Por Ores Lario / Fotografía y vídeo: Luis de las Alas
Érase una vez un lugar en la meseta castellana de belleza medieval. Un pueblo, Urueña, de cuyo nombre sí quiero acordarme. Una localidad que se alza entre un mar de cultivos y que congrega la mayor cantidad de libros por habitante de España.
Al tomar la última curva de una pequeña y despejada carretera, en un paisaje de campo de cereal de sutilidad cromática, la mirada se dirige a la muralla que protege la localidad vallisoletana. El perímetro de paredes de piedra guarda las casas de los 180 vecinos del pueblo. Además de vidas entregadas a la agricultura, las centenarias piedras del recinto custodian una inusitada concentración de homenajes a la cultura en papel.
Urueña es, desde 2007, la primera (y de momento única) Villa del Libro de España, siguiendo el modelo de otras poblaciones como Hay-on-Wye en Gales, la primera ciudad de los libros; Montolieu en Francia, St-Pierre-de-Clages, en Suiza o Stillwater en Minnesota (EEUU). Poblaciones todas que revitalizan el papel y hacen una especial promoción de la lectura.
Parecida a una fantasía de Borges, Urueña es la localidad española con más libros por habitante. “Considerando que tiene una población de 180 vecinos, cinco museos y 10 librerías, es el pueblo con más libros del mundo”, asegura Pedro Mencía, director de la Villa del Libro.
Fue el musicólogo y etnógrafo Joaquín Díaz el primero que dotó de un contenido intelectual a este pueblo, situado a 65 km de Valladolid. Desde hace casi tres décadas dirige el centro etnográfico que lleva su nombre y patrocina la Diputación de Valladolid, con un nutrido fondo editorial, sonoro, cinematográfico y gráfico a disposición de los investigadores.
“Llegué a Urueña en 1988. Encontré una gran casa que me servía para usarla como centro de estudios e investigación, y al mismo tiempo, de museo con colecciones que mostramos a la gente. Aquí tengo mi biblioteca de investigación y un archivo a disposición del público”, argumenta. Su voz, con cuerpo musical, denota su pasado como intérprete. Antes de recluirse entre las sobrias piedras del palacete de Urueña, Díaz salía a los escenarios y ofrecía conciertos. Pero la itinerancia artística se le convirtió en rutina. “En 1974 dejé de cantar y me dediqué a recorrer los pueblos. Y en el año 82 me puse a escribir acerca de lo que iba recogiendo. Tengo cancioneros y libros de cuentos, entre otros escritos”, recuerda el folclorista, que ha dedicado su vida al estudio del patrimonio inmaterial.
Hoy, al frente de la fundación, gestiona una biblioteca con más de 25.000 volúmenes, así como un archivo sonoro con más de 28.000 registros. “Hay canciones, romances, etc. El archivo fonográfico registra todas las cosas que hemos recibido en los pueblos de España y vamos a subirlo a la Wikipedia, en internet, de una manera altruista. El carácter de la fundación es una institución sin ánimo de lucro, pero con la misión de que tenga un contenido propio y una finalidad social”, asegura Díaz desde la biblioteca de la institución, situada en la planta principal del edificio en el que trabajan ocho personas. “Ayer vinieron unos carpinteros para hacer otra estantería porque no nos cabían los volúmenes”, cuenta.
Díaz vive pensando en recordar lo que ya nadie recuerda o lo que está a punto de desaparecer. “También tenemos unos 6.000 pliegos de cordel que usaban los ciegos para llevar las noticias, 20.000 fotos antiguas, 5.000 aleluyas, o viñetas con textos que explicaban las historias en el siglo XIX y cientos de carteles antiguos de cine”, enumera el intelectual mientras se detiene junto a un tablero de un juego de la oca enmarcado, recuerdo de una exposición que organizaron. En mayo han clausurado otro en torno a los teatrillos de papel, “una tradición que se está perdiendo”.
Entre los gruesos muros de la casona del siglo XVIII se exhibe también una colección de trajes y, en la planta primera, además del despacho de Joaquín, se muestra una selección de instrumentos. “Junto a los de la Colección Luis Delgado, en el Museo de la Música, que también está en el pueblo, suman más de mil instrumentos expuestos”, recalca este amante de las tradiciones.
“Joaquín Díaz es quien dio el gran impulso a Urueña”, corrobora Jesús Martínez, el primer librero asentado en la localidad. Abrió su librería, Alcaraván, en 1992. “Soy de Madrid pero tengo origen castellano. Trabajaba en la capital y siempre fantaseaba con vivir en el campo. Cuando me enteré de que Joaquín Díaz había venido, me acerqué a conocerlo y vi que era lo que quería hacer. Me lancé a montar una librería por el tipo de gente que visitaba la fundación: un turismo cultural interesado por la música y las costumbres, por eso me centré en la tradición y el folclore”. Cuando Martínez se asentó en Urueña, convirtió a la localidad en el pueblo más pequeño de España con librería.
Amante de las aves, puso a su local el nombre de un “pájaro listo, un animal de fábula y difícil de ver, cuya caza está prohibida”. Con su aventura fantaseaba con despertar el interés turístico. “Siempre vi que el turismo tenía futuro, pero que sea Villa del Libro ha superado mis expectativas. Cuando se creó –en 2007 por la Diputación de Valladolid-, no contaron con la gente que estaba aquí instalada y se podrían haber hecho las cosas de otra manera… Pero bien hecho está. De los locales que se abrieron al principio, muchos han ido cayendo, porque no eran libreros. Ahora los que hay son más profesionales”.
Hoy tiene unos 3.000 libros a la vista, a los que hay que sumar 8.000 de fondo que vende, sobre todo “con el buen tiempo. El invierno pone a todos en su lugar. Hay que aguantar dos inviernos, porque esto no es un negocio, es una forma de vida y te tiene que gustar”, asegura con la mirada fija en un pájaro tallado en madera que custodia los tomos de enografía, arquitectura popular, naturaleza y viajes. En las estanterías no faltan los de Delibes, que fue cliente suyo: “Siempre se sorprendía de que en Castilla hubiera una librería así”. También recuerda los volúmenes de Manuel Azaña que vendió a Mario Conde.
Alcaraván es una de las 10 librerías de este pueblo de calles impolutas y piedras históricas, que desde que fue nombrado Villa del Libro hace ocho años ha atraído a 496.140 visitantes. Entre semana, un paseo por el interior del perímetro amurallado del siglo XII es un placer tranquilo, acompasado por el trinar de los pájaros. El visitante puede ver los restos de un castillo con torre cuadrada, la iglesia gótico-renacentista de Santa María del Azogue, edificios de adobe con el cartel de “se vende” a la espera de una restauración y casonas reformadas que acogen a huéspedes, como la del hotel Pozolico.
Y, por supuesto, encontrará librerías. El Grifilm, regentada por Inés Toharia e Isaac García, está especializada en cine. “Nacimos en Barcelona y Madrid, respectivamente. Vivimos en Gales y después en Estados Unidos, donde yo me dedicaba a la preservación de fondos fílmicos. Allí oímos hablar de Urueña y hablábamos de la Villa del Libro como una utopía”, cuenta Inés, cuyos sueños y los de su pareja se hicieron realidad. Dejaron los rascacielos de la Gran Manzana y los cambiaron por los campos de la meseta castellana.
En Urueña abrieron un local de dos pisos especializado en cine. Marcados con carteles que simulan fotogramas, acumulan 4.000 volúmenes dedicados al séptimo arte, el mismo número de revistas e incluso alguna película. De sus paredes cuelgan pósters de películas y en sus estanterías se mezclan DVDs, cámaras, objetos de coleccionismo y un buen fondo generalista de librería de viejo. “Combinamos obras viejas y nuevas y vendemos más en tienda que por internet”, asegura Inés, que junto a su compañero también organiza ciclos especializados en el séptimo arte.
En el portal contiguo está Sergio Escudero. Se instaló en el pueblo hace cuatro años para dedicarse a La bodega literaria. Cuenta en su catálogo con un fondo de 10.000 volúmenes, libros de viaje y aventura, científicos y primeras ediciones, “como una Historia Natural de Plinio editada en 1554, uno de mis tesoros”.
Desde esta primavera salpimentan el proyecto de la Villa del Libro dos nuevos locales: Recuerdos de Papel y Efímeros Pluscuam(im)perfectos, que acaban de abrir sus puertas. La suya es una apuesta por la cultura, que se suma a la de otros aventureros bibliófilos.
En este pequeño reducto literario en mitad de Castilla también hay un museo que recrea la fantasía de los relatos infantiles; El rincón escrito, especializado en libros de artista; un espacio dedicado a la caligrafía; un museo de campanas y otro de música; una enoteca donde documentarse en materia y probar vinos; un laboratorio de diseño, y el Centro e-LEA Miguel Delibes, donde se estudia todo lo dedicado a la lectura y la escritura.
Los pequeños encontrarán su lugar en la Boutique del cuento, un local de 28 m2 que recrean un viaje a la fantasía. Lo regenta José Antonio Largo, que ha llenado las estanterías de madera de volúmenes infantiles. Su especialidad son los libros desplegables. “Buscamos el libro bello, de grandes ilustradores”, asegura. Es una idea romántica. ¿Rentable? “Estamos en un momento expectante, aunque se está notando el resurgir. Ayudaría que se pusiera una llamada en la autopista A6 que indique Villa del Libro”, reclama Largo. En el kilómetro 211 el cartel reza, Urueña, sin más. Nada señala que éste sea un enclave único, “un espacio en el centro del centro de Castilla en el que nuestros cuerpos podrían sanar para siempre”, según escribió el poeta Antonio Colinas.