Frente a las muestras reales del avance del cambio climático: tormentas devastadoras e incendios destructivos y, por los informes poco alentadores de organismos especializados en medioambiente. Surge una nueva visión de la crisis, la de William Nordhaus, premio Nobel de Economía. Afirma que el «pensamiento verde» o ecológico podría curar muchos de los problemas actuales, desde el calentamiento global hasta las pandemias. Esta opción requiere, entre otras, aplicar impuestos al carbono.
Nordhaus, reconocido profesor de la Universidad de Yale, fue galardonado por la academia sueca en 2018 “por haber integrado el cambio climático en el análisis macroeconómico a largo plazo”.
Durante cuatro décadas ha estudiado y escrito sobre el calentamiento global. En los años noventa fue el primero en crear un modelo cuantitativo que describía la interacción entre la economía y el clima a escala mundial. Los modelos de Nordhaus se utilizan para examinar las consecuencias de las políticas climáticas,, por ejemplo, los impuestos al carbono.
En su último libro The Spirit of Green: The Economics of Collisions and Contagions in a Crowded World, Nordhaus abre otras perspectivas al entramado climático. Describe una forma de pensamiento que ayudaría a superar los desafíos sin sacrificar la prosperidad económica. En parte teniendo en cuenta los costos indirectos de las colisiones económicas.
Sostiene el académico que resolver los problemas más grandes del mundo, requiere más que nada, encontrar nuevas formas de gestionar las poderosas interacciones que nos rodean. En el caso de las emisiones de carbono y otros daños ambientales, significa garantizar que los responsables paguen sus costos y no seguir pasandoselos a otros, incluidas las generaciones futuras.
En el reparto de responsabilidades grupales o personales indicó: «Tú como individuo tienes un efecto casi nulo sobre el cambio climático».
Impuestos al carbono, ¿medida efectiva?
Es una constante en William Nordhaus escribir y disertar sobre el tema climático, que le apasiona tanto como la economía.
“Uno de los grandes temas del libro es que en los últimos 200 años hemos desarrollado teorías elegantes y poderosas sobre cómo funciona el sector privado: sus fortalezas, sus debilidades. Vemos a nuestro alrededor los milagros del mercado. Pero esto no se aplica a los bienes públicos. Trato de explicar que en una sociedad bien administrada debemos reconocer la necesidad de acciones colectivas. Así como acciones del sector privado”, señala el académico e investigador a The Washington Post.
Los contagios en el caso del virus, son en cierto modo, el ejemplo más obvio, dice. Al igual que el dióxido de carbono, no puede olerlos, ni verlos ni saborearlos, pero son muy peligrosos. Antiguamente mató, en el caso de la peste negra, a una cuarta parte de la población. No podemos decir: «Dejemos que el sector privado se encargue». Simplemente no funcionará.
Esto surge con mucha fuerza en el cambio climático. Nos encaminamos hacia el uso de herramientas costosas e ineficaces. Podríamos reducir las emisiones de manera mucho más eficiente con menos intervención y una mano mucho más liviana en la economía, agrega. Tras asomar el tema de los impuestos al carbono, pero sin detalles.
En su opinión “hemos puesto el listón muy alto para nuestras aspiraciones. Apuntar a emisiones netas de carbono cero para mediados de siglo es un objetivo muy ambicioso”.
En mi mente, revela, hay un conjunto de políticas gemelas. “Uno es el precio del carbono y el otro es un fuerte apoyo a las tecnologías bajas en carbono. Ambos son necesarios si queremos alcanzar nuestras metas”.
EE UU atascado en algún lugar del siglo XVIII
Nordhaus entabla una analogía entre las crisis sanitaria y climática. “El sector privado tiene incentivos del sistema de patentes para que las vacunas sean rentables para las farmacéuticas. Pero fuimos más allá de eso con los acuerdos de precompra para asegurarnos de que hubiera un mercado fuerte y garantizado por adelantado. Este respaldo ayudaría a estas empresas a recuperar su inversión. Es una forma inusual de estructurar incentivos, pero funcionó asombrosamente bien”, afirma.
En ese sentido, sugiere usar esto para pensar en las políticas de cambio climático. Podemos utilizar herramientas similares para mejorar nuestras tecnologías bajas en carbono. Y creo que deberíamos utilizar la palabra «precio» en lugar de «impuesto al carbono».
Y esto no es solo una cuestión de retórica, es fundamental, asegura. “Lo que realmente queremos hacer es subir el precio de las emisiones de carbono. Si puede conseguirlo hasta $ 100 la tonelada, está haciendo un buen trabajo. No importa si lo hace a través de un impuesto o un sistema de precios y comercio. Canadá tiene un impuesto al carbono. Europa utiliza límites máximos y comercio. Otros tienen regímenes mixtos.
“Creo que es cierto que Estados Unidos está atascado en algún lugar del siglo XVIII, tal vez en el siglo XIX, con los impuestos. El resto del mundo está avanzando y estamos sentados aquí en una isla de negación fiscal. Uno de estos días, la gente se despertará y dirá: ‘Un impuesto al carbono es una buena manera de alcanzar nuestro objetivo de manera eficaz’”, asienta.
Nordhaus cree que es una de las herramientas “más efectivas”. Aumenta los ingresos, reduce las emisiones de carbono y reduce la mortalidad por contaminación del aire. Cientos de miles de personas mueren al año por la quema de combustibles fósiles. Estamos tan cegados por esto que no podemos ver qué es bueno tanto para la salud pública como para la salud fiscal”.
Cero neto de emisiones, un objetivo aspiracional
Nordhaus se detiene a pensar en los informes que aseguran que el camino recorrido tiene desaciertos y obstáculos en las metas climáticas. “Creo que es un objetivo digno insistir en el neto cero emisiones para 2050. Pero es en gran parte aspiracional y no práctico. Todo el modelo económico hasta ahora dice que está en el borde externo de lo posible”.
Con un precio del carbono alto y en aumento, podría llegar a cero a mediados de siglo, refiere. O tal vez no. La mitad de los modelos dice que puede y la mitad de los modelos dice que no se puede. Pero requeriría precios o impuestos al carbono extremadamente altos, en cientos de dólares por tonelada, con prácticamente todos los países participando y cooperando. No es el mundo que conozco.
Definitivamente me veo a mí mismo como realista. Quizás no tan oscuro. Si miras alrededor del resto del mundo, los países están haciendo muchas cosas sobre el cambio climático. Algunas políticas son bastante efectivas y otras bastante poderosas. Casi todos los países tienen un precio del carbono, excepto Estados Unidos y Rusia.
Cuenta el Nobel de Economía que sus amigos de ciencias políticas le dicen: «Mira, nunca se sabe lo que va a pasar. Te acostumbras a la Guerra Fría, luego Nixon se va a China y el mundo cambia «. Creo que las circunstancias externas están cambiando. La gente realmente se ha dado cuenta de la importancia de las nuevas tecnologías y la fijación de precios del carbono como componentes críticos de una política climática eficaz.
Insiste en que “el calentamiento global no es un problema nacional sino global. Es análogo a una pandemia. Para el problema del clima, necesitamos unir a los países. Un acuerdo con incentivos para participar es la única forma de conseguir acuerdos sólidos para retardar el calentamiento. Espero que en las próximas dos décadas veamos un gran avance”, anticipa.