Se suele afirmar que tras un divorcio las culpas son compartidas. En el caso de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias el matrimonio ni se ha consumado.
El fracaso de la investidura es un serio revés para Sánchez, quien tras su victoria en las elecciones de abril, veía un panorama despejado, dirigiendo el país desde la Moncloa para los próximos cuatro años.
Como hace tres años, en otra investidura fallida, la responsabilidad de esta nueva frustración, ha venido de la mano de Unidas Podemos. La formación morada tenía la posibilidad, a pesar de unos resultados electorales pésimos, de entrar por primera vez en el gobierno de España. En esta ocasión ha rechazado incomprensiblemente la oferta de los socialistas.
Lo que mal empieza, mal termina. Y es lo que ha ocurrido en las negociaciones tardías y de última hora entre Sánchez e Iglesias.
Las pretensiones y los egos de cada uno han terminado por romper una cuerda demasiado tensada. Pero lo más grave es que han quebrado la ilusión de millones de votantes que tras depositar su voto en las urnas, reclamaban un gobierno de izquierdas y progresistas.
Sánchez vuelve a la Moncloa como presidente en funciones, mientras que Pablo Iglesias quizás no haya considerado la factura política que va a pagar, por no haber llegado a un acuerdo.
La miopía política, la falta de pragmatismo y de visión política, han frustrado cualquier entente y confirmado como la izquierda aunque gane casi siempre finalmente pierde.
Se vuelve al punto de partida pero esta vez con heridas profundas que van a costar cicatrizar. La falta de sintonía y sobre todo de confianza, entre los dos líderes, deja marcas profundas para que se pueda volver a reconsiderar de nuevo una alianza que ha saltado por los aires.
Queda todavía tiempo para enmendar la situación. La política es también el arte de volver a empezar.
De todas maneras la desilusión y el espectáculo bochornoso que se ha dado en el Congreso, va a dejar huellas profundas en la ciudadanía.
Ir a las elecciones sin intentar reconducir lo ya andado, supondría otro gran fracaso para toda la clase política.
Solo podemos pedir que no hagan más el ridículo.
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