Cuando Winslow Homer participó por segunda vez en la exposición anual de la Academia Nacional de Diseño en Nueva York, en 1863, presentó dos obras que transformaron la tradición artística del paisaje en una nueva narrativa. Ya no se trataba solo del escenario natural frente a los ojos de un pintor. La vida en los campamentos durante la Guerra de Secesión acaparaban en Homer la luz y el color, el trazo y la emoción. Era un paisaje testimonial. Una crónica visual de la épica que marcaría la historia de la sociedad estadounidense.
Una de esas pinturas, Home, Sweet Home, se vendió al segundo día de exhibición. Y aunque esta es una de sus más emblemáticas y reconocidas piezas, tampoco tardó mucho en ser adquirida The Last Goose at Yorktown. Los temas bélicos en el arte no eran comunes, una rareza, aunque ya la guerra tenía dos años de haberse iniciado.
En 1860, Winslow Homer era un artista especializado en ilustraciones y litografías, al haber experimentado desde 1854 con el dibujo comercial, como un aprendiz del litógrafo John H. Bufford (1810-1870), quien aceptó enseñarle el oficio a petición del padre de Homer. Una etapa de dos años que el artista consideró esclavizante y carente de creatividad.
Sin embargo, esa formación inicial le permitió mostrar ante la Academia Nacional de Diseño su primer dibujo sobre papel, Skating on the Central Park (1860) que se deriva de un grabado sobre madera. En este caso, la escena es muy social: familias y gente de todas las edades confluyen en una danza sobre el hielo, una pista de patinaje que recoge un tradicional momento de esparcimiento. El acontecimiento apacible estaba acorde con los tiempos que se vivían.
En cambio, Home, Sweet Home era una revelación de la realidad de los soldados que capturó la mirada de la crítica. Uno de esos expertos, referido en la página de la National Gallery of Art escribía para The New York Commercial Advertiser: “Winslow Homer es uno de esos pocos artistas jóvenes que deja una clara impresión de su poder con sus primeras contribuciones…Él en este momento maneja un mejor lápiz, modela mejor, colorea mejor que muchos artistas más establecidos”.
Al mismo tiempo, el New York Leader comentaba que las obras de Homer, hacían honor a cualquier colección y sobre Home, Sweet Home agregaba: “No hay tonterías al respecto. Cualquier fuerza en la imagen no es el resultado de un engaño, y no es un simple trabajo superficial, que no admite examen. Por el contrario, es un trabajo minucioso dirigido por el pensamiento”.
Homer estaba marcando la diferencia en el arte, no sólo por la temática que abordaba, influido como corresponsal independiente de Harper’s Weekly para ilustrar las escenas de guerra, sino también por una técnica propia que provenía de su formación, prácticamente autodidacta.
Fue tal el éxito obtenido en 1863, que la Academia Nacional de Diseño lo reconoció como académico asociado a partir de esa exhibición. Dos años después, obtuvo la certificación como académico de pleno derecho. Uno de los cuadros que le daban el certificado pertenecía a una serie de óleos que el artista realizó a partir de sus visitas de verano a la familia en Belmont, cerca de Boston, con escenas de juegos de croquet. En el reverso del diploma Homer escribió: “Winslow Homer quisiera tener el privilegio de pintar un cuadro mejor”.
Su temprana llegada a la institucionalidad artística podría ser una tímida descripción para introducir la obra de Winslow Homer, quien se convertiría en el artista norteamericano más importante de la segunda mitad del siglo XIX.
El título Home, Sweet Home alude a una canción popular, convertida finalmente en un himno, que solían entonar por los soldados de ambos bandos (compuesta en 1823). Winslow Homer recrea un ambiente de musicalidad cuando dos soldados de infantería de la unión descansan frente a una fogata que calienta una pequeña olla, mientras escuchan a cierta distancia la banda de regimiento. Los músicos apenas son pinceladas sutiles que no pasan inadvertidos por el reflejo del sol que se proyecta en sus instrumentos de viento. En 1861 ocurre la primera visita de Homer como enviado especial en el frente. Se unió al ejército del Potomac del general McClellan y pasó cinco semanas con ellos, en la campaña para llegar a Richmond. Una carta de su madre, casi un año después describe un momento de esa experiencia en el campo de batalla:
“Winslow fue al frente de guerra de Yorktown y acampó durante unos dos meses. Sufrió mucho, estuvo sin comer tres días seguidos y casi todos en el campamento murieron o fueron arrastrados por la fiebre tifoidea (…) Llegó a casa tan cambiado que sus mejores amigos no lo conocían, pero ahora está bien…”.
Madre de Winslow Homer
En 1863 crea Sharpshooter, otra de sus enigmáticas piezas, donde muestra a un francotirador de la Unión inclinado en la cima de un árbol en posición vigilante, utilizando un moderno visor telescópico que recién había sido inventado. Los hechos históricos marcaron el designio artístico de Homer. No sólo por ser un testigo de ellos con sus plumillas, pinceles y acuarelas, sino que también cambiaron sus planes de formación.
Mientras su madre hacía diligencias para que continuara sus estudios en Europa, estalla la guerra y se abren las oportunidades de trabajo de Homer. Años después, sus bocetos estaban inspirados en la Guerra Hispanoamericana o la guerra de la independencia cubana (1898). Se sintió atraído por la isla, y por el Caribe en general, por el mar y sus personajes, principalmente pescadores.
Son pocos los testimonios verbales del artista describiendo los acontecimientos que experimentó para representar la guerra. Sus imágenes acaparan el discurso. Pero años después de haberse logrado la paz, le describió esta escena a un amigo en una carta:
“Una vez, en abril de 1862, cuando estaba en un huerto de melocotoneros frente a Yorktown, miré a través de uno de los rifles (de francotiradores). Me impresionó como un golpe, como si fuera lo más cercano a un asesinato. Siempre tuve horror a esa rama del ejército”.
El artista tampoco hablaba sobre sus técnicas o los referentes que seguía, aunque el destino le permitió ser un artista viajero. Un testigo en papeles y lienzos de los contrastes de la humanidad: podía representar a las bucólicas damas americanas que paseaban por la playa luciendo sus trajes de moda, o bien adornando bellos jardines, hasta las mujeres recién independizadas, que aparecen trabajando o descansando, en tiempos de posguerra; a los pescadores y a los niños que juegan en la playa.
Museum of Fine Arts, Boston)
Metropolitan Museum of Art
LA FUERZA NATURAL
En el trabajo artístico de Homer la lucha se manifiesta en variadas metáforas. No sólo por escenarios belicistas, sino también a través del enfrentamiento del hombre con la naturaleza, principalmente sobrellevando la vida en el mar. Pero también en las manifestaciones de la vida salvaje y momentos de caza. Por otra parte, tuvo una sutil manera de reflejar las condiciones de los esclavos recién emancipados, a través de representaciones de trabajadores afroamericanos en Virginia durante la era de la Reconstrucción.
Un año después de cubrir la guerra en Cuba, Winslow Homer pinta The Gulf Stream (1899), otra de sus más emblemáticas obras. Un solitario marinero afroamericano se encuentra resignado en un bote a la deriva, en un mar picado y plagado de tiburones. Hay, en el extremo izquierdo, un barco como símbolo de esperanza y salvación; y en el extremo opuesto, la tormenta huracanada que lo amenaza.
En esta obra se presenta un efecto característico de algunos cuadros de Winslow Homer: son mejores de apreciar si se toma distancia de ellos. De hecho, muy cerca de su firma, en el lado izquierdo inferior hay una inscripción que recomienda: “Ver a 12 pies”.
Homer tenía la costumbre de repintar o retocar sus obras y The Gulf Stream no fue la excepción. El barco que brinda un aire de esperanza fue pintado siete años después, antes de que el cuadro fuera adquirido por el Museo Metropolitano de Nueva York, Met, en 1906.
Volviendo al pasado, cuando The Gulf Stream fue expuesto ante un desconcertado público, le respondió a su marchante M. Knoedler:
Lamento mucho haber pintado un cuadro que requiere cualquier descripción… He cruzado la Corriente del Golfo diez veces y debería saber algo al respecto. El bote y los tiburones son asuntos externos de muy poca importancia. Han sido arrastrados al mar por un huracán. Puede decirles a estas damas que el desafortunado negro que ahora está tan aturdido y sancochado, será rescatado y devuelto a sus amigos y a su hogar, y vivirá feliz para siempre”.
Y a propósito de esa misma obra, que por otra parte recibió rudas críticas, entre ellas que era demasiado anecdótica, también advirtió:
“No dejo que el público meta sus narices en mi pintura”
Lo que revela esta anécdota es la densidad de una pintura que puede despertar en el espectador una historia, la necesidad de saber el desenlace; un drama que despierta la curiosidad y la emoción, como si se tratara de la realidad misma. Algo similar ocurrió con una de sus acuarelas de caza de ciervos, en las que el artista aclara que para el momento de atrapar la imagen, ya el animal estaba muerto.
La sobrevivencia fue para Winslow Homer un leitmotiv en distintos escenarios. The Gulf Stream (1899) corresponde al tiempo de la guerra de independencia cubana, pero también fue fruto de sus viajes de invierno a las Bahamas, donde pescaba y hacía bocetos y acuarelas para convertirlos en pinturas en su estudio de Maine. Esta obra fue la pieza central de la exposición “Winslow Homer: Crosscurrents” (contracorrientes), que inauguró el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York en abril de 2022, y que estuvo abierta al público hasta el 31 de julio. A fines del 2022, la muestra se volvió a exhibir en la Galería Nacional de Londres.
Organizada por Stephanie L. Herdrich y Sylvia Yount del Met, con Christopher Riopelle de la National Gallery de Londres, esta retrospectiva reunió 88 óleos y acuarelas, incluso el cuadro Shooting the Rapids, Saguenay River que quedó inacabado por el fallecimiento del artista a los 74 años, en 1910, a causa de un derrame cerebral. Pero cabe decir que su convalescencia previa no lo alejó de su estudio en Prout’s Neck, ni de la naturaleza que tanto lo inspiró.
UN DESTINO GRABADO
Winslow Homer nación en Boston, Massachusetts, en 1836. Su madre, quien era una artista aficionada a las acuarelas, orientó sus primeros pasos en la plástica, pues desde temprana edad el matrimonio de Charles Savage Homer y Henrietta Benson Homer detectó el talento del segundo de sus tres hijos.
No había escuelas de arte destacadas en Boston, y la actividad cultural era escasa, pero el historiador de arte Nicolai Cikovsky Jr., experto en Homer, refiere en un texto para el catálogo de la National Gallery of Art, Washington, que durante una exposición, el joven Winslow anunció: “Voy a pintar”. Cuando le preguntaron qué tipo de cuadros iba a pintar, dijo señalando una obra de Edouard Frère: “Algo así, sólo que muchísimo mejor”.
En 1857, a los 21 años, el artista había resuelto no volver a trabajar para nadie. Buscaría la forma de independizarse, y por un breve período retomó los estudios en la Academia Nacional de Diseño con el retratista y paisajista romántico Frederic Rondel, a quien se le considera su único maestro de arte. Comenzó a colaborar con la revista Ballou’s Pictorial. Su primera entrega fue la obra Corner of Winter, Washington and Summer Street, Boston que despertó el interés de la crítica en Homer, considerado desde entonces como “un joven artista prometedor de esta ciudad”.
Con los recursos y el apoyo familiar se estableció en Nueva York en 1859, donde abrió un estudio en Tenth Street Studio Building. En esta etapa comenzó a producir dibujos e incluso pinturas al óleo, antes de documentar las líneas del frente de la Guerra Civil para Harper’s Weekly.
MAESTRO DE LA ACUARELA
Homer utilizó la acuarela desde que inició su formación con su madre. Pero al principio le servía como soporte para sus dibujos de grabados y como bocetos para sus pinturas al óleo. Early Morning After a Storm at Sea (1900), definido por el propio artista como “el mejor cuadro de mar que he pintado”, fue concebido de esa manera: existe la acuarela preliminar y luego el óleo. La técnica estaría siempre presente en la obra de Homer para buscar una posición más elevada en las artes plásticas.
El momento crucial en el que Homer comienza a experimentar con la acuarela ocurre en 1867. Ese año, dos óleos de Homer, Prisoners from the Front y The Bright Side fueron elegidos para representar a los Estados Unidos en la Exposición Universal de París. Era la forma de mostrar en Europa un país restaurado y reconstituido.
Homer viajó a la exhibición y decidió quedarse en Francia por diez meses, tiempo que le sirvió para contemplar escenas de la vida campesina. Un viaje que también lo conectó con el arte japonés, que de alguna manera se ve reflejado en sus cuadros de flores de duraznos y jardines, así como también se acerca a los pintores paisajistas de la escuela francesa de Barbizon.
Tenía 37 años cuando comenzó a pintar acuarelas de forma regular, en 1873. Se fue a Gloucester, Massachusetts, y la costa se transformó en un paisaje idílico y armónico: los niños jugaban en la arena y los muelles; las mujeres esperaban el retorno de los pescadores; un mar en calma sostenía los botes de paseo donde los lugareños reposaban…
En 1875, el artista entregaba su último dibujo para Harper’s Weekly, y se presenta en la exposición anual de la Academia Nacional de Diseño con 27 acuarelas. Ese momento de contemplación fue para el artista una revelación, que le hizo afirmar, casi como un decreto:
“Ya verás, en el futuro viviré de mis acuarelas”.
En 1876 el artista es elegido miembro de la Sociedad Estadounidense de Pintores en Acuarelas al cierre de su exposición anual. Refiere la página de Christie’s que en la primavera de 1881, Homer llegó en barco a Liverpool para buscar nueva inspiración en las costas inglesas. De Londres se trasladó a Cullercoats, un pequeño pueblo de pescadores al noreste de Inglaterra, no lejos de la frontera con Escocia, donde permaneció durante veinte meses. Homer se quedó impresionado por las mujeres del pueblo:
“Mira a las pescadoras. No hay ninguna como ellas en mi país en cuanto a vestimenta, rasgos o forma”
A su regreso en 1882, los estudiosos notaron un cambio en su estilo de pintura y elección de sus personajes. Algunos no estaban satisfechos con el resultado final, con las formas que parecían inconclusas. Pero el tiempo rescataría el valor de su estilo y la gama de colores que utilizó para expresar paisajes idílicos o escenas de tensión.
En su vida realizó más de 600 acuarelas, siendo una de las más conmovedoras Where are the boats? (1883), que se subastó en mayo de 2018 por 4.572.500 dólares en Christie’s, así como Fishergirls Coiling Tackle (1881) que obtuvo 4.521.000 dólares en una venta de 2007 en Sotheby’s.
Otra obra que suele ser mencionada es After the hurricane, Bahamas (1889), porque en ella se sugiere el desenlace de aquel desolado pescador en The Gulf Stream, quien finalmente alcanza agotado la orilla. No se quedan atrás aquellas que realizó en Nueva Inglaterra y principalmente en Maine, The Fog Warning (1885) y The Herring Net (1885) y consideradas ambas entre sus mejores trabajos de marinas. Y del mismo periodo se ubica A Garden in Nassau (1885) considerado como uno de sus mejores ejemplos en acuarelas.
Homer supo manejar la intensidad del color en sus acuarelas, para generar perspectiva mediante el uso de colores grises o apagados, en conocimiento de que la distancia tiende a esas tonalidades. Al igual que supo componer en una gama monocromática de azules, grises y negros, tal como lo realizó en una serie sobre el lago St. John, en Quebec, casi como el resultado de una fotografía a blanco y negro.
ADIRONDACK
Sus vacaciones de pesca le permitieron a Winslow Homer seguir experimentando con las acuarelas. En la década de 1880 se estableció con su hermano Charles en las montañas de Adirondack, de Nueva York. Compartían el pasatiempo de pescar con mosca, al hacerse socios del club de caza y pesca North Wood. Más que aprovechar el tiempo para el descanso y el deporte, la membresía le abrió una veta de temas a desarrollar artísticamente.
El paisaje boscoso despertó su sensibilidad, visualizando el deterioro del espacio natural, y la fauna local comenzó a ocupar protagonismo en sus cuadros, principalmente al reflexionar sobre la crueldad o la práctica darwiniana de imponerse sobre la vida salvaje; ciervos, peces, aves quedaban capturados en su agonía a través de sus trazos, situaciones en las cuales el artista llegó a expresar su repudio.
Incluyendo leyendas, como fue el caso de las acuarelas Deer drinking / The Fallen Deer: Un ciervo está bebiendo de un lago, y en el otro cuadro yace muerto. Homer escribió en el anverso: “Just shot. A miserable fucking (algunos textos dicen ilegible) pot hunter” (se podría traducir más o menos. Recién disparado. Un miserable ilegible cazador de trofeos). Adirondack ya no era solamente un destino para el deporte sino un nuevo escenario para su inspiración en la creación de acuarelas y óleos.
Homer no abandonaría la acuarela, aunque siguió alternando sus creaciones al óleo. En el invierno de 1904 visitó por primera vez Homosassa, en Florida. Iba a pescar y también a pintar. Durante su estancia le escribe a su hermano Arthur:
“Aquí hay un clima delicioso, tan fresco como nuestro septiembre: y en pesca es lo mejor de América, hasta donde he podido ver”.
Continuó visitando esos parajes hasta 1909.
VISIÓN FOTOGRÁFICA
Winslow Homer buscaba mejorar su técnica desde distintas opciones. Se conoce que uno de sus libros de cabecera fue un obsequio de su hermano Charles, una copia de Los principios de armonía y contraste de colores, de M. E. Chevreup. Y apuntalada por su experiencia litográfica también utilizó el recurso de la fotografía para reproducir retratos y escenas que eran de su interés.
Entre 1860 y 1861 realizó varios dibujos de Abraham Lincoln y otros personajes de la vida pública a partir de fotos del retratista y estereoscopista Mathew Brady. Pero el cambio en su estilo se percibe años más tarde, cuando adquirió sus primeras cámaras durante su viaje a Inglaterra. También hay evidencias de las fotografias estenopéicas que realizaba en 1895 con una cámara Eastman Kodak, principalmente de paisajes y escenas cotidianas.
TRAZOS AL AIRE LIBRE
Ciertamente, pintar como un fotógrafo en los campamentos de la guerra fue una experiencia que lo mantuvo atado al escenario natural y al aire libre. Lo afirmó el propio artista cuando decía que prefería componer y pintar en espacios abiertos. El poeta americano George Arnold dijo en 1865: “Si deseas verlo trabajar, debes salir sobre el techo y encontrarlo pintando lo que ve“. Arnold no fue el único escritor que estuvo atento a la obra de Homer. Diez años después, durante una exposición en Nueva York, el narrador y ensayista Henry James, considerado uno de los grandes maestros de la ficción moderna señaló:
“Es un pintor genuino; es decir, ve y reproduce lo que ve, es su único cuidado; pensar, imaginar, seleccionar, refinar, componer, caer en cualquiera de los trucos intelectuales con los que otras personas a veces tratan de lograr la aburrida visión pictórica: todo esto el Sr. Homer triunfalmente evita”.
Y entre otras citas aparece esta del mismo autor:
“Bárbaramente simple. Ha elegido las características menos pictóricas de la gama menos pictórica de paisaje y civilización como si fueran cada centímetro tan buenos como Capri o Tánger; y, para recompensar su audacia, lo ha logrado indiscutiblemente”.
en una mañana de pesca
En alguna oportunidad Homer manifestó su preferencia por la pintura al aire libre, y aunque en ocasiones iniciaba sus acuarelas para concluirlas en el estudio, fue fiel a esa representación de los espacios abiertos.
La primera pintura de Homer que fue adquirida por un museo de Estados Unidos fue Fox Hunt (1893), una de sus obras más famosas. Los cuervos acechan al zorro en la nieve. Es la pintura mas grande realizada por el artista (96.5 x 174.0 cm) y fue adquirida por la Academia de Bellas Artes de Pensilvania.
La vida salvaje de Winslow Homer, y su representación en óleos y acuarelas forman parte del testimonio de la modernidad y el cambio de siglo. Testigos de la llegada de la electricidad, de los aeroplanos, del cambio geopolítico de su nación. Temas que le dieron intensidad a su manifestación artística. De las escenas de guerra a los espacios rurales y costeros; de la supervivencia frente a la naturaleza a la imposición de los paisajes marinos de Prout’s Neck.
No faltó tampoco la metáfora del declive, como lo expresa uno de sus últimos cuadros, Right and left (1909), pintado un año antes de fallecer: dos patos se enfrentan al estallido del arma de fuego de un cazador. Uno de ellos va en picada, el otro trata de evitar el impacto. Un momento crucial: la transición entre la vida y la muerte.
Poco se sabe de sus relaciones afectivas. Se menciona una decepción con una dama, a quien pintó en dos oportunidades, antes de que se casara con un escritor y ensayista. La mayoría de sus personajes, fueron seres anónimos. El artista fue principalmente un solitario observador, y en alguno de sus viajes compartió estudio con otros pintores. Su excentricidad impulsó a un crítico decir: “Visitarlo en su estudio es literalmente desafiar a un león en su guarida; porque la fuerza del Sr. Homer como artista solo es igualada por su rudeza cuando no está de humor para que alguien se le acerque” (citado por el periodista Will Grunewald).
El picaporte de su casa en Prout’s Neck era una cabeza de Medusa, con sus cabellos de serpiente, como si estuviera advirtiendo el riesgo de mirar y volverse piedra. Indiscutiblemente fue un personaje reservado. Contundente es la sentencia que le sirvió para responderle a un escritor que escribiría una de sus biografías:
“Como la parte más intrigante de mi existencia no tiene relevancia para el mundo, debo negarme a ofrecerle detalles específicos en referencia a ella”.
Publicado en E s t i l o /online