No cabe la menor duda que el President de la Generalitat, Quim Torra, se ha instalado en la bronca permanente. En la política del cuando peor mejor orquestada desde Waterloo por Karl Puigdemont.
La absurda y controvertida polémica en torno a los lazos amarillos colocados en las instituciones y que la Junta Electoral Central ha ordenado retirar, ha servido para que durante toda la semana Quim Torra, mantenga un nuevo pulso con el Estado de derecho e intente, una vez más, justificar, mediante la supuesta libertad de expresión un victimismo que roza el ridículo y el esperpento.
No es ninguna broma ni tomadura de pelo. Nadie se puede saltar la ley y menos en época electoral. No se puede degradar a las instituciones y menos a una Junta Electoral Central, encargada del buen hacer y cumplimiento de la parcialidad y neutralidad de cualquier comicios.
Se podrá estar de acuerdo o no con los lazos amarillos. En contra o a favor del juicio del Procés. Seguro también, que son muchos los que llevan en la solapa el símbolo a favor de los presos independentistas encarcelados sin ser independentistas.
Pero nadie puede saltarse la ley y las reglas que nos hemos dotado.
El cambio de los lazos amarillos por lazos blancos es una nueva farsa, una broma de mal gusto. Porque aquí no se persigue al lazo amarillo. Se exige que no se cuelguen de unas instituciones que tienen que ser neutrales en vísperas de cualquier cita electoral.
El secesionismo solo pretende confundir a la opinión pública y aumentar la tensión en su propio beneficio.
El hartazgo y el cansancio está haciendo mella en el propio independentismo. No podemos caer en la trampa permanente, y que el tema catalán se convierta día tras día en una matraca y un martillo pilón agotador.
¡Basta ya! Ni los lacitos ni las licencias de armas como pide VOX pueden centrar una campaña crucial para el futuro del país.
Nadie puede mancillar las instituciones y menos cuando pretende representarlas.
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