Sumergidos en preocupaciones, exigencias, presiones diversas, agitación y miles de estímulos sensoriales, entre ellos las redes sociales, las personas buscan una tabla de salvación que les conforte, tranquilice, y les haga recobrar el equilibrio. El yoga es una disciplina de meditación y relajación pero ¿qué dice la Iglesia Católica de esa práctica por parte de sus fieles?
El tema es controvertido. Hay sacerdotes que abiertamente lo cuestionan; hay otros, en cambio, que intentan hacer compatible ese estilo de meditación con el cristianismo. El yoga no es simplemente una serie de posturas o ejercicios para el cuerpo, viene inmerso dentro de un paquete llamado hinduismo. Esta religión tiene una visión del mundo y de la persona abiertamente diferente al cristianismo.
Y el riesgo que se corre es hacer de la vida de fe un “licuado de diversos elementos”, sostiene el padre mexicano Víctor Jiménez en un artículo para la revista Desde la Fe. “Un sincretismo peligroso, en donde nuestra felicidad o nuestra relación con Dios la hacemos depender de métodos y/o posturas sin las cuales no se podría alcanzar la meta”, agrega.
El Vaticano, en la «Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana” fijó posición al respecto. “Estas propuestas u otras análogas de armonización entre meditación cristiana y técnicas orientales deberán ser continuamente examinadas. Con un cuidadoso discernimiento de contenidos y de métodos, para evitar la caída en un pernicioso sincretismo”.
Pero Valerie Schulltz encontró una sintonía entre su fe y el yoga. Su experiencia la compartió en America Magazine, una revista católica publicada por los jesuitas de Estados Unidos.
Yoga e Iglesia Católica, ¿en contraposición?
Schultz es escritora independiente, columnista de The Bakersfield Californian y autora de ‘A Hill of Beans: The Grace of Everyday Troubles’. Además de madre de cuatro hijos, católica y vegetariana.
En su artículo ‘How yoga helped me find God and peace with my aging body’ (‘Cómo el yoga me ayudó a encontrar a Dios y la paz con mi cuerpo envejecido’), narra día por día su interacción con el yoga y Dios, abriendo algunas visiones dentro de la Iglesia Católica.
Cuenta que desafío de esa práctica llegó a su casa por cortesía de un instructor al que llamó Jan. Disponible a través de YouTube de forma gratuita. “Desde el día 1, mi esposo y yo nos hemos reunido en nuestra sala de estar, sobre nuestras colchonetas y con ropa cómoda, todos los días a las 3 pm. La práctica de cada día dura entre 20 y 25 minutos, lo que puede parecer muy largo o muy corto, dependiendo de lo que Jan nos diga que intentemos hacer en nuestras colchonetas”.
En los días sucesivos Valerie observó una mayor flexibilidad en su cuerpo de jubilada, como lo describe, y recordó sus años de juventud como bailarina.
Señaló que tiene una cadera de titanio que la ha limitado por muchos años. “Lo extraño es que noté que no sentía la frustración que normalmente había sentido. Eso fue gracias a Jan. Su dulce aceptación de mi estado, a pesar de que en realidad no podía verme y no me conoce, me otorgó una medida de autoaceptación que me resultaba desconocida. Este nivel de aceptación era nuevo”.
“Para el día 6”, escribió, “esperaba con ansias nuestro tiempo juntos en la colchoneta. Un espectador habría visto a dos personas mayores mirando una computadora portátil, moviéndose pesadamente sobre sus colchonetas, a veces riéndose a carcajadas”.
Sensaciones y movimientos perdidos
En la quietud al final de nuestra sesión del día 8, relató Valerie Schultz, una línea del poema de Mary Oliver ‘Wild Geese’ pasó por mi mente. “Acerca de dejar que ‘el animal suave de tu cuerpo/ ame lo que ama’. Después de terminar de escribir un libro sobre el envejecimiento, me había centrado en las pruebas del envejecimiento. Mi suave cuerpo ha pasado por mucho desgaste, embarazo, parto, menopausia, cirugías, pérdidas, duelos, debilidad y disminución. Me había olvidado de amarlo y dejarlo amar. Ahora me inundó un silbido de gratitud, porque este viejo y duradero cuerpo aún podía moverse. Aún podía aprender, aún podía amar, aún podía ser adorable. (Partes de mí olvidadas hace mucho tiempo duelen. Pero también partes de mí olvidadas hace mucho tiempo cantan)”.
Schultz contó que “el día 12, sucedió esto: un rayo de paz en el borde de mi cerebro. Al juntar las palmas de las manos, sentí una presencia. Podría verme por completo como Dios me ve. De manera extraña e inesperada, sentí el amor de Dios. He aprendido sobre el amor de Dios toda mi vida, pero ahora lo siento en mis entrañas, en mis extremidades, en mis folículos. El amor de un padre. Un amor encarnado. (¿Estoy siendo dramática? Sí. Disfruté de este amor.) Me sentí ligera. Me sentí renovada. Por un momento fugaz, sentí pura paz. Luego exhalé”.
¿Mística?, se preguntó. “Tal vez. Estoy bien con eso. Si hay algo con lo que los católicos sabemos sentirnos cómodos es con el misterio”. La Iglesia Católica tiene opiniones contrarias respecto al yoga y su práctica.
¿Adoctrinamiento hindú?
Entiendo que el yoga puede ser una práctica controvertida, dijo. “Hace unos 10 años, escribí una columna sobre un distrito escolar en el sur de California donde los padres cristianos estaban en armas porque sus hijos hacían ejercicios de yoga dos veces por semana en educación física. Los padres acusaron a la escuela de adoctrinamiento hindú. Excluyeron a sus hijos del programa y amenazaron con emprender acciones legales. En realidad, los maestros informaron un poco más de concentración en el aula y un poco menos de interrupción en el patio de recreo”.
Para ser justos, la antigua disciplina del yoga tiene sus raíces en el hinduismo, indicó. “Puede ser parte de la práctica religiosa de uno, cuyo objetivo es integrar la mente, el cuerpo y el espíritu y acercarlo a las propias creencias. Pero para muchos de nosotros, las personas mayores, se trata de un uso lento y constante de músculos descuidados durante mucho tiempo de una manera que nos ayuda a prestar atención a nuestros cuerpos y nuestras mentes. A la forma en que pueden trabajar juntos para nuestra salud y bienestar”.
Sostuvo que “a mitad de nuestro mes de yoga, el día 15, no sé nada sobre la fe religiosa de Jan. No he aprendido nada sobre el hinduismo en estas últimas semanas. Ni siquiera sé qué escuela de yoga sigue Jan. Todavía soy practicante de la fe de la Iglesia Católica, aunque me he concentrado en mi respiración y he relajado mi cuerpo agradecido en mi estera. Puede que haya dicho ‘Namasté’ en lugar de ‘Amén’. Pero la sensación de oración silenciosa en mi alma es la misma”.
Un encuentro con Dios
El día 18 o tal vez 19, mientras estaba doblado (más o menos) en una postura, respirando profundamente en cada rincón de mi abdomen, me sentí rodeado por la idea de la respiración como vida, detall’o. “Pensé en Dios soplando vida en las fosas nasales de Adán. En Jesús resucitado pasando a través de una puerta cerrada y soplando sobre sus discípulos, en el Espíritu Santo. Descendiendo como una ráfaga de viento sobre los asustados seguidores en el aposento alto. Incluso pensé en el último aliento de una querida amiga que había muerto de cáncer esa semana y en su nueva forma de respirar con Dios. Le deseé lo mejor”.
Durante todas sus clases de yoga, Valerie aseguró que se aferró “a esta santa reconexión con el amor incondicional de Dios. La gracia de Dios no conoce denominaciones”.