La decisión que tomaron en Dinamarca de acabar con la población de visones debido a una mutación del SARS-CoV-2 ha dejado imágenes perturbadoras y también un choque de posturas de índole moral y ético, pero también político y sanitario. Son miles de cadáveres que se amontonan mientras los operarios siguen sacando de sus jaulas a los animalitos que serán sacrificados. Es el primer país que ordena la matanza total de los visones.
Es una medida que también se plantearon en otras naciones de Europa, como Holanda, y que refleja la situación de crisis de la industria peletera. Sin embargo, el cierre de estas granjas de pieles cuenta con el apoyo de varios sectores de la sociedad. Sobre todo de quienes se oponen al sufrimiento animal y sostienen que con la muerte de estos animales se obtendría el cierre de esta industria, pero, ¿realmente es la solución definitiva a este problema? ¿Solución final, hornos crematorios, cámaras de gas?
Acabar con la vida de los visones, ¿una solución ética?
Cuando un problema se relaciona con una actividad que no tiene ética, probablemente la solución no logre evadir los dilemas morales. Es la visión de Marta Tafalla, profesora de Filosofía y Estética de la Universidad Autónoma de Barcelona. La matanza de visones en Dinamarca funciona como un ejemplo claro de cómo el ser humano contribuye con la creación de problemas para los que difícilmente puede encontrar un buen final.
El contagio de los visones con la COVID-19 se dio por la industria peletera, «una barbaridad en sí misma». Pero va más allá, también se trata de la cría de una especie de otro continente para comercializar su piel. Es un sistema de sufrimiento animal que puede ocasionar un desorden en los ecosistemas y que, por tanto, no tendrá un buen remedio. Para Tafalla no hay solución justa para algo así.
Pero el sacrificio de los visones, a pesar de todo, es la única salida debido a las cualidades del animal. Dejarlos en libertad supondría una amenaza para los ecosistemas por ser una especie exótica e invasora. Desde el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), explican que el visón americano, que es el que comúnmente se usa en la industria peletera, supone un peligro para la supervivencia del visón europeo, del que solo quedan 500 ejemplares silvestres en toda España, donde también han informado de contagios en las granjas de visones.
Si se liberan estos animales en el contexto actual de pandemia, no solo alterarían el entorno natural, sino que se correría el riesgo de sigan expandiendo la COVID-19 entre la fauna española. Además, devolverlos a sus hábitats naturales en América tampoco es una alternativa que se pueda sostener desde el punto de vista económico y ecológico.
La cantidad de visones que se crían en Europa actualmente en las granjas peleteras supera por mucho el millón. Reintroducir ese volumen de animales también podría afectar los ecosistemas de Estados Unidos y México, de donde son originarios. Pareciera que las únicas soluciones que quedan son las que están tomando en Holanda y Dinamarca. En el primero optaron por sacrificar los visiones de las granjas donde hay los brotes para después cerrar el sector en todo el país. En el segundo decidieron sacrificar toda la población .
El Fondo Mundial para la Naturaleza plantea el cierre definitivo de las granjas peleteras incluidas las casi 40 que funcionan en el territorio español.
¿Una medida realmente necesaria?
Cuando la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, comunicó la decisión sacrificar 17 millones de visones por una mutación del SARS-CoV-2, aseguró que el virus mutado suponía un «riesgo para la eficacia» de una futura vacuna. Sin embargo, días después Gobierno admitió que no cuenta con base legal para ordenar el sacrificio de todos los visones.
Frederiksen le propuso al Parlamento una ley que no tuvo el apoyo necesario para aprobarse de manera inmediata, por lo que ahora solo puede recomendar que se cumpla el sacrificio. Aunque su postura se mantiene: se trata de un problema de salud y los visones deben ser sacrificados.
A los científicos daneses les preocupa que esta sea una mutación específica menos sensible a los anticuerpos protectores. Un hecho que pondría en riesgo la efectividad de una posible vacuna. Sin embargo, el propio ministro de Sanidad, Magnus Heunicke, aseguró que todavía no hay suficientes datos para creer que esa mutación causa síntomas más graves de la COVID-19.
Tras esta «confusión», la comunidad científica no tardó en expresar su posición. El profesor Francois Balloux, director del Instituto de Genética de UCL, criticó que se crea que algunas mutaciones en visones cambiarán las cepas que circulan entre humanos, cuando existen miles de mutaciones emergiendo constantemente.
Para él, que ha analizado las mutaciones, no hay pruebas de que supongan una preocupación para los humanos. Calificó de «idiota» justificar que la mutación podría afectar la eficacia de una vacuna, «ya que las mutaciones frente a la vacuna pueden suceder (o no) en el futuro si estas son beneficiosas para el virus una vez que la vacuna esté desarrollada».
El maltrato animal y sufrimientos no contabilizados en el libro de ganancias
Los visones iban a morir, sin importar si era por cuestiones sanitarias o comerciales, sostienen quienes exigen el cierre de la industria peletera. Los defensores señalan que el sufrimiento animal que abunda en el sistema de producción peletero. Estos animales carnívoros que tienden a vivir cerca de ríos o lagos los enjaulan en espacios reducidos y sin fuentes de agua. En estas circunstancias de cautiverio suelen desarrollar comportamientos de autolesiones, un camino tortuoso que antecede a su muerte.
Terminan sacrificados en unas cadenas de producción en las que usan su piel para reconversión textil. Quedan reducidos a un bolso, una bufanda, un abrigo. Se convierten en bienes de lujo que no están al alcance de todos y que tiene que ver con una idea que se remonta a cuando las personas de clase alta usaban la caza de animales para exhibir su poder y dominio sobre la naturaleza. Una forma simbólica de decir que se está por encima de los demás. ¿A qué costo para la naturaleza que somos todos?
Existen alternativas para fabricar abrigos sin sufrimiento animal. No es necesario sacrificar millones de animales cuando se pueden fabricar artículos con elementos sintéticos y vegetales. Quienes repudian el sacrificio animal creen que el fin de las granjas peleteras evitará que se sacrifique millones de visones al año.
La COVID-19, el posible fin de las granjas peleteras
Entonces, ¿podrá el virus conseguir lo que durante años de lucha no han logrado asociaciones ecologistas? Ciertamente se trata de un giro inesperado que la pandemia ocasione la prohibición definitiva de la cría y explotación de visones en granjas de producción peletera.
El coronavirus ya consiguió que Holanda adelantara el cierre del sector a 2021. Un equipo de investigación de brotes que ha realizado una minuciosa labor de vigilancia sanitaria determinó la extrema rapidez con que se transmite el virus entre los visones. Una vez que la COVID-19 está en la granja, los contagios se diseminan de manera explosiva. Todos los animales pueden contagiarse en pocos días. En consecuencia, trabajar en una granja de visiones supone un alto factor de riesgo para sufrir COVID-19. El 68% de los trabajadores y sus familias se contagiaron.
La situación apunta a que los visones podrían convertirse en reservorios de la enfermedad y es preocupante. Sobre todo porque cuando se consiga controlar la transmisión del virus entre personas, no se puede correr el riesgo de que existan animales que sigan transmitiéndolo.
Quizás no se trate entonces de sacrificar a toda la población, sino de implementar programas de vigilancia sanitaria en las instalaciones donde se críen mustélidos. Es imprescindible y urgente la cooperación efectiva entre los profesionales de sanidad animal y de salud pública.
De hecho, el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés), pidió a los países del continente introducir medidas de control y prevención; además de aumentar los test a animales y personas como respuesta a los brotes de la COVID-19 en granjas de visones.
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