La moda entre los jóvenes es vender el iris por 25 criptomonedas. La empresa Worldcoin, impulsada por el padre de ChatGPT, Sam Altman, ha implantado en España unas 30 tiendas en las que se escanean los ojos a través de un dispositivo llamado Orb. Hacerlo tiene premio: se dan a cambio una serie de tokens o monedas virtuales.
“El principal peligro de facilitar el iris es que se trata de un dato biométrico que permite la identificación unívoca y puede asociarse con información sensible, como el estado de salud de una persona”, explica Eduard Blasi, profesor colaborador de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya.
Las colas son largas en las ciudades donde Worldcoin tiene presencia. Según la propia empresa, más de 360.000 los españoles han vendido su iris. “La preocupación viene por la entrega de información privada que nos identifica. A diferencia de las contraseñas, que se pueden cambiar en caso de problemas, nuestros rasgos oculares permanecen inalterables”, explica Jordi Serra, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC e investigador del grupo de investigación KISON.
El procedimiento de venta es sencillo: a través del escaneo del iris, se genera un código único denominado irishash que identifica a cada usuario. Del mismo modo que la forma de andar o la voz son datos biométricos, el iris es un dato muy estable y se mantiene intacto, o prácticamente intacto, durante el transcurso de la vida. “Si los números que representan nuestros iris se comprometen o comercializan, nos enfrentamos a un dilema, ya que son inmodificables”, advierte Serra.
Según Blasi, el uso de este tipo de datos tiene una doble vertiente, positiva y negativa: “Son datos muy fiables, que dan menos errores y falsos positivos, al tratarse de un dato biométrico que se mantiene intacto durante el transcurso del tiempo. Pero a la vez, en caso de sustracción de esta información (un hackeo, un ciberataque o una extracción por parte de un tercero no autorizado), este dato no puede ser modificado en un futuro (como podría hacerse con una contraseña comprometida), y por tanto, el daño que se nos podría ocasionar puede perpetuarse en el tiempo”.
Según Worldcoin, el objetivo es conseguir registrar el iris de la población mundial para que sea más fácil distinguir si el avatar con quien se habla en Internet es realmente una persona o fruto de la inteligencia artificial. Confirmar esta identidad permite tener lo que consideran un “pasaporte de humanidad”.
BAJO SOSPECHA. Worldcoin, un proyecto de criptomoneda biométrica con reconocimiento de iris desarrollado por Tools for Humanity, con sede en San Francisco y Berlín, fue fundada en 2019 por el director ejecutivo de OpenAI, Sam Altman, y ya es la app más descargada en España. La compañía está siendo investigada en varios países por la captación masiva de datos biométricos especialmente sensibles.
A finales de febrero, el número total de iris capturados era de 3,6 millones, con registros en 36 países. “Si los sistemas que almacenan la información codificada son vulnerables y los ciberdelincuentes llegan a acceder a los datos, tendrían la capacidad de suplantar la identidad de una persona si pueden relacionar los datos con las personas reales”, advierte Serra.
“Por eso, el rigor en la custodia por parte de las empresas que procesen esta información es clave. El tratamiento de este dato se debe reservar exclusivamente para los casos en los que sea realmente necesario y no haya ninguna otra manera menos intrusiva de llegar a la finalidad que se pretende lograr”, advierte Blasi.
De hecho, la Agencia Española de Protección de Datos está analizando cuatro denuncias relacionadas con el tratamiento de datos por parte de esta empresa y su símil en Alemania. Otros países como Francia, Argentina o Kenia también lo investigan. La empresa se defiende afirmando que el código numérico no está relacionado con una persona, pero hay recelo con respecto a la gestión de estos datos personales.
“Hay dudas, sobre todo con el procesamiento de la imagen. No se sabe exactamente cuál es la información que se extrae y si realmente se anonimiza de manera no reversible y si se puede garantizar su irreversibilidad en un futuro. Por otro lado, tampoco se sabe exactamente si se reutilizará esta información en un futuro, si habrá algún uso o interés comercial detrás del proyecto que proponen”, explica Blasi.
De momento, la criptomoneda worldcoin, la contraprestación que reciben las personas que venden su iris, está subiendo de precio.
“La práctica se conoce como consentimiento incentivado. No es contrario a la normativa de protección de datos recibir una compensación económica, ya sea un producto o una ventaja, para estimular este consentimiento”, explica Blasi.
Su valor ha pasado de 2,43 euros (de media en los últimos 8 meses) por unidad a principios de febrero, a 8,57 euros 6 días después. Esto implica que se ha pasado de cobrar 60 euros por dar el iris a recibir 214 por vender la criptomoneda
En caso de arrepentirse, existe la posibilidad de recuperar los datos: “Con el Reglamento europeo de protección de datos, sí”, confirma Blasi, divulgador del canal TechandLaw (premio AEPD 2023).
“Existe y resulta de aplicación el principio de extraterritorialidad que asegura que los datos de los europeos viajen con sus derechos, es decir, en caso de que OpenAI tenga sus centros de procesamiento de datos en Estados Unidos, no debería ser ningún impedimento para que los ciudadanos europeos puedan ejercer sus derechos en temas de protección de datos”, confirma el experto.
Así, recuperar los datos es factible y ejercer el derecho de supresión o el derecho de oposición al tratamiento está incluido en la normativa europea de protección de datos. Además, obliga a las empresas a cumplir la norma actual estén donde estén si tratan datos europeos.
INVESTIGADORES
Eduard Blasi, Profesor colaborador de los Estudios de Derecho de y Ciencia Política de la UOC y divulgador del canal TechandLaw.
Jordi Serra, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC e investigador del grupo de investigación KISON.