Para fines de mayo investigadores del Instituto Jenner de la Universidad de Oxford tienen preparadas pruebas para una vacuna contra la COVID-19. El ensayo clínico involucra a más de 6.000 personas y el objetivo es demostrar que la vacuna es segura para los humanos y, además, funciona.
Los investigadores señalan que bastaría con una aprobación de emergencia de los reguladores para que millones de dosis de la nueva vacuna estén listas para septiembre. Siempre que se demuestre que es eficaz.
La vacuna fue probada en monos macacos, los más parecidos al hombre, en el Laboratorio Rocky Mountain de los Institutos Nacionales de la Salud en Montana, Estados Unidos. Y aunque aún los investigadores trabajan en los resultados, las noticias de una posible vacuna contra la COVID-19 son prometedoras.
¿Una pronta vacuna contra la COVID-19?
Pero ¿por qué la vacuna desarrollada en el Instituto Jenner estaría lista tan rápido cuando los expertos siempre advierten que una posible vacuna contra la COVID-19 podría durar entre 12 y 18 meses?
La ventaja de la vacuna del Instituto Jenner es que ha demostrado en ensayos anteriores que es inofensiva contra humanos. Además, el año pasado se probó contra otro tipo de coronavirus.
Adrian Hiil, director del Instituto Jenner y uno de los cinco investigadores involucrados en el ensayo clínico, trabaja desde hace años en una vacuna contra la malaria.
Hill, entrenado en medicina tropical y con un doctorado en Genética Molecular, transformó el Instituto Jenner en un centro dedicado a la investigación de vacunas sin fines de lucro. Con una instalación piloto, el instituto es capaz de producir hasta mil dosis de una vacuna.
Ahora, la vacuna que se utilizaría contra la COVID-19 se basa en una tecnología que altera el código genético de un virus familiar para neutralizar sus efectos e imite al virus que se busca detener, en este caso el SARS-CoV-2.
El procedimiento de la vacuna contra la COVID-19 sería inyectar el «virus impostor», que es inofensivo, para que el sistema inmunitario reaccione y destruya el virus objetivo, el coronavirus SARS-CoV-2. Mientras que una vacuna clásica es una versión debilitada del virus objetivo que desencadena una respuesta inmune.
Una vacuna contra la Malaria
Hill tiene décadas trabajando en esta tecnología para modificar un virus respiratorio que se encuentra en los chimpancés y generar una respuesta inmune contra la malaria y otras enfermedades. En las últimas 2 décadas el instituto ha realizado sin éxito más de 70 ensayos clínicos de posibles vacunas contra la malaria.
Pero una colega, Sarah Gilbert, consiguió modificar el virus de los chimpancés para diseñar una vacuna contra el coronavirus responsable del MERS (Síndrome Respiratorio Agudo del Medio Oriente). La vacuna demostró ser segura en humanos durante un ensayo en el Reino Unido y en diciembre se comenzó una prueba en Arabia Saudí, donde los brotes de MERS siguen sucediendo.
Sin embargo, con el avance de la pandemia todos los ensayos de posibles vacunas contra otras enfermedades infecciosas se detuvieron. Todos los recursos del laboratorio y los donantes se pusieron a disposición de lograr una vacuna contra la COVID-19.
Obstáculos
La vacuna ya ha sido probada con éxito en monos macacos rhesus tanto en China como en Estados Unidos. Sin embargo, el ensayo clínico que se busca llevar a cabo en el Reino Unido puede tener un importante obstáculo: el control del actual brote.
La ética científica en materia de vacunas prohíbe infectar de una enfermedad grave a los seres humanos. Entonces, la única forma de demostrar que la vacuna funciona es inocular el virus en las personas exponiéndolas en un lugar donde el SARS-CoV-2 se propague naturalmente.
De allí que los investigadores, deseen que el número de infecciones en el Reino Unido se mantenga por unas pocas semanas. Mientras tanto otros científicos integrantes del proyecto trabajan con empresas de Asia y Europa para preparar la producción de miles de millones de dosis de la vacuna contra la COVID-19.
El equipo del Instituto Jenner aún no ha logrado un acuerdo con empresas de Estados Unidos. Allí las compañías farmacéuticas exigen obtener los derechos exclusivos antes de invertir en un medicamento. Para Hill está claro que nadie va a ganar mucho dinero con el logro, pues no cree que sea un momento para otorgar licencias exclusivas.
La COVID-19 puede no ser tan mortal
Un estudio en California de la Universidad de Stanford descubrió que el número de personas infectadas por la COVID-19 Estados Unidos puede ser diez veces mayor de lo que se pensaba. Apunta hacia una inmunidad de rebaño que demostraría que el coronavirus SARS-CoV-2 no es tan mortal.
La investigación se centró en el condado de Santa Clara cuando tenía 1.094 casos confirmados de la COVID-19 con 50 muertes. Sin embargo, el índice de participantes en el estudio que presentan anticuerpos indica que la real cifra de infectados en Santa Clara era de entre 48.000 y 81.000 personas para principios de abril. Los hallazgos también indican que el virus SARS-CoV-2 podría ser mucho menos mortal de lo que se piensa.
Más infectados, menor tasa de mortalidad
Hasta el martes pasado la tasa de mortalidad por la COVID-19 en Estados Unidos era de 4,1%, pero con los recientes hallazgos la mortalidad se reduciría al 0,12 o 0,2%.
En un artículo del 25 de marzo, el líder de la investigación, Eran Bendavid, señalaba que probablemente las estimaciones para ese momento de las tasas de mortalidad del nuevo coronavirus eran demasiado altas.
Benavid apuntaba a que se creía que las estimaciones de la OMS y otros organismos eran «profundamente defectuosas», ya que la real tasa de mortalidad es «la porción de los infectados que mueren, no las muertes por casos positivos identificados «.
El estudio analizó las muestras de 3.300 personas del condado de Santa Clara y encontró que el virus entre la muestra era de 50 a 85 veces más común de lo que las cifras oficiales demuestran.
Los hallazgos de Santa Clara servirían para diseñar políticas de salud, que permitan levantar el confinamiento y volver a la normalidad mientras se espera una vacuna contra la COVID-19. Aunque la investigación no ha sido validada por pares y se necesitan más estudios al respecto.
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