La política se asimila cada vez más al fútbol. O eres un incondicional de los colores que apoyas o pasas a un segundo plano. Los fichajes están a la orden del día y, si es preciso se arrebata a la estrella del contrincante, no con un cheque millonario, sino a cambio de un escaño en el Parlamento.
Todas las cúpulas de los partidos van cerrando sus listas para las elecciones del 28 de abril. En el PSOE, el PP, Cs o Podemos, no se admiten a los disidentes o divergentes. Todos los elegidos han de mostrar su fidelidad incondicional al jefe.
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Los marianistas, susanistas o errejonistas han sido depurados sin contemplaciones, por los estados mayores que ajustan cuentas, y que pretenden a pesar de primarias y otro tipo de consulta, dejarlo atado y bien atado, ante los próximos comicios que se presentan.
No puede haber discusión ni debate. La máquina electoral de las distintas formaciones tritura y aparta a los disidentes, y si es preciso, apelando al pucherazo y a la trampa para deshacerse de un candidato incómodo como ha sido el caso en Ciudadanos.
En la política, de hoy como ayer, siempre han existido batallas internas y corrientes que han intentado sobrevivir. Hoy sin embargo, se exige adhesiones incondicionales y un total compromiso con la línea marcada por la ejecutiva del partido.
Pablo Casado ha laminado a los sorayistas y marianistas. Pedro Sánchez se ha deshecho de los partidarios de Susana Díaz, que ha respondido con un “tomo nota”.
Mientras tanto VOX ficha a generales nostálgicos del franquismo y Pablo Iglesias e Irene Montero intentan mitigar la crisis que les afecta.
Estas batallas internas cuestionan la ética de la propia política y marcan una tendencia preocupante donde los líderes se están convirtiendo en presidencialistas y donde ese mismo líder es más importante que las ideas o el debate.
En el fútbol solo se acepta la victoria. Los malos resultados provocan el enfado del aficionado y hasta la sustitución del entrenador.
En política también solo vale ganar, el perdedor corre el riesgo de perder no solamente su influencia también su titularidad.
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