Aureliano Iguarán B.
Una fuerza militar permanente, con el poder desmesurado de un ejecutivo, no será por mucho tiempo un compañero seguro de la libertad… La acumulación de todos los poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, en las mismas manos, puede presentarse como la mejor de las definiciones de una tiranía.
James Madison (1751-1836)
«Los hechos son obstinados, y cualesquiera que sean nuestros deseos, nuestras inclinaciones o los dictados de nuestras pasiones, estos no pueden alterar el estado de los hechos y de la evidencia». Esta afirmación del estadounidense John Quincy Adams (1735-1826) da la impresión de que estuviera adelantándose en el tiempo y confirmara el abrumador triunfo electoral de Edmundo González Urrutia el 28 de julio de 2024, para desmentir la farsa de Elvis Amoroso, hombre de absoluta confianza del régimen, que proclamaba con una sola hoja de papel en mano, no impresa por el CNE, la victoria de Nicolás Maduro Moros.
Lo evidente no se discute, lo que está a la vista resulta irrefutable por más que un cretino mandón sea mantenido por la represión bruta de un alto mando militar cómplice, inmoral e indigno de portar el uniforme que con distinción, gallardía y decoro lucieron Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y José Antonio Páez.
Pensaba que no sería necesario reiterar mis razones y sentires sobre los pareceres inobjetables de los analistas y opinadores, encuestas, movilizaciones y, particularmente, por el patente hartazgo del mismo pueblo chavista ante tanta ignominia, desilusión, desesperación e indigencia. Pero fuerzas morales superiores a mis miedos, y a la represión feroz que perpetra la dictadura contra niños, adolescentes, discapacitados, mujeres y hombres de todas las edades, dignos todos, que reclaman el derecho a que se reconozca la verdad, hicieron que recordara con mucha rabia una frase de Elie Wiesel, premio nobel de la paz, 1986:
Juré nunca mantenerme en silencio cuando los seres humanos soportasen sufrimiento y humillación. Siempre debemos tomar parte. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima… Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es la herejía, es la indiferencia. Lo contrario de la vida no es la muerte, es la indiferencia ante la vida y la muerte.
Las únicas dos opciones
Estoy bajo la impresión de que existen dos mundos, dos planos, dos escenarios: uno donde participamos todos, indistintamente de nuestra posición social, política, ideológica y religiosa, y el otro donde toman parte únicamente quienes tienen el poder de decidir las controversias entre adversarios o enemigos para fines propios, que da la impresión de que fueran etéreos, pero no lo son; por el contrario, son muy reales.
Al primer plano –donde están todos los que tenemos voz, pero no decidimos– pertenecemos las grandes mayorías a las que se les crea un campo de juego, antes hecho de espacio-tiempo, ahora digital, donde se nos crea la impresión de que este es un mundo democrático, abierto, plural, respetuoso de los derechos civiles, donde todos tenemos libertad de expresión y opinión para influir.
Fue mi sueño de juventud y lo creí hasta que con un intervalo de diez años asesinaron al presidente Kennedy en Dallas en 1963 y Salvador Allende fue inducido a suicidarse en el palacio de la Moneda en 1973. No sé cuál de las dos muertes me dolió más ni sé tampoco cuánto me duró el luto; creo, como buen canettiano, que aún lo guardo por ambos en mi alma cada vez que recuerdo el rostro aterrado de Jacqueline salpicado de sangre o escucho el desgarrado grito de una madre venezolana al descender a empujones de un autobús, que me trae al presente la imagen de una joven soñadora chilena que pedía desesperada auxilio en uno de los baños del estadio de Chile. Distintos signos ideológicos, las mismas amenazas: insurgir para reformar, para intentar mejorar, para ayudar a cambiar.
El otro lado de la moneda es donde actúa y se pone en ejercicio la mano negra del círculo de poder, que quita y pone, derroca, remueve, desplaza y hace correr, o permite que un dictador se haga intocable en el poder, con fines y alcance que solo conoce esa sutil logia de hombres invisibles elegidos para imponer. Son los que hacen levemente perceptibles las invisibles grandes corrientes submarinas que la rotación de la tierra provocan; los otros, nosotros, apenas, somos contempladores de las mareas que nos deleitan el espíritu, enamorados confesos de las virtudes del Sol o de los influjos eróticos y seductores de la señora Luna.
No más vueltas y vueltas
El mundo entero, para no dar muchos rodeos, constató y está convencido de que Nicolás Maduro no ganó las elecciones en Venezuela. Toda la comunidad internacional vio, entendió, procesó y reconoce que el único y absoluto ganador de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, con un margen superior, por ahora, a los 4 millones de votos, fue Edmundo González Urrutia, el candidato de la oposición.
No voy a hacer análisis políticos, reiterativos, cansones y aburridos para discernir sobre una farsa que el mundo entero conoce. Si vamos a discutir el futuro de Venezuela, tenemos que decir que ni el Tribunal Supremo de Justicia, ni la Asamblea Nacional, ni la Fiscalía General de la República ni las Fuerzas Armadas Bolivarianas tienen potestad para ratificar la fraudulenta decisión del Consejo Nacional Electoral por solicitud del dictador. Eso también es del conocimiento unánime del mundo.
La solidaridad internacional
Sabemos que el acompañamiento internacional de solidaridad incondicional por las fuerzas democráticas de todo el orbe, con su acerba crítica al régimen, ayuda y encoraja, pero no cambia lo que sigue ocurriendo en Venezuela. Vale hacer mención del aguerrido, humano y conmovedor discurso del señor Almagro:
El peor de los ascos que podemos tener es por quienes, utilizando su posición de gobierno, prevalecen por la fuerza utilizando el uso indiscriminado de la violencia contra su pueblo. Hay que ser muy bajo para hacer eso, hay que ser absolutamente infame y repulsivo para hacer eso; no hay manera de redimir esas acciones inhumanas de ninguna forma.
Muy poco efecto tiene la severidad de la condena y la fuerza moral por sí sola. Simplemente porque deseos no preñan. Cuando una manada de vándalos se alza con el poder, solo un poder más fuerte y poderoso puede desalojarlos e imponer la razón, la convivencia y la justicia. Quienes vivieron la experiencia de la Segunda Guerra Mundial lo saben, escribieron una bonita página de la historia.
Una sociedad secuestrada por los capos del espionaje
Conocemos igualmente el control absoluto que mantienen los cuerpos de inteligencia de Cuba en Venezuela, Nicaragua y Bolivia, entre ellos el G2, considerado una policía de contrainteligencia mejor que la desaparecida KGB y que la inteligencia israelita, para la cual no hay papel secreto que no intercepten por pusilánime que sea, celebración donde no lean o descubran segunda intención, comunicación telefónica de cualquier naturaleza que no husmeen, y especialmente, el seguimiento riguroso que se hace a los Redi y Zodi, que son monitoreados de cerca con equipos especiales y soplones que hacen imposible el acuerdo entre comandante de batallones y de los distintos componentes de las FANB, en caso de que pretendan manifestar su desobediencia y utilizar su albedrío. Es la verdadera estructura que sostiene a la dictadura. Lo demás es eufemismo.
Cuba sobrevive gracias al régimen venezolano. Los integrantes del aparatik cubano son los encargados de mantener la dictadura en pie a costa de vigilancia, tortura, persecución, hostigamiento y muerte. Es falso que sean buenos médicos, maestros abnegados o alfabetizadores modelos, mentira, son especialistas en la tortura y el espionaje. Tienen 65 años de experimentación con un pueblo miserable con el que han perfeccionado las técnicas psicológicas y materiales más sofisticadas de crueldades y delación; ese el gran mérito de la nueva monarquía de mendigos de los Castro.
Los supuestos decisores
Conocida es la posición empresarial de los últimos años, siempre sujeta y acomodada a las exigencias del régimen, mientras que el movimiento sindical prácticamente fue desmantelado. La dictadura fracturó y desmembró los partidos más populares, entregó sus siglas y su representación a bandoleros, tránsfugas, y escoria de la política que se vendieron por menos que un puñado de dólares. Pudieron más sus pequeñeces personales, sus frustraciones y su mediocridad que su entereza moral. La dictadura lo controla todo con sus fusiles y bayonetas.
¿Hacia dónde vamos en esta ocasión, inédita, con una oposición unida y un liderazgo valiente y firme legitimado por una abrumadora victoria electoral? ¿Qué hacer? ¿Para qué sirve la razón sin fuerza? Yo diría como ciudadano alguna vez, que un voto siempre vale más que una bala. También lo ha dicho la ciudadanía con su voto, que la lucha era hasta el final para vencer. Este es el momento para salir de la dictadura, que la esperanza se impongan a la frustración y el desencanto y derrote el miedo.
Quedan opciones, quedan maneras de resistir, la misma gente que votó con firmeza y decisión por Edmundo González Urrutia está ganada para seguir hasta el final, con la astucia de la razón y la fuerza de la esperanza organizada y articulada. Ni un solo venezolano está dispuesto a entregarle la patria a una manada de bandoleros y a la cancelación definitiva de la democracia liberal como proyecto político y cultural en Venezuela.
Estados Unidos, la Unión Europea y las sanciones
Las sanciones económicas aplicadas por Estados Unidos y la Unión Europea no son en la práctica tan eficaces con lucen en la teoría. Obvian que los sancionados carecen de códigos morales, de escrúpulos, de pudor. No actúan con ética ni justeza, ni siguen ninguna idea de beneficio social. Si les decomisan una mansión o un avión, utilizan el dinero para mantener las plantas de tratamiento de agua para comprarse otro más lujoso; y con el dinero de los hospitales públicos se construyen mansiones blindadas al llanto y a las balas
Poco importa a los jerarcas del gobierno los padecimientos de la población, que haga una o dos comidas al día, que no tenga cómo comprar un medicamento o que los niños mueran a las puertas de los hospitales porque no hay manera de atenderlos. La crisis humanitaria se mantiene y pese a los bodegones la hambruna se expande. Pero en su huida hacia adelante al mejor estilo cubano, la dictadura arrecia la persecución contra todo el que se atreva a cuestionar el ultraje cometido contra la soberanía popular.
La Corte Penal de Justicia tiene herramientas para actuar, desde 2014 viene acumulando un expediente de los crímenes de lesa humanidad perpetrados. Solo falta la voluntad de la comunidad internacional de enfrentar con la frente en alto la peor expresión de la política bellaca capaz de robarse unas elecciones a plena luz del día, bajo la mirada asombrada y atónita del mundo entero.
Los hechos merecen algo más que una reflexión profunda de teóricos y jefes de Estados de los países que se defienden las ideas de Jefferson, Adams, Madison, Franklin y Lincoln.
La vigencia de la democracia
Estados Unidos, únicamente por principios morales y políticos, debe volver los ojos a Venezuela y reafirmar la vigencia de los valores democráticos, de mucho mayor interés que unos cientos de barriles petroleros. No se trata de consignas ni de saludos a la bandera, sino la obligación de respaldar a un pueblo que ha manifestado de manera firme y clara que desea vivir bajo un sistema democrático, que esa es la decisión de la soberanía popular.
La OEA tiene una carta democrática que establece las maneras de actuar en circunstancias en las que se irrespeta los resultados electorales. No hay nada que inventar, la comunidad internacional debe dejar de actuar como una club de presidente o jefes de gobierno que se alcahuetean unos a otras. Es horas de acompañar la palabras con hechos, de que se respalde la democracia y se detenga tanta barbarie y sinrazón.
Los ciudadanos venezolanos derrotaron en las urnas al régimen nefasto de Nicolás Maduro y su cúpula militar. Dispuestos a llegar hasta el final, defienden la paz con firmeza y respaldan la aplastante victoria de Edmundo González Urrutia. Pero la represión no es paz, ni arrodillarse es paz, como decía Wiesel, «la humanidad debe recordar que la paz no es el legado de Dios a sus criaturas: la paz es el regalo que nos hacemos los unos a los otros».