Un conflicto nuclear a gran escala entre Estados Unidos y Rusia en el que se empleasen 4.400 bombas de 100 kt (kilotones, equivalentes a miles de toneladas de TNT) inyectaría a la estratosfera 150 millones de toneladas de aerosoles. Esto disminuiría la radiación solar y la temperatura del mar bajaría 6,4 °C. Estamos hablando de un escenario en el que solo se usaría la mitad del arsenal atómico actual. ¿Qué podemos esperar a partir de ahora si el conflicto parece estar enquistándose y la guerra nuclear vuelve a estar sobre la mesa?
La ciencia tiene muy claras las consecuencias sobre el clima y la escasez de alimentos si hay una escalada bélica. Los modelos climáticos nos permiten simular las repercusiones de la guerra sobre la producción agrícola, ganadera y piscícola. A continuación, repasamos algunos de los diferentes escenarios posibles que nos puede dejar un enfrentamiento bélico: desde un invierno nuclear hasta un marco de creciente rivalidad entre países.
Víctor Resco de Dios es profesor de ingeniería forestal en la Universidad de Lleida. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Wyoming y ha sido profesor en universidades australianas y chinas. Ha escrito un libro sobre incendios forestales (Plant-Fire Interactions: Applying Ecophysiology to Wildfire Management), más de 100 artículos en revistas científicas y actualmente es uno de los científicos más citados del mundo en el campo de la ecología, según el ranking de la base de datos bibliométrica Scopus.
Su programa de investigación se centra en los incendios forestales y en la regulación bioclimática de los bosques. Estudia los procesos fisiológicos que rigen la actividad del fuego y cómo los incendios afectan la estructura y función de las especies forestales. También examina cómo los bosques afectan al clima regulando el sumidero terrestre de carbono y alterando el balance energético terrestre.
Según el secretario general de la ONU, António Guterres, la perspectiva de un conflicto nuclear era impensable, y ahora entra dentro de las posibilidades. ¿Servirán estas advertencias para poner fin al conflicto o nos acostumbraremos a vivir entre el pánico y la incertidumbre?
Creo que la amenaza de un conflicto nuclear es una espada de Damocles que siempre ha estado sobre la mesa. Es cierto que las tensiones globales se acabaron con la guerra fría. Pero se han mantenido ciertos conflictos regionales, como el de la India y Pakistán, en el cual la amenaza nuclear ha persistido. Y ahora la guerra en Ucrania nos recuerda que la paz es tan valiosa como excepcional y que se puede romper en cualquier momento.
El ser humano es un animal con pulsión territorial y la posibilidad de guerra nuclear se mantendrá mientras se disponga de un arsenal atómico. Eso no quiere decir que debamos vivir con pánico permanentemente, pero sí conscientes de la realidad.
¿Qué repercusiones climáticas tendría un invierno nuclear?
La metáfora del invierno nuclear indica cómo, tras una guerra nuclear, vendrían años fríos y oscuros. Esto es porque los aerosoles que se emiten en el incendio que sigue a cada explosión penetran en la estratosfera. Por tanto, la radiación solar chocaría contra ese hollín estratosférico y sería reflejado de vuelta al espacio. Al entrar menos radiación, la temperatura disminuye, en menor o mayor medida según la cantidad de bombas lanzadas. El humo también dañaría la capa de ozono.
¿A qué zonas del planeta afectaría un incidente nuclear aislado?
Depende del tipo de incidente. Un accidente aislado en una central nuclear como el de Fukushima no tendría repercusiones climáticas porque no se produce un incendio lo suficientemente grande como para alterar el clima. Una bomba atómica podría tener unas repercusiones parecidas a las de la explosión de un gran volcán, como la del Pinatubo en 1991, o a la de un incendio de sexta generación, como los de Australia en 2020.
Un conflicto regional como el que comentábamos entre la India y Pakistán, donde “solo” se usa el 1% de las ojivas disponibles globalmente afectaría, sobre todo, la zona templada del hemisferio norte, entre los 30 y los 60 grados de latitud. Es decir, que nos afectaría de lleno, junto con otros países como Estados Unidos o China.
¿Es posible, en este supuesto, volver al punto de partida en 15 años y superar la hambruna inicial que se generaría?
Exacto. El invierno nuclear no tendría el efecto positivo de frenar el cambio climático porque sería un fenómeno transitorio. En el caso del conflicto entre la India y Pakistán, donde se usa el 1% del arsenal mundial, la temperatura global bajaría 1,8 °C. Ese enfriamiento, junto con el oscurecimiento, sería suficiente como para disminuir la producción global de cereales un 13%. Y el descenso en la producción agrícola podría llegar al 50% en los países más afectados por el invierno nuclear. El efecto sería más pronunciado durante los 2 primeros años y luego, paulatinamente, se volvería a la situación inicial pasados unos 10 o 15 años.
¿Y una guerra mundial nuclear?
Las simulaciones realizadas con modelos climáticos como los que usa el IPCC, en el peor de los escenarios, asumen que se usan 4.400 bombas nucleares de 100 kilotones (el kilotón equivale a mil toneladas de TNT). Se trata de, aproximadamente, la mitad del arsenal disponible entre Estados Unidos y Rusia, aunque es una cifra ligeramente inferior. En este caso, la temperatura del mar bajaría 6,4 °C de media y la producción de alimentos en países como Francia o China, los de la zona templada del hemisferio norte, sería del 0,3-0,5% de la actual.
Es decir, la disminución en la producción agrícola, ganadera y piscícola sería del 99,5-99,7%. A escala global, la diminución sería menor, en torno al 80%. De nuevo, esta disminución en la producción sería para los 2 primeros años y, pasado este tiempo, el clima y la radiación se irían recuperando volviendo a la normalidad tras unos 10 o 15 años.
El supuesto SSP3 del IPCC se basa en un escenario en el cual hay un renacimiento del nacionalismo y las grandes potencias se centran en sus necesidades domésticas de seguridad alimentaria y en su seguridad nacional
¿Sobreviviría la especie humana?
Seguramente sí. No hablamos de un escenario tan apocalíptico como el que se vivió a finales del cretácico, cuando se extinguieron los dinosaurios. En términos comparativos, los modelos climáticos asumen que un conflicto nuclear regional emitiría 5 millones de toneladas de hollín a la estratosfera y que la guerra mundial nuclear emitiría 150 millones de toneladas. Sin embargo, la extinción de los dinosaurios se produjo porque la explosión del meteorito emitió, por lo menos, 1.500 millones de toneladas de hollín a la atmósfera.
Temperaturas extremas, casi oscuridad permanente, cambios climáticos violentos y falta de vivienda y combustibles. ¿Estos factores producirán muerte generalizada debido a la exposición a la lluvia radiactiva, al hambre y a la escasez de agua?
Efectivamente. Aunque nuestra especie seguramente sobreviviría, es evidente que la población humana se verá diezmada. En una guerra mundial nuclear se estima que 770 millones de personas morirían de forma directa por las bombas: ya sea vaporizadas por la explosión o por la radiación en los 6 meses tras la explosión. La hambruna global que seguiría sería mucho peor. Se cobraría las vidas de varios miles de millones de personas.
Al margen de supuestos apocalípticos, ¿cómo la actual crisis afectará el cambio climático?
La acción contra el cambio climático debe ser coordinada a escala global. Si se consolida el cisma entre occidente y oriente, que ahora empieza a asomar, es posible que se abandonen los compromisos climáticos adquiridos. Las predicciones del IPCC incluyen diferentes escenarios socioeconómicos y para limitar el cambio climático a 2,7 °C, que es la previsión actual, se requiere de cooperación internacional no solo para cuestiones ambientales, sino también para disminuir la desigualdad entre países y tomar en consideración aspectos de justicia global.
¿En qué consiste el escenario que el IPPC califica de nacionalismo resurgente?
El escenario del IPCC técnicamente llamado como SSP3 se basa en un escenario donde, efectivamente, se produce un renacimiento del nacionalismo. Esto quiere decir que las grandes potencias se centran principalmente en sus necesidades domésticas de seguridad alimentaria a corto plazo y en su seguridad nacional.
Se abandonan tanto los pactos climáticos actuales como las mejoras tecnológicas y de educación. En este mundo dividido, la degradación ambiental cobra poca importancia. Estamos viendo cómo muchos países e incluso regiones encumbran tanto a las derechas como a las izquierdas. Si a ello le sumamos el cisma entre occidente y oriente al que antes nos referíamos, cada vez se hace más probable este escenario SSP3 donde la temperatura media aumentaría 4 °C a finales de siglo.
¿Cree que la seguridad alimentaria está seriamente comprometida en la actual coyuntura?
Llevamos más de cien años de catástrofes maltusianas que no se han cumplido gracias a los avances tecnológicos. Solo podemos predecir lo que pasará sobre la base de la tecnología actual. Podemos decir que la seguridad alimentaria no está asegurada en la actualidad, por ejemplo, en muchas zonas del mundo como África. Y los aumentos en la temperatura y, por ende, la sequía, junto con un incremento en la rivalidad entre países, no van a contribuir a resolver el problema, sino a agravarlo.