Por Javier Molins / Mapa e ilustraciones: Ángel Suazo
Cambio16 propone a sus lectores un plan o sugerencia por día durante julio y agosto. Desde escapadas hasta lecturas y relojes de buceo. Este 15 de julio te proponemos entrar en los palacios de Venecia para descubrir los secretos de la Bienal.
Una de las primeras veces que el arquitecto italiano Andrea Palladio (1508–1580) utilizó la columna como un elemento meramente ornamental fue en la fachada de la abadía de San Giorgio Maggiore de Venecia. El espectador que entre ahora en el interior de este templo benedictino recibirá también, por primera vez, la bendición de una enorme mano suspendida de la nave central y que está compuesta por los caracteres de ocho alfabetos diferentes: latino, chino, cirílico, árabe, griego, hebreo, indio y japonés. Bajo ella, una monumental cabeza de una niña hispano-china realizada con una malla de acero inoxidable simboliza el cruce de culturas que siempre se ha producido en la ciudad de Venecia desde su creación. Ambas esculturas son obra del artista español Jaume Plensa, quien expone estos días en la Bienal de Venecia, que se prolongará hasta el próximo 22 de noviembre y que viene a sumarse a la amplia oferta cultural de la ciudad de los canales.
Para Plensa, que ya ha instalado esculturas monumentales en ciudades como Chicago, Río de Janeiro o Tokio, el desafío estaba en esta ocasión tanto “en conseguir un diálogo con la arquitectura de Andrea Palladio como con la función a la que está destinado este edificio (una iglesia abierta al culto), y creo que lo he conseguido, pues la mano es un elemento que aparece en muchas culturas para representar la espiritualidad”, explica en la única cafetería que hay en la isla de San Giorgio mientras se toma un respiro durante el ajetreo de los días inaugurales. Y es que esta idea de exponer en una isla que está dentro de una isla le encanta a Plensa, porque, como él mismo señala, “retrata muy bien cómo soy: yo me muevo en las periferias”.
Por el contrario, el artista Sean Scully no se mueve en las periferias sino que ha ocupado la centralidad de la pintura abstracta contemporánea. Como explica en un fluido castellano con un marcado acento inglés que ha aprendido durante sus largas estancias en Barcelona, “soy el campeón de la abstracción en Nueva York, la ciudad más importante y donde trabajaron artistas abstractos como Pollock o Rothko”. Y lo cierto es que pocos creadores pueden presumir de tener en estos momentos siete exposiciones al mismo tiempo en ciudades tan distintas como Sao Paulo, Pekín, Nueva York o Venecia, donde muestra en el Palazzo Falier sus característicos lienzos de pintura expandida en los que mezcla de forma magistral los colores.
La figura de Scully destaca entre las habitaciones de este precioso palacio con vistas al Gran Canal y explica que, cuando realizaba estas pinturas –caracterizadas por el uso intenso de los colores azul, gris y verde–, “estaba preocupado con mis recuerdos de Venecia, el movimiento del agua, cómo golpeaba a los ladrillos y las piedras de la ciudad”.
Una marea que llega a su máxima expresión con la llegada de los cruceros que desembarcan a las hordas de turistas que convierten a esta ciudad prácticamente en intransitable a lo largo de todo el año. Unos barcos que estos días se cruzan con los elegantes yates de los coleccionistas que acuden de todos los lugares para visitar esta cita internacional en la que se pueden ver espacios normalmente vedados a los visitantes foráneos. Y es que el Palazzo Falier -en el que Sean Scully ha alquilado un apartamento junto con su pareja, la también artista Liliane Tomasko, y su hijo de seis años- es uno de los muchos palacios que durante la Bienal se abren al público y acogen exposiciones de creadores de prestigio internacional.
El Palazzo Ca’Pesaro, sede habitual de la Galería de Arte Moderno de Venecia, acoge una de esas muestras que justifican una visita a la ciudad de los canales. Se trata del artista norteamericano Cy Twombly, quien hasta su muerte en 2011 ostentaba el título de rey de la abstracción que ahora ha heredado Scully. Para Twombly, quien pasó gran parte de su vida en Roma, el arte era el paradiso terrestre donde las emociones del pasado se revivían en el presente. Una muestra que recoge cuadros de gran formato junto con trabajos más pequeños sobre papel. Unas obras que pueden contemplarse en un espacio que presenta una colección permanente con autores como Rodin, Sorolla, Klimt, Munch, Morandi, Kandinsky, Picasso, Calder, Tàpies o Chillida.
El recorrido continúa por el Palazzo Fortuny, antiguo palacio gótico transformado por el pintor Mariano Fortuny en su estudio (que fue donado a la ciudad en 1956 por su viuda Henriette) y que acoge actualmente la exposición Proportio. Una muestra que indaga en el concepto de la divina proporción a través de obras de artistas tan dispares como Pablo Palazuelo, Eduardo Chillida, Antony Gormley, Anselm Kiefer, Marina Abramovic o una espléndida habitación en la que conviven cuatro obras de Anish Kapoor frente a una enigmática escultura de Alberto Giacometti.
Por su parte, la Fundación Prada, creada por la diseñadora de moda Miuccia Prada y su marido Patrizio Bertelli, cuenta con dos sedes: una en Milán (que se acaba de abrir en una antigua destilería) y otra en el palacio veneciano Ca Corner della Regina. Con motivo de la Bienal, este bello edificio acoge la exposición Portable Classic, que aborda el tema de la reproducción de las esculturas clásicas griegas a través de la historia del arte. Destaca la instalación en la sala principal del piano nobile (planta noble) de toda una serie de reproducciones de una escultura griega de Hércules, en la que se puede ver cómo se ha ido reduciendo de escala con el paso del tiempo desde su obra original de tres metros de altura hasta una versión en bronce de 15 centímetros.
Pero si hablamos de palacios venecianos dedicados al arte, no podemos olvidar el de la mítica coleccionista Peggy Guggenheim, quien introdujo en los años 50 el arte contemporáneo en la clásica ciudad de los Dux y cuyo edificio acoge en su interior las obras de artistas a los que apoyó de forma decidida y con los que entabló una estrecha amistad como Jackson Pollock, Max Ernst, Mark Rothko o Pablo Picasso.
Ese mecenazgo de Peggy Guggenheim ha continuado en coleccionistas como François Pinault quien, además de presidir un conglomerado empresarial compuesto por marcas como Gucci, Yves Saint Laurent o la casa de subastas Christie’s, ha apostado por abrir dos espacios de arte en la ciudad: el Palazzo Grassi y la Punta della Dogana, antigua aduana de Venecia reformada por Tadao Ando en la que organiza exposiciones temporales en torno a su colección de arte con un marcado acento conceptual.
Todas estas muestras pertenecen a lo que se denomina los eventos colaterales de la Bienal (más de 40) a lo que hay que añadir la exposición general organizada por un experto internacional y los pabellones de los 89 países participantes. La exhibición general ha recaído este año en Okwui Enwezor, quien bajo el título de Todos los futuros del mundo ha reunido un sinfín de obras que van desde artistas emergentes (con especial presencia de los procedentes de África) hasta creadores contemporáneos más consagrados, como Georg Baselitz, Andreas Gursky, Marlene Dumas y Bruce Nauman.
De entre los pabellones nacionales, destaca el de Japón, que ha apostado por Chiharu Shiota (Osaka, 1972). La joven artista japonesa ha instalado dos barcas en el pabellón a las que ha rodeado de sus característicos hilos de lana roja que se apoderan de todo el espacio y del que cuelgan 50.000 viejas llaves que simbolizan la memoria.
Suiza ha apostado por Pamela Rosenkranz, quien ha diseñado una instalación en la que contemplamos una enorme e inquietante balsa de color marrón que simboliza el eurocentrismo encarnado en el color carne de la piel, el famoso carnate del Renacimiento. Mientras que Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos han optado por artistas consagrados como son Sarah Lucas, Céleste Boursier-Mougenot y Joan Jonas, respectivamente.
A escasos metros, encontramos el pabellón español, uno de los primeros con los que se encuentra el visitante y en el que este año tres artistas dialogan con la figura de Dalí, quien está presente a través de diversos vídeos documentales. Pepo Salazar ha realizado una gran instalación en la que los cheetos son los grandes protagonistas. Francesc Ruiz ha homenajeado a la publicación Dalí News con un quiosco repleto de noticias de escándalos sobre Berlusconi y un apartado de publicaciones para adultos. Y Cabello y Carceller han optado por un vídeo de 17 minutos que muy pocos visitantes se detienen a contemplar dada la amplia oferta existente y el poco tiempo disponible.
Y es que la muestra se celebra cada dos años pero uno necesita casi toda una vida para poder contemplarla en su totalidad y que, aún así, le quede tiempo para disfrutar de los Tizianos de la Academia o de los Tintorettos de la Escuela de San Roco. En definitiva, arte en estado puro.