No fue ni golpe de Estado ni rebelión. El Tribunal Supremo ha sentenciado y minimizado las graves acusaciones que pendían sobre los dirigentes independentistas.
Se podrá considerar como muchos piensan que las penas a los principales acusados del Procés son desorbitantes o desproporcionadas. En todo caso y aunque algunos también las consideran insuficientes, todos tienen que acatar esta sentencia.
Como era de esperar y de lamentar la resolución del TS, ha provocado graves incidentes en todo Cataluña y especialmente en Barcelona donde la línea roja entre pacifismo y violencia se ha cruzado con consecuencias que pueden ser imprevisibles.
El independentismo debe saber que la violencia solo les perjudica y exclusivamente a ellos.
Tsunami o simple volcán lo veremos en los próximos días. Pero la gran pregunta que nos hacemos todos; es “y ahora qué?».
Los ánimos están muy alterados y lo primero que tenemos que apuntar es que todos estos acontecimientos son resultantes de un gran fracaso político. De un fracaso que se debía haber evitado hace tiempo.
La tensión y desagravios por ambas partes no son buenos consejeros para la serenidad y la reflexión que permitan conducir hacia la vía del diálogo, más aun en un contexto de campaña electoral.
Aquí no se trata de buenos y malos ni afirmar que con los nacionalistas no se puede pactar ni negociar como afirma Albert Rivera.
Es evidente que el desafío que plantea la mitad de los catalanes es un pulso en toda regla a todo el país.
Sin embargo, y a pesar de las dificultades que no son mínimas hay que seguir apostando por el diálogo y el acuerdo. Es decir la negociación política.
Será cuestión de tiempo pero no hay otra salida. Uno de los puntos de inflexión además de solucionar la situación de los presos del Procés, sería volver al punto de partida del Estatuto catalán aprobado por la gran mayoría de los catalanes en el 2006.
Es más que probable que nada se resuelva ni se empiece a resolver antes de la cita electoral del 10 de noviembre o de las presumibles nuevas elecciones en Cataluña.
Queda pues todo en el aire. Pero a buen seguro ni el 155 ni el estado de emergencia, como pretende aplicar la derecha, son la solución ni a corto ni a largo plazo.
Por cierto Sr. Quim Torra ¿a quién defiende usted a los violentos o a los Mossos de Esquadra? ¿A la barricada o el orden público?.
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