Las empresas han recortado salarios y contrataciones, y millones de egresados universitarios enfrentan grandes dificultades al ingresar al mercado laboral
Varios episodios de ataques violentos se han registrado en los últimos meses en China y están asociados a un clima de tensión social y a un malestar por el comportamiento errático de la economía. Estos hechos están desafiando la reputación de Pekín en materia de orden público y provocando un examen de conciencia sobre el estado de la sociedad.
A mediados de noviembre un hombre atropelló con su coche a una multitud en un complejo deportivo de la ciudad sureña de Zhuhai, matando a 35 personas e hiriendo a 43, según cifras oficiales.
A este sonado caso que conmocionó a la sociedad china lo han seguido otros igualmente graves y de alto impacto. Un hombre de mediana edad usó un cuchillo y un arma de fuego para matar al menos a 21 personas en la provincia oriental de Shandong en febrero. Y, otro hombre de 55 años embistió con un auto a una multitud en la ciudad central de Changsha en julio, matando a ocho, tras una disputa por una propiedad. Otras masacres se han producido durante el año levantando estupor y análisis por parte de expertos de distintas disciplinas.
Algunos manifiestan preocupación por el estancamiento del crecimiento y, si este factor, ha jugado un papel determinante en alimentar el malestar e incluso estallidos de violencia y protestas en las calles. En respuesta a estos eventos, las autoridades se han movilizado para detectar esos focos y evitarlos. Mientras, los censores de Internet han eliminado comentarios sobre las debilidades de la segunda economía más grande del mundo.
Tensión social y violencia en China
El zar de seguridad del Partido Comunista ordenó el mes pasado que se hicieran esfuerzos a nivel nacional para “resolver los conflictos desde la base y cortarlos de raíz”. El fiscal principal del país instó a los funcionarios a proteger mejor los derechos de los trabajadores de bajos ingresos y los graduados en busca de empleo. Así como los grupos vulnerables como los ancianos como una forma de “prevenir estrictamente que ocurran casos extremos” y deriven en tensión social en China.
Las autoridades también desplegaron tropas paramilitares para ayudar a proteger algunas escuelas en Pekín y otros lugares. Después de que algunos ataques recientes aparentemente apuntaran a estudiantes.
En su última reunión de este mes, recoge The Wall Street Journal, el Politburó de élite del partido reconoció implícitamente la conexión entre las dificultades económicas y el malestar social. Ordenó a los funcionarios “proteger los medios de vida de la gente” con el objetivo de “garantizar la estabilidad general de la sociedad”.
Los retos que encara Xi Jinping son grandes. Millones de jóvenes chinos luchan por encontrar trabajo. Los propietarios de viviendas han visto caer el valor de sus propiedades, mientras que otros temen que los promotores, cargados de deudas, no terminen de construir los apartamentos que compraron. Muchos trabajadores migrantes e incluso algunos empleados del gobierno no están recibiendo sus salarios.
El gigante asiático se prepara para el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, con las promesas de imponer fuertes aranceles que probablemente aumentarán aún más la presión sobre la economía china.
Traspiés de la poderosa economía china
Ante la creciente tensión social y el malestar público en China, los líderes están intensificando las medidas de seguridad y reprimiendo las opiniones discordantes sobre la salud económica del país.
Algunos datos pueden arrojar ideas de cómo se ha llega a esta situación en China. En 2004 su economía surgió como una fuerza global avasallante. Entonces un grupo de investigadores empezó a realizar encuestas a escala nacional para pulsar el auge. Se les preguntaba a los chinos si, desde el punto de vista económico, estaban mejor que cinco años atrás.
El porcentaje de quienes se sentían más adinerados aumentó cuando se les encuestó cinco años después y de nuevo volvió a incrementarse en 2014, cuando alcanzó un máximo del 77%. En 2023, cuando se les hizo la misma pregunta a los encuestados, esa cifra descendió al 39%.
Los resultados de esa encuesta, titulada “Salir adelante en la China actual: del optimismo al pesimismo”, reseñada por The New York Times, exponen una nueva realidad. La economía china se enfrenta a una crisis sin precedentes desde que se abrió al mundo hace más de cuatro décadas. El repunte posterior a la pandemia, que se suponía que iba a revitalizar la economía, no ha sido muy significativo.
Hace unos años, Pekín decidió liberar su economía de la dependencia del frenético mercado inmobiliario. Un sector que había apuntalado los ahorros de las familias, así como el sector bancario chino y las finanzas de los gobiernos locales. Ahora, el sector inmobiliario está en crisis. Los promotores de bienes raíces colapsaron, dejando deudas, inversiones fallidas, departamentos sin vender y puestos de trabajo perdidos.
Las empresas que soportaron el impacto de las medidas draconianas de la pandemia han recortado salarios y redujeron las contrataciones. Y la población china ha disminuido durante dos años seguidos.
Crecen las protestas y los disturbios públicos
En un país donde la mayoría de la gente solo conocía el rápido crecimiento de la economía y la mejora de las condiciones de vida, la confianza se está erosionando.
Esta tensión social generalmente se originó en problemas localizados en China, como salarios impagos y confiscaciones de tierras. Pero el disenso reciente también refleja la desilusión entre muchos chinos jóvenes y de clase media que enfrentan perspectivas económicas más sombrías, dijo a WSJ Christian Göbel, profesor de la Universidad de Viena que investiga las relaciones entre el Estado y la sociedad en China.
“Si el partido no puede proteger a su gente ni hacer crecer la economía, hay un problema para el partido. Y estas son dos cosas en las que ha puesto su legitimidad”, agregó Göbel.
Aunque las autoridades han dejado de publicar desde hace tiempo estadísticas sobre “incidentes masivos”, los activistas que siguen los disturbios en China dicen que sus datos parciales indican tensiones enconadas. China Dissent Monitor, una plataforma dirigida por el grupo de defensa de derechos humanos Freedom House, con sede en Washington, ha seguido el tema social de cerca.
La plataforma ha rastreado más de 7.000 casos de disturbios públicos en todo el país durante los últimos dos años y medio. Con más del 46% de los incidentes relacionados con protestas de trabajadores y más de una cuarta parte involucrando a propietarios.
Al rastrear las redes sociales, los informes de noticias y otras fuentes, la firma documentó un marcado aumento en las protestas públicas este año. Impulsadas principalmente por quejas económicas como salarios impagos. Proyectos de vivienda estancados y demandas de reembolsos de empresas fallidas, detalló Kevin Slaten, investigador de Freedom House que supervisa China Dissent Monitor.
Restricciones a las protestas
China Dissent Monitor contabilizó en octubre, 435 protestas, la cifra mensual más alta desde que comenzó a rastrear dichos datos. Y la primera vez en aproximadamente dos años que la plataforma registró más tensión social y protestas en China relacionadas con la propiedad que casos de disturbios laborales.
“El partido puede optar por hacer un mayor uso de un poderoso aparato represivo que ha construido y en el que ha invertido durante décadas. Pero eso también conlleva el riesgo de una reacción violenta”, dijo Slaten.
La disidencia hoy es aún más sorprendente. Secuela de la acción del gobierno de Xi que ha endurecido las restricciones a las protestas de cualquier tipo. Incluidas las económicas impulsadas por disputas laborales o financieras que no son abiertamente políticas.
Xi también ha puesto un mayor énfasis en la prevención de disputas. En particular a través de lo que él llama una versión actualizada de la “experiencia Fengqiao”. Una práctica de la era Mao de movilizar a los locales para monitorear sus propias comunidades y mitigar las tensiones sociales en su origen, dicen los académicos.
Los recientes ataques son ejemplos de lo que puede ocurrir cuando esa estrategia fracasa. Además del hombre que mató a 35 personas al atropellar con su coche a una multitud en un estadio deportivo de la ciudad sureña de Zhuhai se han sucedido otros hechos violentos.
Días después, ocho personas fueron asesinadas en un ataque con cuchillo en una escuela vocacional por un exalumno. El joven se había sentido frustrado por haber reprobado un examen y por el salario que recibió durante una pasantía. En las últimas semanas, algunos padres de niños en edad escolar han notado una mayor seguridad en las escuelas primarias de Pekín. Las autoridades han desplegado agentes de policía paramilitar, según las redes sociales.
Débiles los indicadores económicos
Alibaba, la mayor empresa china de comercio electrónico, dijo que las ventas de su negocio nacional de compras en línea se desplomaron un 1% en primavera. Las ventas en taquilla de las películas de verano en China han caído casi a la mitad con respecto al año pasado, según Maoyan, un proveedor de datos de entretenimiento. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos pronosticó en agosto que los consumidores chinos reducirían la compra de carne de cerdo. Optarían, a cambio, por carne de vacuno más barata debido a las presiones económicas.
Varias empresas extranjeras que en su día incursionaron en China para aprovechar el auge económico se están replegando. El mes pasado, la cadena de tiendas de belleza Sephora, filial del grupo francés de lujo LVMH, anunció un recorte de personal debido a las “dificultades del mercado”. IBM anunció que cierra sus dos centros de investigación y desarrollo en China.
El gobierno chino ha mostrado alarma restringiendo el acceso a los datos sobre los mercados y la economía. El año pasado, suspendió la publicación de los datos de desempleo juvenil cuando la cifra alcanzó máximos históricos. Este año ha vuelto a distribuir la información, con una nueva metodología que ha rebajado las cifras.
Para acallar el debate sobre una crisis económica de gran envergadura y el disparo de tensión social y violencia, las autoridades han realizado algunas advertencias a los economistas. Piden que no establezcan comparaciones públicas entre los problemas de China y el colapso de la burbuja inmobiliaria japonesa impulsada por la deuda en la década de 1980, que lastró su economía durante décadas.