La pandemia de la COVID-19 no solo llegó para sacudir los sistemas de salud de todo el mundo y hundir la economía, también ha incidido en el agravamiento de otros problemas existentes. La ganadora del Premio Nobel de la Paz Nadia Murad alerta que en el contexto de los estragos del SARS-CoV-2 se han incrementado el tráfico de mujeres y la violencia de género.
Toques de queda, confinamientos y restricciones de viaje impuestas por los gobiernos para frenar la expansión del virus han tenido consecuencias «no deseadas en mujeres de todo el mundo», enfatizó. La activista de 27 años de edad fue víctima de esclavitud sexual a manos de combatientes del grupo terrorista Estado Islámico, en Irak.
El mundo se puso en pausa, pero la «explotación y brutalidad» contra los más vulnerables no se detuvo. Nadia Murad denunció que numerosos países han registrado un incremento en los reportes de violencia doméstica desde que comenzó la crisis sanitaria.
La pandemia y el aumento de violencia contra la mujer
Con las órdenes de confinamiento, las tensiones en el hogar se han intensificado. Es una situación que aumenta el tráfico de personas, lo hace más clandestino, más lejos de la vista de las autoridades. La activista alertó que al mismo tiempo los recursos dedicados a la prevención, rescate y rehabilitación se han agotado o se utilizan en otras urgencias.
La salud y la seguridad de las mujeres peligra. Sobre todo porque ahora es más complicado acceder al apoyo psicológico y atención sanitaria, y también a los cuerpos de seguridad.
Murad, integrante de la minoría yazidí de Irak, fue una de las miles de mujeres y niñas que capturaron y obligaron ser esclavas sexuales por los extremistas de Estado Islámico en 2014. La milicia radical asesinó a su madre y a sus seis hermanos Pero logró escapar y se convirtió en activista tras encontrar refugio en Alemania. Ahora alza su voz en defensa de las mujeres y niñas.
Riesgos que enfrentan niñas y mujeres
Aparte de cobrarse vidas, la COVID-19 está planteando riesgos de protección importantes para mujeres y niñas. Muchas se ven forzadas a abandonar sus hogares, de acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados, además de correr el riesgo de sufrir violencia doméstica.
Muchas pueden terminar confinadas en sus hogares o lugares de acogida, atrapadas con sus agresores y sin la oportunidad de distanciarse o de poder pedir ayuda. Otras, incluidas quienes no cuentan con documentación o quienes han perdido los medios de vida precarios de los que dependían como resultado de los efectos de la COVID-19 en algunas economías, pueden verse obligadas a recurrir a la prostitución o matrimonios infantiles forzados, empujadas por sus familiares.
Dentro de los hogares también muchas mujeres asumen con más frecuencia cargas como cabezas de familia. Además, para las supervivientes de violencia y para quienes están en riesgo de sufrirla, otra de las consecuencias de la COVID-19 también puede ser el acceso limitado a recibir ayudas como servicios psicosociales, de salud y de seguridad.
Las restricciones de movimiento y las medidas de contención impuestas dificultan a las mujeres poder acceder a estas ayudas; mientras que algunos servicios como alojamientos seguros se han suspendido de forma temporal. Se han cerrado o simplemente se usan para otros fines.
En defensa de los derechos
Gillian Triggs, alta comisionada auxiliar para protección de Acnur, detalla que para proteger la vida de niñas y mujeres los gobiernos deben trabajar en conjunto con las agencias humanitarias y trazar estrategias conjuntas de prevención, respuesta y reconstrucción por la COVID-19, tomando en cuenta los riesgos de violencia que enfrentan.
Se requiere que los gobiernos garanticen que los servicios críticos para las personas supervivientes de violencia de género sean considerados como esenciales y accesibles. Incluidos servicios de salud y seguridad, apoyo psicosocial y alojamientos seguros; además de acceso a la justicia, que tampoco debería reducirse, y no menos importante, la educación.
«Todas las mujeres y niñas tienen el derecho a vivir una vida libre de cualquier forma de violencia. Debemos apoyarlas», fue el mensaje de António Guterres para instar a los gobiernos a que prioricen la seguridad de mujeres y niñas en su respuestas a la pandemia.
El impacto de la pandemia de la COVID-19 en la trata de personas
En el delito de trata de personas, los delincuentes están ajustando sus modelos de actuación a la «nueva normalidad» impuesta por la pandemia, especialmente a través del uso de nuevas tecnologías.
De hecho, la Organización de las Naciones Unidas advirtió que la trata de personas y la explotación ha aumentado. Niñas y mujeres son las que corren mayor riesgo de caer en las manos de mafias y traficantes.
«La pandemia de la COVID-19 ha expuesto y exacerbado muchas desigualdades en todo el mundo, y ha traído a millones de personas a correr un mayor riesgo de ser objeto de trata con fines de explotación sexual, trabajo forzoso, matrimonio forzado y otros delitos», advirtió Guterres.
Algunos de los factores que también pueden estar incidiendo en esta situación son pérdida de empleo, aumento de la pobreza, cierre de escuelas. Y algo novedoso, el incremento de interacciones a través de Internet estaría aumentando las vulnerabilidades y abriendo oportunidades a los grupos de delincuencia organizada.
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