Todos los informes y datos que se están aportando en la cumbre de la COP25 que se viene celebrando en Madrid, han encendido, si ya lo estaban, todas las alarmas sobre el cambio climático.
Los 196 países representados en Madrid tienen la tarea titánica para lograr un acuerdo. Un acuerdo que no puede ser de mínimos ni para salir del paso.
Un acuerdo que no quede en papel mojado porque la emergencia y la urgencia es de tal nivel que ya no valen los paños calientes ni las buenas intenciones.
El planeta está en la UVI y así lo revelan los datos y análisis aportados por todos los expertos. Si no se actúa con contundencia e eficacia, el desastre estará asegurado y no habrá punto de retorno.
En la COP25 y según la OMS (Organización Mundial de la Salud) se ha puesto blanco sobre negro que el calentamiento global y su contaminación no solo afecta a la naturaleza sino que también a la población mundial.
La OMS estima que los daños son alarmantes y han provocado 7 millones de muertes, 10.000 en España.
En esta lucha desigual contra el cambio climático no todos los países pueden asumir la misma responsabilidad ni tienen los mismos medios.
Es por eso, que hay que establecer un calendario específico y nítido donde cada uno admita su responsabilidad.
No hay marcha atrás porque nos jugamos nuestro futuro y el futuro de las nuevas generaciones. No puede haber complacencia ni titubeos y menos negacionismo.
La desgobernanza nacional, europea y global es manifiesta.
Es urgente un plan mundial. Un plan que comprometa e implique a todos. Un plan que va a necesitar cifras económicas colosales para intentar enfriar y limpiar nuestro planeta en los próximos 10 y 20 años.
Esta tarea no es nada fácil y la COP25 no nos puede decepcionar ni frustrar. La emergencia y la urgencia no pueden esperar más tiempo.
Así lo ha expresado Juan López Uralde, ex presidente de Greenpeace España. Al afirmar: “Necesitamos ambición y voluntad política”.
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