A. Victoria de Andrés Fernández, Universidad de Málaga
Ya están aquí. La maquinaria de vacunación se pone en marcha simultáneamente en todo el continente. ¿Aplaudimos o salimos corriendo a escondernos? Pues, rotundamente, hay que aplaudir. Pero también hay que empatizar con quienes, desde un mundo ajeno a la ciencia, necesitan (y con razón) que se les aclaren aspectos importantes antes de dar el paso decisivo y ofrecer su brazo desnudo a la revolución biotecnológica.
Las aclaraciones las vamos a reunir en cuatro categorías conceptuales:
a) Verdades
1.- La pandemia ha puesto en peligro a los dos grandes tesoros de todos los países: su población y su economía. Independientemente de ideologías, partidos políticos, situación geográfica, trayectoria histórica o estrategias geopolíticas, la búsqueda de la vacuna es interés común de absolutamente todos los estados.
2.- Que un país priorice la lucha contra el SARS-CoV-2 no sirve de nada si el resto del planeta no hace lo mismo. En un mundo global, no se está seguro biosanitariamente ante una pandemia vivas donde vivas.
3.- Las vacunas salvan vidas. Según la prestigiosa viróloga Marie-Paule Kieny, nada ha contribuido más al aumento de la tasa de supervivencia de la humanidad que la potabilización de las aguas y las vacunaciones masivas.
4- Es la primera vez en su historia que la Ciencia se une en la causa común de encontrar una solución generalizada que nos proteja contra la COVID-19. Esto significa dinero, prioridad en la investigación científica y las mejores mentes especializadas trabajando en ello (afortunadamente, y a diferencia de la política, en ciencia están las cabezas mejor amuebladas; ha sido un proceso de pura selección natural).
5.- La Agencia Europea del Medicamento (EMA) es de los organismos más rigurosos, conservativos y serios de todo el planeta. Su profesionalidad a la hora de permitir la comercialización y uso de las nuevas vacunas, es nuestra mayor garantía de seguridad.
6.- Hoy por hoy, no se conoce una terapia efectiva contra la COVID-19.
b) Mentiras
1.- Las vacunas alteran nuestro ADN porque son de ARN, que es material genético.
Incierto.
Las vacunas de última generación (como las de Pfizer y Moderna) se basan en introducir en las células los moldes para la síntesis de anticuerpos contra el virus en forma de moléculas de ARN mensajero (ARNm). Ciertamente. Pero esto se hace en el citoplasma celular, que es donde están los ribosomas (las fábricas de anticuerpos). Nuestro ADN está encerrado en el núcleo de la célula, donde ni huele a los ARNm que han entrado en el citoplasma de nuestros linfocitos (de todas formas, aunque los oliera, no pasaría nada de nada porque el proceso de expresión génica actúa unidireccionalmente desde el ADN hasta los ribosomas, nunca al revés).
2.- No ha habido tiempo suficiente para hacer una vacuna segura.
Incierto.
Como recordaba el presidente de la Asociación Española de Vacunología, Amós García Rojas, las fases protocolizadas en el proceso de generación de las nuevas vacunas (de riguroso cumplimiento) no se han saltado, sino que se han solapado. Ello, unido a que se han realizado a tiempos diferentes en distintos países, ha posibilitado ganar meses. Por tanto, la monitorización de la toxicidad, la inmunogenicidad y los AAG (acontecimientos adversos graves) a gran escala, necesaria para conseguir la aprobación de la EMA, se ha realizado correctamente.
c) Dudas
1.- Cuando nos vacunemos, ¿estaremos protegidos para siempre contra el virus?
Respuesta: No lo sabemos.
La fase que realmente falta en todos los procesos de generación de nuestras novedosas vacunas es la fase IV . Ahí es donde se recogen los datos acerca de la inmunidad a largo plazo. Como afirma Bruno Pitard, director del CNRS, los resultados preliminares sugieren que los «individuos vacunados están bien protegidos una semana después» de la segunda dosis frente al virus, pero «no sabemos qué pasará después».
2.-¿Cuántas dosis de vacuna serán necesarias?
Respuesta: Tampoco lo sabemos.
Lo sabremos cuando el desarrollo de la fase IV recabe, con el tiempo, la información necesaria. De entrada, al no tratarse de una vacuna tradicional (ver artículo Vacunas covid-19: una comparativa comprensible necesitaremos, de entrada, dosis de recuerdo.
3.- Si me vacuno, ¿Podré olvidarme para siempre de las incómodas medidas de protección?
Respuesta: No
Recordemos que las vacunas de Pfizer y Moderna tienen una eficacia muy buena (superior al 90%) pero no total, esto es, no se garantiza que el 100% de los vacunados queden libres de la incidencia de la enfermedad si contactan con el virus. Eso sí, vacunados iremos mucho más tranquilos porque, en caso de contacto accidental, serán muy pequeñas las posibilidades de que la proliferación vírica prospere en nuestro interior. Consecuentemente, serán mínimas las posibilidades tanto de enfermar como de ser portador asintomático del virus.
4.- ¿Las vacunas pueden generar reacciones alérgicas peligrosas?
Respuesta: No depende de la vacuna en sí, sino de las características del sistema inmune de quien la recibe.
Por eso, la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) las ha contraindicado para las personas que hayan tenido una reacción grave a un alimento o fármaco y ha recordado que estas vacunas tienen, en principio, las mismas contraindicaciones que el resto de vacunas. Dicho de otra forma, si usted tiene problemas alérgicos, tendrá que tener el mismo cuidado con estas vacunas que el que tiene con cualquier otro nuevo medicamento/alimento/proteína con capacidad antigénica que irrite a su delicado sistema inmune.
d) Tonterías
1.- EL SARS-CoV-2 es “la gran mentira de los gobiernos”. La vacunación forma parte de una gran conspiración para introducirnos microchips y tenernos controlados de por vida
Respuesta: Aghhhh!!!
Tantos siglos de avance del conocimiento científico para esto… Por favor, haga caso a los especialistas y deje a los miguelesbosés y similares para bailar cuando todo esto pase..
A. Victoria de Andrés Fernández, profesora titular en el Departamento de Biología Animal, Universidad de Málaga
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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