La sesión de investidura, además de elegir al nuevo presidente del gobierno Pedro Sánchez, ha dejado un sabor amargo por el enfrentamiento dialéctico con un lenguaje impropio de un Parlamento. La tensión vivida ha tenido más de una guerra de trincheras con un reguero continuo de insultos, descalificaciones y amenazas que lo que se exige en las Cortes, que no es ni más ni menos que la casa de la palabra. En todo este rifirrafe tan poco dignificante donde la oposición ha jugado un papel relevante y hasta vergonzante, Sánchez ha sido elegido, ocho meses después de las primeras elecciones, por fin, presidente;
desbloqueando una situación política que era insostenible e insoportable. El nuevo presidente, con plenos derechos, no la va a tener nada fácil. Elegido con apenas dos votos de diferencia, la nueva legislatura que se pone en marcha, va a ser complicada, compleja y con muchas incógnitas por la propia debilidad de este primer gobierno de coalición. La tarea va ser ardua y enredada. Se va a necesitar mucha manga ancha, diálogo y sobre todo consenso. Mucho consenso…
Responsabilidad y acierto
Pero para sacar al país de la parálisis, en la que se encuentra desde hace varios meses,
se va a necesitar responsabilidad y acierto que no le corresponde exclusivamente al gobierno y a los partidos que le apoyan, aunque sean también nacionalistas o independentistas. Esta corresponde también a toda la oposición. Es preciso desarmar el lenguaje y serenar los ánimos.
No se puede ni se debe admitir que desde VOX se llame a deslegitimar al nuevo gobierno o a considerar que ha habido un “golpe” institucional. El
Partido Popular y su líder Pablo Casado deberían abandonar la sobreactuación, fijarse menos en
VOX y volver a la senda del centro, si pretenden ganar las próximas elecciones. La exageración quita generalmente el valor del mensaje.
Dejemos en paz a la bandera, a las víctimas del terrorismo, a la Constitución y al Rey, porque les hacemos un flaco favor. Nadie se las puede apropiar porque pertenecen a todos. Que nadie juegue con el fuego ni el gobierno ni la oposición, porque corremos el riesgo de quemarnos todos.
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