Científicos ensayaron con un nuevo fármaco para tratar potencialmente la ansiedad, la depresión, el estrés postraumático y las lesiones cerebrales traumáticas en un grupo de veteranos militares de EE UU, basándose en la farmacología de una planta medicinal psicodélica africana llamada ibogaína.
La iboga está enraizada en las culturas de África tropical y se utiliza en ritos de iniciación y en ceremonias de sanación. Este alcaloide puede producir efectos alucinógenos e incluso, ingerido en exceso, provocar convulsiones, arritmias o paro cardiorrespiratorio. En dosis muy bajas se emplea para mitigar la adicción a las drogas.
Este producto se suministró a veteranos militares de Estados Unidos. Tras la sobrevivencia, estas personas cargan sobre sí muchas de las heridas más profundas de la guerra: lesiones cerebrales traumáticas causantes de trastornos de estrés postraumático, ansiedad, depresión y tendencia suicida.
Pocos tratamientos han sido eficaces para disminuir los efectos a largo plazo de la lesión cerebral traumática, lo que ha dejado a muchos veteranos desesperados y con graves trastornos mentales.
Ahora, investigadores de Stanford Medicine han descubierto que la ibogaína, cuando se combina con magnesio para proteger el corazón, reduce de forma segura y eficaz el trastorno de estrés postraumático, la ansiedad y la depresión. Además, mejora el funcionamiento en veteranos con traumatismo cerebral (TBI). El estudio, publicado en Nature Medicine, incluye datos sobre 30 de este grupo de militares de las fuerzas especiales estadounidenses.
«Ningún otro fármaco ha podido aliviar los síntomas funcionales y neuropsiquiátricos de una lesión cerebral traumática», señaló el doctor Nolan Williams, profesor asociado de psiquiatría y ciencias del comportamiento. «Los resultados son espectaculares y tenemos la intención de estudiar este compuesto más a fondo».
Utilizan ibogaína para lesiones cerebrales
La lesión cerebral traumática se define como una alteración en el funcionamiento normal del cerebro resultante de fuerzas externas, como explosiones, colisiones de vehículos u otros impactos corporales. El trauma asociado con una lesión cerebral traumática puede provocar cambios en la función y estructura del cerebro. Y contribuir a los síntomas neuropsiquiátricos, indicó Stanford Medicine.
Cientos de miles de soldados que sirven en Afganistán e Irak han sufrido lesiones cerebrales traumáticas en las últimas décadas. Y se sospecha que estas lesiones desempeñan un papel en las altas tasas de depresión y suicidio observadas entre los veteranos. Dado que las opciones de tratamiento convencionales no son completamente efectivas para algunos militares, los investigadores han buscado alternativas terapéuticas.
Recientemente la ibogaína ha despertado el interés de las comunidades médica y científica por su potencial para tratar la adicción a los opioides y la cocaína. Y las investigaciones han sugerido que aumenta la señalización de varias moléculas importantes dentro del cerebro. Algunas de las cuales se han relacionado con la adicción a las drogas y la depresión.
Desde 1970, la ibogaína ha sido designada como una droga de la Lista I, lo que impide su uso en EE UU. Pero las clínicas tanto en Canadá como en México ofrecen tratamientos legales con este alcaloide.
«Un puñado de veteranos que asistieron a esta clínica en México reportaron grandes mejoras en todo tipo de áreas de sus vidas después de tomar ibogaína», dijo Williams. «Nuestro objetivo era caracterizar esas mejoras con evaluaciones clínicas y neurobiológicas estructuradas».
Veteranos militares con severos traumas
Williams y sus colegas de Stanford Medicine se asociaron con VETS Inc., una fundación que ayuda a facilitar terapias asistidas por psicodélicos para los veteranos. Con el apoyo de VETS, 30 veteranos de operaciones especiales con antecedentes de TBI y lesiones cerebrales, programaron de forma independiente un tratamiento con magnesio e ibogaína en una clínica de México. Casi todos experimentaban síntomas psiquiátricos clínicamente graves y discapacidades funcionales.
Antes del tratamiento, los investigadores midieron los niveles de trastorno de estrés postraumático, ansiedad, depresión. Así como el funcionamiento de los participantes basándose en una combinación de cuestionarios autoinformados y evaluaciones administradas por un médico. Luego, los participantes viajaron a una clínica en México dirigida por Ambio Life Sciences, donde bajo control médico, recibieron ibogaína oral. Junto con magnesio para ayudar a prevenir las complicaciones cardíacas asociadas con el fármaco. Los veteranos regresaron a Stanford Medicine para evaluaciones posteriores al tratamiento.
«Estos hombres eran individuos increíblemente inteligentes y de alto rendimiento. Experimentaron una discapacidad funcional que les cambió la vida debido a una lesión cerebral traumática durante su tiempo en combate», señaló Williams. «Todos estaban dispuestos a intentar casi cualquier cosa que pensaran que podría ayudarles a recuperar sus vidas».
Al comienzo del estudio, los participantes experimentaban niveles clínicamente significativos de discapacidad según la Escala de Evaluación de Discapacidad 2.0 de la Organización Mundial de la Salud. Este sistema evalúa la discapacidad en seis dominios funcionales. Incluyendo cognición, movilidad, autocuidado, llevarse bien, actividades de la vida y participación comunitaria.
Además, 23 cumplían los criterios de trastorno de estrés postraumático, 14 de trastorno de ansiedad y 15 de trastorno por consumo de alcohol. A lo largo de su vida, 19 participantes habían tenido tendencias suicidas y siete habían intentado suicidarse.
Cambió mi vida
El tratamiento con ibogaína condujo inmediatamente a mejoras significativas en el funcionamiento, el trastorno de estrés postraumático, la depresión y la ansiedad. Además, esos efectos persistieron hasta al menos un mes después del tratamiento, el criterio de valoración del estudio.
Antes del tratamiento, los veteranos tenían una calificación de discapacidad promedio de 30,2 en la escala de evaluación de discapacidad. Equivalente a una discapacidad de leve a moderada. Un mes después del tratamiento, esa calificación mejoró a 5,1, lo que indica que no hay discapacidad. De manera similar, un mes después del tratamiento, los participantes experimentaron reducciones promedio del 88% en los síntomas de PTSD, del 87% en los síntomas de depresión y del 81% en los síntomas de ansiedad.
Las pruebas cognitivas formales también revelaron mejoras en la concentración, el procesamiento de información, la memoria y la impulsividad de los participantes.
“No estaba dispuesto a admitir que estaba lidiando con algún desafío de TBI. Hasta el día en que olvidé el nombre de mi esposa”, recordó Craig, un participante del estudio de 52 años de Colorado que sirvió 27 años en la Marina de EE UU. “Desde (el tratamiento con ibogaína), mi función cognitiva se ha restablecido por completo. Esto ha mejorado enormemente mi capacidad para hablar con mis hijos y mi esposa”.
Sean, otro veterano de 51 años de Arizona con seis despliegues de combate que participó en el estudio afirmó que la ibogaína le salvó la vida. «Antes vivía la vida en una tormenta de nieve con visibilidad nula. Y una sensación de frío, desesperanza y apatía».
En la prueba no hubo efectos secundarios graves de la ibogaína ni casos de problemas cardíacos. Durante el tratamiento, los veteranos informaron sólo síntomas típicos, como dolores de cabeza y náuseas.
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