Carlos Sánchez Rey
Hace años conocí una pareja en casa de Bob Wilson, en los Hamptons, que coleccionaba casas de arquitectos insignes. Me quedé perplejo. A pesar de que yo he sido coleccionista, nunca imaginé que hubiese gente que pueda tener ese deseo y capacidad. Marcel Breuer, Alvar Aalto o Frank Ghery eran algunos de sus trofeos. Ahora redescubro la misma sensación en España emergiendo en los bosques del Matarraña y no me lo quiero perder
Nos ponemos en camino. Elegimos un Porsche Taycan eléctrico, sedoso y atigrado, que nos lleva con brío a un destino cierto. Se desliza por el asfalto obediente al pedal y fiel a su carácter. Conducirlo es un viaje en sí mismo.
Llegamos. La zona luce una combinación de verdes en continuidad. Apenas dejan ver otros colores, salvo al azul intenso del cielo. Un mar de sensaciones y de hojas que se balancean en un vaivén caprichoso nos hipnotiza y nos hace entrar en trance.
Los picos montañosos por doquier de la orografía dibujan una silueta caprichosa. En este paraíso se anclan dos casas de autor y doce proyectos que esperan por hacerse pronto realidad. Solo Houses. Un sueño que tiene como protagonistas a Christian Bourdais y Eva Albarrán, su mujer. Dos galeristas de arte que han hecho de su inquietud cultural su leit motiv.
Mecenas de lo bello en formatos no convencionales, su olfato los dirige hacia los artistas emergentes internacionales con mayor proyección tanto en el campo del arte como en el de la arquitectura. Su idea de dar carta blanca a los arquitectos se basa en un riguroso ‘no intervencionismo’ del cliente. El arquitecto es soberano en cualquier decisión que tome para el diseño sin importar cuán arriesgada sea.
Recorremos con el visionario el círculo de la casa donde pasan unos días, la que diseñara el estudio Office KGDVS como si de Aurobindo se tratara y la emoción visual se apodera de nosotros en forma de luz, materiales, sentido espacial o exploración de nuevos lenguajes constructivos. Parte del mobiliario está concebido ad hoc para armonizar en el conjunto como un todo, menos el monopatín con el que Christian y sus hijos se mueven entre áreas.
Un cubo de hormigón
La otra casa, obra de Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen, es un cubo de hormigón sobre un pilar que despliega aperturas al paisaje de un tamaño descomunal. Unos ventanales enormes se deslizan para facilitar la comunión con el horizonte y adentran la belleza en la retina al confort del hogar.
Fredericia hace las delicias de este zigurat invertido salpicando con parte de su icónico mobiliario el gris imperante en todas las estancias. La entrada se hace por una escalera gemada que se desdobla de forma triangular al abrazar el pilar que sustenta la retícula.
Nada más acceder, nos topamos con dos cristales a través de los que se puede apreciar el agua de la piscina que es el elemento central inserto y desde donde se vertebra el resto de la casa. Una extravagancia imaginativa sin parangón, una locura fantástica que nos emociona hasta la médula.
En complicidad con la luna plena
No contentos con este ejercicio de coleccionismo, se han valido de las doscientas hectáreas que tiene su finca para sembrar esculturas de los artistas internacionales más reconocidos –Ivan Argote, Foerster, Donna Huanca– en las ubicaciones más precisas para dejarnos boquiabiertos.
Contemplar la naturaleza en todo su esplendor, abrazando con mimo estas obras de arte, es sin duda una experiencia de carácter místico. Especialmente si la luna tiene a bien lucirse plena como ocurrió en nuestra visita. Un mar de sensaciones en calma que ningún amante de lo bello debería perderse.
Magia domesticada
Como toda la zona nos tiene enamorados, nos quedamos unos días en el hotel Torre del Marqués que consigue recoger toda la magia de la zona y domesticarla en dos edificios ensamblados para vivirla con la comodidad de un 5 estrellas.
Una antigua casa del marqués de Santa Coloma sirve como excusa para añadirle un apósito en barro, paja y cal existentes entre los escombros, que que no desdice del edificio al que besa sino que lo amplía con orgullo evidenciando que el siglo XXI ha pasado por ahí. El mismísimo Tadao Ando se habría sentido satisfecho de firmar este elemento arquitectónico que se superpone a la piedra y obliga a la mirada a resbalar en sus volúmenes. Pura poesía.
Levantarnos por la mañana y abrir la ventana solo es comparable a desayunar su belleza desde sus ventanales en forma de productos de la tierra siempre frescos. Dispuestos en la mesa, la gama cromática nos recuerda los bodegones de Sánchez Cotan con un paisaje de telón de fondo que bien podría pertenecer a la Toscana italiana.
Un sin fin de adjetivos se agolpan apresurados en la cabeza del visitante para procurarle curiosamente una tranquilidad perdida, y de otra época. Sin duda un búnker de alegría desde el que explorar este universo.
También descubrimos una ruta gastronómica, porque puede calificarse así, que nos muestra una cocina auténtica y cercana y así degustamos :
Torre del Visco
Un Relais Châteaux apartado del mundanal ruido. Una vez en este recóndito secreto culinario, nos sumergimos en un oasis de vegetación domeñada al modo inglés, como el país de la dueña, que ha puesto especial énfasis en el cultivo las rosas.
Ninguno de los siete pasos del menú nos dejó indiferentes. Presentados con elegancia y conocimiento cada sabor se explica por sí mismo, acunado en plata inglesa. Satisfacción es lo que queda en boca tras la sorpresa de este descubrimiento. Hace tiempo que no encontraba tanta verdad detrás de unos fogones.
Fábrica de Solfa
Un restaurante a la sombra de un puente romano en Beceite, un pueblo de orografía caprichosa y casas fielmente restauradas y respetuosas con su conjunto. Desde su ventanal, el ojo del omnipresente puente juega un papel de observador quasi cinematográfico mientras platos de elaboración esmerada y sorprendente presentación son el escaparate de una selección de productos de km0 bien escogidos y mejor trabajados. Uno tras otro van configurando un menú de 7 o 12 platos que te deja satisfecho y con la sensación de estar comiendo SSS, sano, sabroso y saludable.
La Atalaya del Tastavins
Dentro del hotel Torre del Marqués, brilla con luz propia esta cocina de farm to table que se abastece de su propio huerto. Han actualizado sus recetas antiguas quitando el gluten y la lactosa de la carta para mejorar la digestiones y vivir una experiencia absolutamente saludable. De sus tres menús se pueden elegir primero, segundo y postre.
Las berenjenas con queso de cabra trufada, las croquetas de cecina y mermelada de melocotón o el pulpo con mortero de patata dejan un regusto en boca solo comparable al que dejan sus vinos cosechados en la misma finca. Un regalo para el paladar
Baudilio
A los fogones de este templo de la cocina de proximidad en la zona encontramos a Fabiana, una argentina que vive desde hace diez años en Valderrobres donde desarrolla su inmensa capacidad imaginativa.
Se abastece de su propio huerto, del Delta del Ebro para el pescado y del resto de productos en la los alrededores más cercanos. Con ello no es difícil adivinar un producto que no puede ser más fresco al que unimos un expertise en la elaboración de los mismos y una presentación más que cuidada. Los sabores que maridan perfectamente con los vinos autóctonos son explosivos por lo sorprendentes y bien atemperados y por la combinación de sensaciones en boca que consiguen. Una realidad onírica en el paladar del comensal que le traslada directamente a la alegría de comer.
Dos menús degustación uno con seis pases y el otro con ocho dejan con el deseo de volver lo antes posible a vivir el mundo de emociones que Fabiana desde su conocimiento y su cercanía propone. Cocina hecha con amor.
Regresamos a casa totalmente entregados a este Parque Natural des Ports en Matarraña al que volveremos porque es un tesoro constante por descubrir y vivir.