Navegar por entre los canales de tinta de las ferias de los libros es un paseo que alucina en Madrid, Bogotá, Buenos Aires, Guadalajara… Sin embargo, este atípico 2020, que llegó para ponerlo todo patas arriba, también hizo que los lectores atracaran por meses en el mismo puerto: sus casas. Sus bibliotecas. Sus libros digitales.
Mario Vargas Llosa, que en su juventud trabajó como periodista, y en 2010 ganó el Premio Nobel de Literatura, considera que el arte de imaginar también sirve para describir una escena real y un personaje real en un país muy real. En fin, la historia misma. La denuncia.
Por eso, en el 20° Festival Internacional de Literatura de Berlín, que se celebra de manera presencial en la capital alemana y —por primera vez—, con eventos a distancia, fue con sus 84 años de experiencias a hablar sobre la democracia, y a defenderla, al igual que de la libertad. También del coronavirus. Y por esta razón, en vista del riesgo que representa la nueva enfermedad para los mayores, fue calificado de “héroe”.
Ulrich Schreiber, director del festival, lo alabó como un “héroe de nuestro tiempo”, pues, pese a tanta edad, abordó ese barco de letras, surcando los canales de tinta y papel, con la intención de dar el discurso inaugural del evento.
Como buen crítico de los dictadores y las dictaduras en América Latina, Europa o cualquier barrio del mundo, tiene acostumbrado al público a apuntar su fusil de grafito y a disparar con certeza su artillería de comas, puntos, acentos y apóstrofos… Así que en esta oportunidad, cuando en Berlín se habla de libros, autores, novedades, y de la poca afluencia de literatos y pensadores por la COVID-19, Vargas Llosa declara que la literatura también sirve para “resistir”.
“La literatura es un arma de combate, una manera de resistir. La literatura ha sido siempre un modo de protestar contra las insuficiencias de la vida”, expresó.
A su juicio, es el arma necesaria si se quiere ser libre. Es decir: “Si no se quieren ciudadanos resignados, que acepten sumisamente lo que otros imponen. Los regímenes dictatoriales siempre desconfían de esta arma: la literatura, el oficio de pensar y discernir de los autores críticos.
Vargas Llosa: La pandemia, una cachetada a la arrogancia del hombre
Para el autor de obras como La ciudad y los perros, La fiesta del chivo, Conversación en la catedral, La casa verde… el coronavirus libera a la población mundial de la arrogancia de creer que puede controlarlo todo. Y le demuestra que la naturaleza aún puede presentarle retos, auténticos desafíos que ponen en juego sus existencia, su civilización y sus conocimientos.
Los números rojos de la Organización Mundial de la Salud lo ratifican. La pandemia lleva —a la fecha, 14 de septiembre— 28.918.900 casos confirmados y 922.252 muertes en todo el mundo.
Específicamente, en Alemania van 260.355 casos confirmados y 9.350 fallecimientos. No obstante, en el caso de Perú, su país de nacimiento, el mapamundi se ensombrece con 722.832 casos confirmados y 30.593 muertes. Se encuentra en el quinto lugar de los que batallan con más contagios.
Pese al coronavirus y a la injusticia, la desigualdad, la falta de libertad, Mario Vargas Llosa terminó su discurso afirmando que los libros dan a la gente la posibilidad de soñar con otro mundo, un mundo mejor.
Otros autores en el festival
El Festival Internacional de Literatura de Berlín finaliza el 19 de septiembre. En su desarrollo ha tenido en su programación una serie de charlas digitales. Tanto por la necesidad del distanciamiento social como por la tendencia a la mayor inclusión posible que han adoptado los eventos literarios gracias a las nuevas tecnologías de comunicación y enlace.
El festival se distingue por ser un escenario de voces de distintos rincones del mundo, que se convierte en un centro de debate e intercambio de ideas de temas tan disímiles como, por ejemplo, la literatura, el racismo, la política, la libertad y otros ahogos del hombre.
Entre los autores que participan en esta atípica oportunidad se encuentran la polaca y premio Nobel de Literatura, Olga Tokarczuk. La chilena Isabel Allende, la portuguesa Ana Luísa Amaral, el mexicano Homero Aridjis. La suiza Zora del Buono, la surcoreana Moon Chung-lee, el israelí David Grossman, la estadounidense Carmen María Machado, la española Sara Mesa.
¿Qué puede hacer la cultura por la democracia?
En el Festival Internacional de Literatura en Berlín, Mario Vargas Llosa y otros cuatro escritores debatieron sobre la relación entre literatura y política. Intentaban responder y reflexionar sobre preguntas esenciales: Si la democracia está en peligro, ¿la cultura también lo está ? ¿La cultura y la democracia están inevitablemente relacionadas? ¿La cultura apoya fundamentalmente las estructuras democráticas? El resultado fue un alegato por la democracia y la cultura, con algo esencial: la cultura no es un simple elemento decorativo, no es la guinda del pastel.
La literatura no es un accesorio decorativo
Vargas Llosa insistió en que la democracia, está siendo atacada en muchos países democráticos cuando se manipulan y tuercen las instituciones, cuando la digitalización posibilita la vigilancia total o cuando el nacionalismo desplaza la convivencia ciudadana. Insistió en que la cultura tiene el mismo efecto promotor que la literatura. «No es un accesorio decorativo o puro entretenimiento, sino un arma con la que podemos emprender la lucha contra los agravios en nuestras sociedades. Solo hay que mirar a Bielorrusia, Cuba, Venezuela o Nicaragua para ver lo importante que es despertar el sentido de la posibilidad a través del arte, especialmente la literatura», manifestó.
El escritor Pankaj Mishra dio la vuelta al asunto, no preguntando por la tarea de la cultura, sino por el papel de la democracia. El autor, ensayista y crítico indio, residente en Londres, proviene de un país cuyo gobierno fue elegido democráticamente, pero que estaría a su juicio camino de la dictadura.
Mishra es un opositor declarado del gobierno nacionalista hindú, «que cada vez más arresta o incluso hace asesinar a escritores y otros intelectuales, sin que el mundo apenas lo perciba». Manifestó que en la India la literatura se ve sometida a una presión social extrema. Agregó que a menudo se siente impotente como escritor. «Desde fuera es fácil imponer grandes exigencias morales a autores que a menudo son atacados, asediados y tienen que vivir en la incertidumbre, dice.
Para la autora y publicista alemana Nora Bossong, el interés radica en arrojar luz sobre los puntos oscuros del pasado: «Esa es la tarea de los autores: ahondar profundamente, sin ideología, en las personalidades individuales que están moldeadas por el legado del pasado y que a menudo no queremos ver».
Daniel Kehlmann, que se convirtió en un autor superventas en 40 idiomas con su novela La medición del mundo, lamenta la renacionalización como reacción política a la pandemia. «La Unión Europea ha desaparecido. Hace poco hablamos de una Europa unida desde Palermo hasta Talín. Pero de repente las fronteras se reforzaron de nuevo. «¡La literatura, el teatro, la música nos recuerdan que hay algo más allá de nuestra aldea!», exclamó.
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