Discurso del secretario general de la ONU, António Guterres, ante la Asamblea General
El mundo está sumido en una vorágine. Vivimos una época de transformación sin precedentes que nos obliga a afrontar desafíos inauditos y que exigen soluciones globales. El planeta sigue calentándose.
Aun así, las divisiones geopolíticas continúan. Las guerras hacen estragos y no tenemos idea de cómo acabarán. Por si fuera poco, hasta se verbalizan intenciones nucleares y se fabrican nuevas armas. Nos encontramos al borde de una situación inimaginable: un polvorín que puede arrasar con el mundo.
Me presento ante ustedes en medio de esta vorágine convencido de dos verdades primordiales. Una, la situación en que se encuentra el mundo es insostenible. No podemos seguir así. Otra, los problemas tienen solución, pero debemos asegurarnos de que los mecanismos internacionales de resolución de problemas realmente sirven.
Queda mucho camino por recorrer. La Cumbre del Futuro solo fue un primer paso. Llegaremos a esa meta solo si eliminamos tres factores que impulsan la insostenibilidad. La impunidad, en el que las violaciones y los abusos ponen en peligro el fundamento del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas. Las desigualdades, en el que las injusticias y los agravios socavan a los países y amenazan con llevarlos al abismo. Y la incertidumbre, en el que la falta de gestión de los riesgos mundiales pone en peligro el futuro de la humanidad de formas imposibles de prever.
Tres factores que nos mantienen en un rumbo insostenible
La impunidad, las desigualdades y la incertidumbre están conectados y en conflicto. No hay argumento político que excuse el grado de impunidad que impera. Es intolerable desde cualquier postura moral.
Cada vez son más los gobiernos y entidades que se consideran que, sin consecuencias, pueden pisotear el derecho internacional, infringir la Carta de las Naciones Unidas, incumplir los convenios internacionales de derechos humanos o las decisiones de los tribunales internacionales, y hasta menospreciar el derecho internacional humanitario.
Se creen con derecho a invadir otro país, destruir sociedades enteras o despreciar por completo el bienestar de su propio pueblo. Dan por hecho que nadie les pedirá cuentas. La impunidad está en todos lados. En Oriente Medio, en el centro de Europa, en el Cuerno de África, por nombrar algunos.
La guerra en Ucrania sigue y no hay indicios de que pueda detenerse. La población civil se lleva la peor parte. No deja de aumentar la cantidad de muertes, y de vidas y comunidades destrozadas.
Es hora de lograr una paz justa, fundamentada en la Carta de las Naciones Unidas, en el derecho internacional y en las resoluciones de las Naciones Unidas.
Oriente Medio
Mientras, Gaza es una pesadilla incesante que puede extenderse a toda la región. La escalada que ocurre en el Líbano debe alarmarnos. El Líbano está al borde del abismo. Ni el pueblo libanés, ni el israelí ni el mundo en su totalidad puede permitir otra Gaza. Nada justifica los abominables actos de terror cometidos por Hamás el 7 de octubre ni la toma de rehenes.
Tampoco nada justifica el castigo colectivo del pueblo palestino. Jamás he visto nada parecido a la velocidad y la magnitud de la mortandad y la destrucción presente en Gaza. Han muerto más de 200 miembros del personal de la ONU, muchos con su familia, pero los funcionarios de las Naciones Unidas siguen entregando ayuda humanitaria.
La comunidad internacional debe movilizarse para promover un inmediato alto el fuego, la liberación inmediata e incondicional de los rehenes y el inicio de un proceso irreversible que encamine hacia la solución. ¿Cuál es la alternativa? Le pregunto a quienes siguen socavando ese objetivo con más asentamientos, más apropiaciones de tierras, más incitación. ¿Podría el mundo aceptar un futuro con un Estado único y un número grande de palestinos sin libertad, si derechos ni dignidad?
África
En el Sudán, la lucha brutal por el poder ha desatado una violencia horrorosa, en la cual se han generalizado también las violaciones y agresiones sexuales. La catástrofe humanitaria es más real a medida que se extiende la hambruna. Sin embargo, las potencias externas siguen interfiriendo y no aúnan esfuerzos para encontrar la paz.
En el Sahel, la trágica amenaza terrorista se extiende con rapidez y exige una respuesta conjunta basada en la solidaridad, pero se ha disgregado la cooperación regional e internacional.
Desde Myanmar a la República Democrática del Congo, pasando por Haití y el Yemen, seguimos presenciando grados espantosos de violencia y sufrimiento humano y una incapacidad crónica para buscar soluciones. Con demasiada frecuencia, las misiones de mantenimiento de la paz operan en zonas donde no hay paz que mantener. La inestabilidad que aqueja a muchos lugares del mundo es consecuencia del desequilibrio en las relaciones de poder y en las divisiones geopolíticas.
Ni bipolar ni multipolar, un purgatorio
Superamos la Guerra Fría, que a pesar de todos sus peligros, sobre todo el atómico, tenía reglas. Había líneas directas, hechos inaceptables y mecanismos de protección. Hoy no tenemos nada de eso ni vivimos en un mundo unipolar. Avanzamos hacia un mundo multipolar, pero nos encontramos en un purgatorio de polaridad en el cual cada vez son más las divisiones geopolíticas y los países hacen lo que quieren sin rendir cuentas.
Ante ese purgatorio es más importante que nunca reafirmar la Carta de las Naciones Unidas, respetar el derecho internacional, apoyar y hacer que se cumplan las decisiones de los tribunales internacionales y fortalecer los derechos humanos en su totalidad y en el mundo entero
El aumento de las desigualdades es una mancha en nuestra conciencia colectiva el segundo factor que impulsa la insostenibilidad. No es una cuestión técnica ni burocrática, sino de poder con raíces históricas. Se profundizan con los conflictos, la alteración climática y la crisis del costo de la vida. Y lo peor, todavía el mundo sigue tratando de invertir el aumento de las desigualdades derivado de la pandemia.
De los 75 países más pobres del mundo, una tercera parte está hoy peor que hace 5 años. Un lustro en que los 5 hombres más ricos del mundo han multiplicado su riqueza con creces. El 1 % de los más ricos posee el 43 % de todos los activos financieros mundiales.
Asimismo, algunos gobiernos potencian las desigualdades distribuyendo enormes ventajas fiscales entre las empresas y los ultrarricos, pero escatiman los gastos en salud, educación y protección social.
Desigualdades insuperadas
A nadie se defrauda más que a las mujeres y niñas. La discriminación y los abusos generalizados por razón de género constituyen la desigualdad más prevalente en las sociedades. Recibimos noticias de repugnantes feminicidios, violencia de género y violaciones masivas en tiempos de paz y en tiempos de guerra, pues se usan como arma.
En algunos países, se utilizan leyes para atacar la salud y los derechos reproductivos. En el Afganistán, se utilizan para legitimar la opresión-represión sistemática de las mujeres y las niñas. A pesar de los años que llevamos hablando de la desigualdad de género, sigue siendo más que evidente en este salón de la Asamblea General de la ONU.
Son mujeres menos del 10 % de quienes se dirigirán a la Asamblea General esta semana. Es inaceptable que siga ocurriendo. La igualdad de género promueve la paz, el desarrollo sostenible, la acción climática y mucho más.
Es factible adoptar medidas concretas para lograr la paridad de género. Lo cumplimos en el personal directivo superior de las Naciones Unidas. Exhorto a las instituciones políticas y económicas dominadas por hombres que también lo hagan. Las desigualdades mundiales se reflejan y se refuerzan hasta en las organizaciones internacionales.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue creado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. En esa época, la mayor parte de África seguía bajo el dominio colonial. Hoy África no tiene todavía un puesto permanente en el principal órgano de paz del mundo. Eso tiene que cambiar, al igual que la arquitectura financiera mundial, creada hace 80 años.
La dirección del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional han tomado medidas en ese sentido. No obstante, como recalca el Pacto para el Futuro, hay que acelerar la reforma de la arquitectura financiera internacional para eliminar las desigualdades.
Reformas financieras radicales
La economía mundial creció y se transformó. Las instituciones de Bretton Woods no le siguieron el ritmo y no representan la red de seguridad mundial ni ofrecen el apoyo que tanto necesitan los países en desarrollo. En los países más pobres, el pago de los intereses de la deuda se lleva, en promedio, más que los presupuestos en educación, salud e infraestructura pública combinados.
La implementación de más del 80 % de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible está retrasada en todo el mundo. Volver al camino correcto requiere un aumento de la financiación para la Agenda 2030 y el Acuerdo de París. Los países del G20 deben liderar un estímulo de 500.000 millones de dólares al año para los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Otra vez, se requieren reformas urgentes para aumentar sustancialmente la capacidad de préstamo de los bancos multilaterales de desarrollo y permitirles ampliar masivamente la financiación asequible a largo plazo para el clima y el desarrollo. Es la financiación de contingencia mediante el reciclaje de los derechos especiales de giro y la reestructuración de la deuda a largo plazo.
No me hago ilusiones sobre las barreras a la reforma del sistema multilateral. Los que tienen poder político y económico, y los que creen tenerlo, son reacios al cambio. Pero sin reformas, la fragmentación es inevitable, y las instituciones globales perderán legitimidad, credibilidad y eficacia. El statu quo agota inútilmente su poder.
El tercer factor que impulsa la insostenibilidad es la incertidumbre. Las reglas cambian constantemente e impera la ansiedad. La incertidumbre la agravan dos amenazas existenciales: la crisis climática y el rápido avance de la inteligencia artificial.
No son desastres naturales, son humanos
Nos encontramos en pleno colapso climático. Las temperaturas extremas, los incendios descontrolados, las sequías y las inundaciones catastróficas no son desastres naturales, son desastres humanos que potencian por los combustibles fósiles. Ningún país está exento de sus efectos, pero los más afectados son los más pobres y, por tanto, más vulnerables.
Los peligros climáticos drenan el presupuesto de muchos países africanos. Le destinan hasta el 5 % del producto interno bruto. Y es solo el principio. Vamos camino a superar el aumento máximo de la temperatura mundial de 1,5 grados Celsius.
No obstante, a medida que empeora el calentamiento global, mejoran las soluciones. Los precios de las energías renovables se desploman y se masifica su implantación. La energía limpia, asequible y accesible está transformando vidas. Los recursos renovables no solo generan energía, sino también empleo, riqueza y seguridad energética. Ayudan a millones de personas a salir de la pobreza, pero los países en desarrollo no deben ser saqueados en ese proceso.
El panel de las Naciones Unidas sobre los minerales esenciales establece formas justas y sostenibles de satisfacer la demanda mundial de esos recursos esenciales para la revolución que entrañan las energías renovables.
Los combustibles fósiles serán parte del pasado, pero no es tan claro que la transición será justa y rápida. Esa es una responsabilidad de los jefes de Estado y de Gobierno. Cada país debe presentar un nuevo plan nacional de acción climática ambicioso con nuevas contribuciones a nivel nacional que deben combinar las estrategias energéticas, las prioridades de desarrollo sostenible y las ambiciones climáticas y deben ajustarse al aumento máximo de 1,5 °C, abarcar toda la economía y contribuir a cada una de las metas de la transición energética definidas en la COP28.
Recuperar en la metas de las emisiones
Para 2035, en promedio, las economías avanzadas deben reducir las emisiones energéticas en un 80 % y los mercados emergentes, en un 65 %. Los países del G20 son responsables del 80 % de las emisiones mundiales y deben respetar el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas a la luz de las circunstancias nacionales.
Obviamente, es fundamental que sea un esfuerzo conjunto, que se mancomunen recursos, capacidades científicas y tecnologías asequibles de eficacia comprobada para que todos puedan cumplir las metas.
También necesitamos un fondo de pérdidas y daños a la altura del problema y que los países desarrollados cumplan sus promesas de financiación destinada a la adaptación.
No podemos recompensar a quienes contaminan y destrozan el planeta. Debemos aventurarnos a cambiar radicalmente esta situación disparatada. El sector de los combustibles fósiles sigue embolsándose enormes ganancias y subsidios, mientras la gente debe asumir el costo de la catástrofe climática, desde el aumento de las primas de los seguros hasta la pérdida de medios de subsistencia.
Hago un llamamiento a los países del G20 para que, en lugar de destinar dinero a subsidios e inversiones en los combustibles fósiles, lo utilicen para financiar la transición energética justa; para poner un precio efectivo al carbono; y para incorporar fuentes nuevas e innovadoras de financiación, como impuestos solidarios a la extracción de combustibles fósiles mediante mecanismos jurídicamente vinculantes y transparentes.
La Inteligencia Artificial ¿un superpoder sin rendición de cuentas?
El rápido auge de la inteligencia artificial supone otro riesgo existencial imprevisible. La cambiará casi todo lo que conocemos: el trabajo, la educación, la comunicación, la cultura y la política. ¿Adónde nos lleva? ¿Traerá más libertad o más conflictos? ¿Logrará un mundo más sostenible o desigualdades mayores?
Un puñado de empresas y también particulares han acumulado un enorme poder en el campo de la inteligencia artificial. Sin rendición de cuentas ni supervisión. Muy grave. A menos de que la inteligencia artificial esté sujeta a un sistema de gestión mundial, podría derivar en divisiones artificiales en todos los ámbitos en la que cada país se vea obligado a elegir un lado, lo que tendría enormes consecuencias para todos. Una gran grieta de la que surjan dos Internet, dos mercados, dos economías.
Naciones Unidas es el foro universal de diálogo y consenso. Está en una posición única para promover la cooperación en materia de inteligencia artificial, sobre la base de los valores del derecho internacional y los derechos humanos.
La IA debe ser una fuerza positiva
Dos resoluciones de la Asamblea General, el Pacto Digital Global y las recomendaciones del Órgano Asesor de Alto Nivel sobre Inteligencia Artificial, pueden sentar las bases para impulsar la gobernanza inclusiva de la inteligencia artificial. Debemos hacer de la inteligencia artificial una fuerza positiva.
Nada es eterno. Aunque parezca que el orden actual es inalterable, no lo es. A lo largo de la historia se erigen y caen imperios, se desmoronan viejas certezas y surgen cambios de paradigma. Nuestro rumbo actual es insostenible. Debemos gestionar las catastróficas transformaciones que observamos, elegir el futuro que queremos y guiar al mundo hacia ese objetivo. Si hay espíritu de diálogo y avenencia, podemos aunar esfuerzos para encausar al mundo por una senda más sostenible.
Avancemos para que haya menos impunidad y más rendición de cuentas; menos desigualdad y más justicia; menos incertidumbre y más oportunidades.
António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas