Preguntar si los humanos están solos en el Universo quizás resulte absolutamente abstracta y banal dentro del amplio rango de las preocupaciones cotidianas –más en medio de una pandemia global–, pero es una interrogante que ha intrigado a generaciones de científicos. Saber si hay vida más allá de la Tierra y de la propia Vía Láctea.
Paradoja de Fermi
El físico de origen italiano Enrico Fermi –participante del Proyecto Manhattan, cuyo objetivo era el desarrollo de la bomba atómica– dio una explicación a esta inquietud. Para entender la paradoja de Fermi es bueno fijarse en la ecuación de Drake, una de las estimaciones más optimistas sobre la vida extraterrestre.
La ecuación de Drake calcula la cantidad de civilizaciones en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Especifica los factores que tienen un papel crucial en el desarrollo de las civilizaciones. Actualmente, no existen datos suficientes como para resolver la ecuación. Sin embargo, se ha aceptado la proposición de que el contacto de los humanos con vida extraterrestre es probable.
Si la conclusión es que hay tantas civilizaciones probables en nuestra galaxia con las que se puedan tener contacto, ¿dónde están? Es allí donde entra la paradoja de Fermi.
Si hay vida tecnológicamente más avanzada más allá del planeta, resulta completamente contradictorio que no se pueda observar. Hecho que sugiere que las observaciones humanas son defectuosas o incompletas.
¿Por que no podemos ver vida más allá de la Tierra?
La paradoja de Fermi ha sido el origen para más hipótesis y más preguntas desde el mundo científico. La última explicación a la paradoja de Fermi la dio el físico teórico Alexander Berezin de la Universidad Nacional de Investigación de Tecnología Electrónica (MIET), Rusia.
En un artículo publicado por la Universidad de Cornell, «El primero en entrar, el último en salir», solución a la paradoja de Fermi, ofrece una explicación de por qué no somos capaces de ver la vida extraterrestre.
Lo primero que señala Berezin es que se subestiman las formas de vida capaces de adaptarse. Por lo que es necesario ampliar la definición de «vida» desde el punto de partida. Se debería clasificar como «vida» a «cualquier objeto que presente las siguientes características: homeostasis, metabolismo, crecimiento, adaptación, sensibilidad y reproducción».
La vida en otro planeta bien podría incluir organismos como los humanos o algún tipo de inteligencia artificial que se haya rebelado contra su creador. Berezin señala que muchas de las explicaciones de la paradoja de Fermi se centran en el tipo de organismo que podrían tener existencia más allá de la Tierra. Factor que en realidad no es importante, ya que se trata de un elemento que no se puede medir.
Parámetro A de la vida extraterrestre
Ahora lo que sí se puede medir objetivamente es que la vida extraterrestre se pueda detectar en el amplio espectro del espacio exterior desde un punto en la Tierra. Partiendo de lo que llama el «Parámetro A», es decir, se pueden detectar otras civilizaciones, dependiendo de si los seres humanos se consideran a sí mismo detectables.
Existe la probabilidad de que haya vidas alienígenas en otros planetas, pero que no han alcanzado la etapa de viajes interestelares o la comunicación interestelar.
Considerando que tomó 3,5 millones de años para que la vida inteligente evolucionara en la Tierra ¿cuánto tomaría para evolucionar a la fase de viajes interestelares? Y más, ¿cuál sería la probabilidad de que las diferentes vidas que habitan el Universo se encuentren justamente en su fase de expansión?
«Primero en entrar, último en salir»
Es allí donde entra la solución a la paradoja de Fermi propuesta por Berezin. La primera forma de vida que alcance la etapa de los viajes interestelares podría erradicar toda competencia para alimentar su propia expansión. Por ejemplo, una inteligencia artificial que pueda poblar el universo de copias de sí misma, convirtiendo el sistema solar en una supercomputadora, solo por el hecho de que ser capaz de hacerlo.
No necesariamente se debe tratar de una civilización extraterrestre altamente desarrollada que destruye toda forma de vida con premeditación y alevosía. Puede que eliminen otras formas de vida sin saberlo. Así como en una construcción se elimina un hormiguero, porque no existen los incentivos para protegerlo.
La conquista del espacio, un hipótesis de destrucción
Ante esta hipótesis, Berezin pregunta ¿qué implicaría para el futuro humano la existencia de una civilización que alcance los viajes interestelares y pueda eliminar otras formas de vida aún sin saberlo? He allí que invoca el principio antrópico.
La civilización avanzada sería la civilización humana. Convirtiéndonos en la primera forma de vida que logra los viajes interestelares, que eliminarían otras civilizaciones sin darse cuenta y lo más probable, los primeros en poder irnos. De allí que no logremos conectar con otras formas de vida más allá del planeta Tierra.
Berezin señala en su artículo que la hipótesis del «Primero que entra, último que sale» es invariable ante cualquier progreso social, económico o moral de la civilización. Para que la hipótesis varíe ante estos factores, sería necesario la aparición de «fuerzas» mucho más poderosas que el libre albedrío de los individuos. Cita como ejemplo de esas fuerzas, el libre mercado y el capitalismo.
Finalmente, Berezin espera estar equivocado y como la única forma de saber si incurrió en un error o no con la hipóstesis es seguir esperando y explorando el Universo en busca de vida extraterrestre.
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