La ciencia echa mano a todos los recursos posibles para hacerle frente a la pandemia. Está claro que no existe una vacuna específica contra la COVID-19. Mientras desde distintos sectores los expertos señalan que una vacuna contra el SARS-CoV-2 estará lista dentro de 12 o 18 meses.
La espera sería larga y tortuosa dada la capacidad del virus para mutar y propagarse. No se puede olvidar que mientras suceden ensayos clínicos para dar con un tratamiento o una vacuna, hay millones de personas infectándose o muriendo.
La cara más severa de la enfermedad ha colapsado las UCI de España e Italia, mientras que el actual epicentro del brote mundial, Estados Unidos, registra casi 600.000 infectados. Ante tamaño desafío, científicos de distintas latitudes realizan pruebas con las vacunas contra la tuberculosis y la polio para hacerle frente a la COVID-19.
Sin vacuna contra la COVID-19
Es un hecho científico que las vacunas están diseñadas para atacar enfermedades específicas. La hipótesis sobre la que se basan las investigaciones apuntan hacia la idea de que inyectar cepas vivas de bacterias o virus podrían impulsar el sistema inmune y ofrecer al tejido humano una protección general contra diferentes patógenos.
Hasta los momentos no existe evidencia científica que pruebe una protección general de alguna otra vacuna contra el virus SARS-CoV-2. Sin embargo, los científicos consideran que es un enfoque válido frente a la espera que supone la llegada de una vacuna específica.
Vacuna contra la tuberculosis
El primer experimento se hace en Holanda con trabajadores sanitarios. Lo efectúa un grupo de investigadores del Centro Médico de la Universidad de Radboud. 1.500 trabajadores sanitarios recibirán la vacuna de BCG contra la tuberculosis, que está diseñada sobre la base de una bacteria prima del germen que provoca la enfermedad y es mucho más débil.
En Australia, un experimento similar, espera probar la misma vacuna en 4.000 trabajadores sanitarios. De hecho, la hipótesis de protección general contra la COVID-19 es un enfoque que será investigado en otros países, incluido Estados Unidos.
La BCG protege parcialmente contra la tuberculosis. Generalmente la aplican a los recién nacidos en países en vías de desarrollo. Investigaciones de 2018, apuntan a que la BCG estimula el sistema inmunitario y protege parcialmente de otros virus.
Vacuna contra la polio
En la misma línea de investigación también se probará la vacuna contra la polio que se administra por la vía oral. Estos experimentos están a cargo de la Red Global de Virus en Baltimore, Estados Unidos.
El Dr. Roberto Gallo, confundador de la red, apunta la necesidad de estudios rápidos sobre vacunas que surtan un efecto protector frente al riesgo inminente de una segunda ola de la COVID-19.
Desde la OMS advirtieron que el enfoque que toma la vacuna contra la tuberculosis como una posible herramienta contra la COVID-19 debe ser probado ante de ser puesto en marcha. La administración de vacunas supone un riesgo para las personas con un sistema inmune débil, de allí que se requiera una investigación previa.
En el caso de la vacuna de la polio, estudios desarrollados en la década de los años setenta en la extinta Unión Soviética señalaban una disminución en los casos de resfriado luego de la vacunación oral contra la polio.
Inmunidad innata
El objetivo principal de las vacunas es detectar una amenaza a la salud y generar anticuerpos capaces de defender al tejido humano. Los glóbulos blancos defienden al cuerpo de los virus invasores por medio de lo que se conoce como inmunidad innata a la primera señal de infección. Los científicos esperan activar esta inmunidad innata a través de las vacunas de la BCG y la polio para adelantarse al germen.
La hipótesis de la «protección general» a falta de una vacuna específica contra la COVID-19 puede ser una herramienta alternativa, que ayude al mundo a superar la actual etapa de la pandemia que los científicos califican de alta peligrosidad.
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