Por Paz Mata
30/04/2017
Es como el rey Midas, transforma en oro todo lo que toca. Sus últimas cinco películas han facturado más de 2.000 millones de euros en todo el mundo y las series de televisión que ha producido (Entourage, Boardwalk Empire y Ballers) han ocupado los primeros puestos del índice de audiencia en Estados Unidos.
A los 45 años, Mark Wahlberg, ceñido en su camiseta negra, marcando músculo, exuda entusiasmo por todos sus poros, recordándonos a ese chaval de la calle, descubierto por Calvin Klein cuando se desfogaba cantando rap. Entonces se hacía llamar Marky Mark y su imagen aparecía en un gigantesco anuncio de calzoncillos que coronaba un rascacielos de la neoyorquina Times Square. Lo demás es ya historia. Hoy Wahlberg ha dado un giro total a su vida, dejando atrás una juventud conflictiva, para convertirse en un hombre ejemplar, padre de cuatro hijos que tuvo con su mujer, la modelo Rhea Durham, y ciudadano comprometido con la sociedad que le vio crecer, la de un barrio obrero de Boston.
Mark lleva un ritmo frenético de vida, ya sea actuando y produciendo cine y televisión como tratando de crear un mundo mejor para niños sin hogar, jóvenes marginados y mujeres maltratadas. A través de sus organizaciones filantrópicas, Mark Wahlberg Youth Foundation y The Good Shepherd Center for Homeless Women and Children, el actor sigue unido a Boston, ciudad que lleva en el corazón y a la que ha dedicado su último esfuerzo creativo, Día de Patriotas.
La cinta, basada en hechos reales, narra los sucesos ocurridos el 15 de abril del 2013 en las calles de la urbe, cuando dos bombas explotaron casi en la línea de meta de la maratón que se celebraba ese día en la ciudad, dejando tres muertos, centenares de heridos y provocando una exhaustiva búsqueda de los autores del ataque. El actor interpreta al sargento de policía Tommy Saunders, que junto con agentes del FBI y el jefe de policía de Boston dirige una carrera contra reloj para cazar a los sospechosos del ataque y llevarlos ante la justicia.
¿Tuvo algún reparo a llevar esta historia tan reciente a la pantalla de cine?
Sí, al principio me preguntaba cómo iban a reaccionar mis paisanos de Boston, pero luego me di cuenta de que esta historia se iba a llevar al cine y prefería hacerlo yo, que soy de allí. Amo esa ciudad donde tengo familia y amigos y conozco muy bien a su gente. Quería honrar a las víctimas.
El título implica un mensaje político. ¿Películas como ésta pueden prevenir este tipo de actos?
Habrá quien lo crea así, pero para mí es sobre todo un film que lanza un mensaje de amor, de solidaridad y de responsabilidad civil, mostrando cómo toda la sociedad de una ciudad se une para ayudar a las víctimas y tratar de encontrar a los causantes del ataque. A mí me ofrece un mensaje de esperanza y me sirve de inspiración. Considerando el mundo en el que vimos, en el que ocurren desastres de este tipo todos los días, sigo pensando que hay más personas buenas que malas y es en lo que prefiero enfocar mis esfuerzos. Entiendo que esta clase de actos no se pueden prevenir o evitar completamente pero viendo cómo respondieron las víctimas del ataque y la comunidad de Boston me recuerda que el amor es algo muy poderoso y espero que eso anime a la gente que vea la película.
¿Ha cambiado la ciudad de Boston desde ese día?
Absolutamente. La gente es ahora mucho más positiva y el sentido de comunidad es mucho más fuerte y poderoso.
¿Participó alguna vez en esa maratón cuando vivía allí?
Como espectador muchas veces, porque la meta está en Boylston Street, situada a 300 metros del colegio donde yo estudiaba. Esa zona la frecuentaba a diario y el día de la maratón no me lo perdía nunca.
Mark nació en el seno de una familia católica en los suburbios de Boston. De padre camionero y madre ama de casa, Wahlberg era el menor de nueve hermanos. Tuvo una adolescencia conflictiva, lidiando con la droga y la violencia callejera que le llevó a muchos enfrentamientos con la policía local. A los 16 años fue condenado por asaltar a un comerciante vietnamita y tuvo que pasar 45 días en una cárcel para menores.
Su vida cambió radicalmente después de su paso por la cárcel. ¿Qué motivó ese cambio?
Mi paso por la cárcel hizo que conociera al padre Flavin, el párroco de mi barrio, y él cambió mi vida. A través de la Iglesia entré en contacto con un grupo de actores y eso hizo que descubriera mi gran pasión y dirigiera mis pasos en esa dirección. A mi salida de Deer Island (cárcel de menores) tomé la decisión de distanciarme de las malas compañías. El problema es que todavía vivía en ese barrio y no tenía posibilidades económicas de salir de allí. En esa zona, si no perteneces a esas bandas, básicamente estás contra ellas, lo cual te complica la vida.
¿Reconectó con la gente de su barrio durante el rodaje de la película?
Sí, reconecté con muchos de los chicos con los que crecí, alguno de los cuales, afortunadamente, ahora lleva uniforme (ríe), ironías de la vida. Ellos son policías y yo trato de que se me perdonen mis faltas. Pero así es la vida, sobre todo cuando creces en barrios marginales donde tienes pocas opciones de futuro y dos caminos a seguir: el correcto y el equivocado. Muchos de aquellos chavales no supieron elegir el bueno y terminaron muy mal.
Hubo una época en la que su nombre siempre iba unido al de Marky Mark. ¿Cómo reacciona cuando se le relaciona con ese período?
¡Qué le voy a hacer! Es lo que es. A uno le gustaría que le juzgaran por su trabajo y por lo que hace en el presente, no por su pasado, pero todos tenemos uno y no lo podemos cambiar. Yo me concentro en mi familia y en mi trabajo y trato de hacer las cosas lo mejor que sé. Espero continuar en esa línea y conseguir el respeto del público.
¿Cómo se protege de un mundo tan turbulento como es el de Hollywood?
Me gusta mi profesión y el cine, pero no es más que un negocio y no tienes que tomártelo como algo personal, cosa que a mí me resulta difícil. Me siento muy afortunado y agradecido por todas las cosas que he sido capaz de hacer a lo largo de mi carrera. Trato de ver las cosas desde el lado positivo porque si me enfocase demasiado en el negativo no conseguiría llevar a cabo nada.
¿Imaginó alguna vez que su carrera iba a tener el resultado que ha tenido hasta la fecha?
No, ni mucho menos. Lo podía haber soñado pero nunca pensar que llegara a ser posible. Como he dicho, me siento muy afortunado por todas las oportunidades que he tenido, pero también es cierto que siempre he estado preparado para trabajar duro y buscar siempre nuevos desafíos que me hicieran crecer como actor.
En los 20 años de carrera, ¿qué papeles son los que más le han desafiado?
De un modo u otro, todos. Para mí lo más desafiante es poder llevar a cabo una película. Para The Fighter, por ejemplo, se tardó en conseguir financiación más de cuatro años. Llevo años intentando hacer American Desperado y a pesar de todo el éxito que he tenido con otros filmes no me está resultando nada fácil hacerlo como quiero y con la gente que quiero.
Está claro que es un gran hombre de negocios. Convierte en oro todo lo que toca, tanto en el cine, la televisión como en otras actividades empresariales. ¿Cuál es la clave del éxito?
Hablar con hombres de negocios que saben lo que hacen, escuchar y aprender de ellos. Además del cine y la televisión he invertido en muchos otros campos como la salud, el bienestar, accesorios, etc. Me gusta estar ocupado pero no por el hecho de ganar más dinero, sino por hacer algo que me apasione y también que ayude a otras personas, como a cambiar de hábitos y vivir de forma sana. No me interesa vender cosas que sean malas para la salud y no invertiría en negocios relacionados con el alcohol.
Ha invertido en un negocio de venta de hamburguesas con tu familia y creado un reality show con ello. ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene trabajar con la familia?
Pensé que era una buena idea para tener a mi madre ocupada, porque tras la muerte de mi hermana estuvo muy deprimida y esto fue una excusa para sacarla de casa y animarla a hacer algo. Ahora vuelve a tener ilusión y un propósito en la vida. Mi hermano Paul también está en ello aunque siempre se lamenta de que no le gusta. El reality dio mucha publicidad al negocio de hamburguesas, pero sobre todo sirvió para unir a toda la familia e hizo que mi madre volviera a ser feliz. Eso es lo más importante.
¿Cuántos locales tienen?
En Estados Unidos tenemos ocho y otro en Canadá. Queremos tener 26 en 2018.
Hablando de familia, con tantas empresas y actividades artísticas, ¿le queda tiempo para estar con sus hijos?
Trato de estar siempre en comunicación con ellos, sobre todo cuando estoy trabajando en una película fuera de casa. Los hijos crecen muy rápido y cuando te quieres dar cuenta ya están fuera de casa y luego te arrepientes de no haberles dedicado suficiente tiempo. Yo intento que ese no sea mi caso. Cuando ruedo fuera procuro no pasar más de dos semanas sin verles. En mi última película me los llevé conmigo. Tuvieron escolarización en la casa donde vivimos el tiempo que duró el rodaje. La experiencia fue bastante buena, pero a mi esposa no le gusta la idea de que dejen el colegio y sus actividades extra escolares. Una profesión como la mía, tiene sus pros y sus contras, pero mi mujer y yo tratamos de que los niños tengan una vida lo más normal posible y siempre estamos a su lado.
Antes decía que la clave del éxito está en escuchar y aprender de personas que saben más. ¿Cuál es su mayor talento?
Creo que tengo don de gentes, persuasión y perseverancia, no suelo tirar la toalla fácilmente. Me gusta dedicarme a lo que realmente me apasiona y eso me permite desarrollar mis talentos.
¿Y qué es lo que más le apasiona?
Mi familia y mi fe. He tenido momentos muy malos, he cometido muchas faltas y errores pero gracias a mi familia y a mi religión, he conseguido enderezar mi vida. La gente y mis hijos me dicen: “¿Por qué trabajas tanto y vas a misa todos los días? No te hace falta.” Mis respuesta es “por supuesto que necesito ir a misa y rezar cada día”. Espero que eso incite su curiosidad por saber por qué tener fe y encontrar a Dios, cualquiera que sea su manifestación, es tan importante. No me gusta forzar a mis hijos a que hagan algo que no quieren, tarde o temprano se rebelarían contra mí y eso es lo que no quiero. Simplemente quiero servirles de ejemplo.