Como era de esperar y a escasos días que conozcamos la sentencia del Procés, Cataluña ha entrado de lleno en la campaña electoral.
A seis semanas de las elecciones del 10-N el independentismo catalán ha vuelto a tensionar el ambiente, mostrando que no van retroceder ni un paso como se demostró con la lamentable imagen de un Parlamento que llama a la desobediencia civil y ampara a unos detenidos radicales que estaban supuestamente dispuestos a utilizar material explosivo.
La confrontación está servida y nadie puede prever las consecuencias que se van a producir, una vez conocida la sentencia contra los líderes independentistas.
Tengamos por seguro que el conflicto catalán lo va a contaminar todo y que se va a convertir, utilizados por uno y otros, en el leit motiv y mantra de la campaña electoral.
Hacer creer que el independentismo catalán es violento y que se acerca a ETA y sus cachorros, además de falso, es un inmenso error que solo sirve a los intereses de los partidarios de la mano dura para que se aplique ya el 155 o se ponga en marcha la Ley de Seguridad Nacional.
También hay que denunciar la tibieza de la Generalitat y partidos independentistas que en vez de condenar todo tipo de violencia, han minimizado las últimas detenciones de miembros del CDR.
Llamar a la reflexión y la prudencia en los tiempos que corren parece una quimera y más en plena confrontación electoral. Sin embargo, es preciso apelar a la responsabilidad de todos.
Los primeros en rectificar deben ser los independentistas que han de elegir entre el diálogo o el 155 y abandonar toda vía unilateral. Conciliación y no subversión.
Desde el gobierno de España y las principales formaciones políticas sería conveniente no echar más leña al fuego ni intentar buscar votos; sino más bien tratar de tender puentes para evitar lo peor.
Podemos estar al borde del abismo y solo la moderación y la mesura pueden impedir un colapso institucional de graves consecuencias.
Que cada uno asuma su responsabilidad.
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