José Luis López-Schümmer, presidente y consejero delegado Mercedes-Benz España, cómo los ingenieros de su compañía han dado rienda suelta a su imaginación y nos ayudan a entender cómo cambiará nuestra vida con la conducción autónoma. El F 015 puede programarse para que el viaje se realice de manera autónoma, así como ordenarle acciones a través de un teléfono inteligente.
Pero, ¿para cuándo? Ya hay modelos circulando de manera autónoma, aunque, en opinión de José Luis López-Schümmer, habrá que esperar hasta 2020 para verlos en las carreteras. Y circularán limitados a situaciones concretas, como atascos o autovías.
Más rápida será la implantación de elementos de conectividad del vehículo. David Barrientos, director de comunicación de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles (ANFAC), fija su mirada en 2018: “Habrá que esperar dos o tres años para que el 90% de los vehículos cuente con alguno de estos elementos”. No obstante, señala que la implantación será rápida: “Aunque quedan por salvar escollos con la legislación, la tecnología ya existe y, cuando la sociedad lo demanda, no hay más que sacarlo al mercado”.
Tendremos que esperar unos años. Mientras tanto, los ingenieros continúan a buen ritmo y no sólo investigando en materia de conectividad y autonomía del vehículo. Los estudios para reducir el peso de los materiales mediante aleaciones más ligeras o el uso, por ejemplo, de aluminio, son también una potente línea de desarrollo. Todo con el objetivo de cumplir con los compromisos medioambientales y poder repartir ese peso en otros sistemas cada vez más demandados: los de seguridad para los usuarios.
Otra línea de investigación es la propulsión. “En los próximos años vamos a ver muchos más coches eléctricos, híbridos, de gas y de hidrógeno. Aunque la gasolina y el diésel seguirán siendo los actores protagonistas, el abanico de posibilidades será mayor”, comenta David Barrientos, de ANFAC.
La evolución también se aplica a la fabricación. La tecnología no sólo sirve de ayuda al usuario, sino que también puede facilitar el proceso industrial. Hoy es posible simular el montaje de un coche con sistemas virtuales, pudiendo así prever errores y realizar ajustes para evitarlos. Lo que antes eran pruebas en cada fase del proceso y modelos de arcilla, ahora se hace con tecnología 3D.
¿Dónde queda el conductor?
“Yo prefiero conducir”, “de eso no me fío”, o “mi coche lo llevo yo” son sentencias que más de alguno habrá pronunciado leyendo estas líneas. No hay que dejar que la tecnología nos domine, sino usarla en nuestro beneficio. Barrientos lo tiene claro: “El piloto va a seguir teniendo un papel fundamental, aunque ahora podrá compaginar la conducción con otras tareas”. Los cambios, a priori, suelen asustar y generar incertidumbre. Ya ocurrió con otros sistemas como el ABS o el Airbag. La Federación de Asociaciones de Concesionarios de la Automoción habla con cifras en la mano: “El 32% de los conductores en Estados Unidos no desea un sistema de aparcamiento automático en su próximo coche, aunque el 82% sí quiere algún tipo de asistencia en esa tarea”. Piano, piano.
Y tampoco hay que errar el tiro con el público objetivo: el usuario joven. Antes la juventud veía en el volante un símbolo de libertad, de independencia, pero hoy pone por delante el gasto en un aparato electrónico que le mantenga conectado con su entorno. Blanco y en botella: convirtamos el coche en un gadget más para recuperarlo.
Los jóvenes tienen en sus manos las llaves del contacto y las ideas brillantes en la cabeza. Gaudeamus igitur, ¿qué se cuece en la universidad? Antonio de Nebrija es la única institución académica española que ofrece el Grado en Ingeniería del Automóvil.
Entre las líneas de estudio elegidas por los alumnos destacan el transporte limpio, la alternativa al motor de combustión o las medidas de seguridad. José Luis Olazagoitia, coordinador de estos estudios, recuerda ejemplos que han desarrollado, “como un elemento en los neumáticos que avisa cuando estos se desgastan cambiando de color”.
El mundo se transforma a gran velocidad y el automóvil con él. Quién sabe si nuestros hijos verán como normal el coche que vaya solo a recogerlos al colegio. Sólo el tiempo lo dirá. Dejemos que nos sorprenda.