Por Mariola Castell
Cambio16 propone a sus lectores un plan o sugerencia por día durante julio y agosto. Desde escapadas hasta lecturas y relojes de buceo. Este 4 de agosto te proponemos vestir tu mesa de gala con estas vajillas.
No han vuelto, porque nunca se fueron. Siempre estuvieron ahí, pero uno se acostumbra a todo, hasta a lo que a priori, no le entra por los ojos. La prueba de verificación es fácil: si está en casa de sus padres, tíos o abuelos, recorra la estancia con la mirada. Si aún así no los encuentra agudice su memoria, porque entre sus recuerdos estarán esos objetos redondos que durante muchos años colgaron de las paredes de miles de españoles: los platos de cerámica. Aunque diferentes, vuelven.
El furor por la gastronomía y la artesanía, el auge de la decoración tras un importante atracón de muebles nórdicos a bajo precio y las ganas de reinventarse y buscar su hueco en el mundo del arte y el diseño, empujaron a artistas como Nuria Blanco, al dúo detrás de Chichinabo Inc. o al que se esconde bajo el nombre de Artefacto a devolver la dignidad a piezas tan kitsch como los platos decorativos. Sus trazos son reconocibles, incluso antagónicos, pero la técnica y la manera de proceder es si no la misma, parecida. Sus piezas, además de lucir en casas modernas, han pasado por galerías de arte.
“Nunca tuvimos en mente hacer algo moderno porque sí, pero resulta inevitable que salga cuando fusionas ilustraciones contemporáneas en un soporte tan tradicional”. La que habla es Patricia Lázaro, mitad de Chichinabo Inc. La otra parte es Miguel Sánchez Lindo. Ella trabajaba en moda y acababa de finalizar un máster de diseño textil; él es ilustrador. Harta de un mundo dominado por las tallas, y ante el descubrimiento de la cerámica como soporte, lanzaron su marca: “Encajaba con lo que queríamos transmitir: valorar las cosas e ideas típicamente españolas que, por cotidianas, se consideran de chichinabo”, explica Lázaro. Dese una vuelta por su web y se descubrirá sonriendo ante sus cotidianas ilustraciones: jubilados frente al mar, una barra de bar con su jamón colgando, el baile de la verbena o puestos del mercado impresos con gracia bajo el título ¼ y mitad. Entre la ironía y la nostalgia. Entre una vajilla cool y una pieza de decoración.
Poco o nada tiene que ver su estilo con el de Artefacto, paraguas bajo el que trabajan mano a mano Santi Carbonari y Franco Donati, licenciados en Bellas Artes y Diseño Gráfico que durante una temporada crearon estampados para empresas textiles italianas y diseñaron el packaging de productos para Warner y Sony. Hace unos años dejaron de lado estas labores y empezaron a recorrer anticuarios para montar su propio estudio, desde donde restauran todo tipo de piezas, incluyendo sus platos de porcelana de diferentes épocas (su antigüedad, dicen, ronda entre 30 y 130 años) y procedencias a los que les estampan sus collages e ilustraciones. Su estética es kitsch: Elvis con guirnaldas de flores, dinosaurios, hombres lobo, platillos volantes sobre canales venecianos… “Nos inspiramos en lo que nos divierte, independientemente de que sea políticamente correcto en decoración –explican ambos–. Los objetos que decoran un espacio son tan importantes como las prendas que eliges para vestirte y tratamos con nuestros diseños de ocupar esos espacios que no estaban contemplados hasta hace muy poco”.
ALARDE DE SUTILEZA
Nuria Blanco es delicadeza, tonos pastel y naturaleza. Y “bonito” es la palabra que usa para definir su trabajo. Sin trampa ni cartón. Sus ilustraciones son elementos que, aún habiendo sido arrancados de su hábitat natural, mantienen su estética y sentido incluso estando en el salón de una casa. Hablamos de peces, tucanes, gallinas, loros, ciervos… Un auténtico zoo que se adapta a las piezas a modo de rompecabezas. Porque si algo diferencia su obra, es que los dibujos rara vez ocupan un solo plato (o vaso, o fuente), suelen extenderse a dos o más piezas haciendo de la mesa o la pared un collage divertido.
Para comer o ser expuestos, ésa es la cuestión. En este punto, cada artista tiene su opinión y ha concebido sus obras con una idea, a veces diferente al uso que le da el comprador. “Como los platos son antiguos, los creamos para ser colgados como un cuadro; si le pusieras comida taparías la ilustración y no podrías disfrutarlo”, explican Carbonari y Donati. Nuria Blanco y los artífices de Chichinabo Inc. tienen otro razonamiento. “Me gusta que mis vajillas se usen”, dice la primera. “Nosotros siempre hemos enfocado nuestras piezas para el uso, se pueden lavar en el lavavajillas y meter en el micro, pero hemos descubierto que la gente las utiliza más para decorar”, aseguran Lázaro y Sánchez.