Ni el verano ni las vacaciones han permitido templar los ánimos. Si todo transcurre como se prevé, la amenaza de unas cuartas elecciones en menos de cuatro años será una realidad más que probable.
Esta circunstancia que se cierne como una auténtica espada de Damocles, confirmaría el nuevo fracaso de la política y lo que es más preocupante la falta de credibilidad.
Nadie duda que el mayor responsable de todo este desaguisado es el propio Pedro Sánchez. A pesar de haber ganado las elecciones, ha sido incapaz, por ahora, de configurar una mayoría de gobierno suficiente.
Desconfianza mutua
El 38% de los españoles encuestados por el CIS considera que los políticos son uno de los tres problemas del país. Esta desafección a la política se entiende como el hartazgo y el cansancio por parte de un electorado que ni entiende ni comprende la negación al acuerdo y pacto para dirigir el país.
En todo este embrollo el transfondo del problema se sitúa en la desconfianza mutua entre Pedro Sánchez y el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. Esta desconfianza ha ido in crescendo, donde ambos líderes y formaciones han entrado en una espiral de reproches desde la investidura fallida del pasado mes de julio.
Gobierno a la portuguesa
Para el PSOE y el propio Pedro Sánchez, el gobierno de coalición es inviable y la única salida que queda, es la de un ejecutivo basado en apoyos y acuerdos programáticos… Un gobierno a la portuguesa.
Esta propuesta no se ha presentado todavía y, probablemente, sería rechazada por la formación morada. Pablo Iglesias no está dispuesto a ceder porque, además de jugar su baza y liderazgo, tiene el patio muy revuelto y dividido. Son muchos los que le piden que flexibilice sus posiciones para llegar al acuerdo con Sánchez y evitar así nuevas elecciones.
Coalición o colisión
El mes de septiembre se presenta lleno de incógnitas y puede llegar a ser agotador. El presidente en funciones no puede retrasar por más tiempo su decisión y debe desvelar su estrategia y compromiso cuanto antes.
En La Moncloa pintan bastos y, es evidente, que estamos más cerca de la colisión que de la coalición.
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