Por EFE
La dimisión de Yolanda Barcina como presidenta de UPN abre un proceso para decidir sobre el liderazgo del partido y recuperar el electorado perdido en las últimas elecciones.
La decisión ha sido acogida de manera dispar entre los distintos sectores del partido, que ya se preparaba desde el verano para la celebración de un Congreso extraordinario en el que recomponer su dirección, tras perder el Gobierno foral -gobernado ahora por el cuatripartito de Uxue Barkos (Geroa Bai)- y decidir Barcina abandonar la política.
Este proceso ya había despertado la inquietud en el grupo que disputó a Barcina en el IX Congreso de 2013 la candidatura a presidir UPN, donde la presidenta revalidó el cargo con un ajustado 51,58 % de los votos frente a Alberto Catalán, quien tras perder aquel pulso no ha vuelto a liderar esta corriente, en la que se enmarca al predecesor de Barcina, Miguel Sanz.
Sí lo ha hecho quien acompañó a Catalán como candidata en su lista a la secretaría general de UPN, la senadora Amelia Salanueva, quien este verano, al conocer la intención de convocar en otoño un Congreso extraordinario para renovar la dirección del partido, anunció su interés en postularse para la presidencia.
Hasta el momento era la única voz que claramente se había ofrecido, pese a las especulaciones sobre el interés de liderar el partido que podría tener Javier Esparza, el candidato de UPN a la presidencia del Gobierno de Navarra en las elecciones de mayo, supuestamente elegido como tal con el beneplácito de Barcina, pero distanciado de ella poco después al conocer la intención de la ya expresidenta de continuar como parlamentaria foral.
Esparza, a las puertas ya de la campaña electoral, planteó un ultimátum con su disconformidad y ganó a Barcina, quien decidió retirarse de cualquier cargo público, volver a la docencia en su puesto como catedrática de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) y renunciar a la reelección al frente de UPN en un Congreso extraordinario que avanzó se convocaría este otoño.
Finalmente, en medio de las especulaciones internas sobre la idoneidad de convocar este Congreso antes o después de las elecciones generales -a las que hay sectores que abogan por concurrir junto al PP, lo que también habría que decidir-, Barcina anunció su decisión de dimitir, lo que retrasará el proceso.
Así las cosas, el vicepresidente del partido Juan Antonio Sola, asumirá ahora la presidencia en funciones de UPN y la responsabilidad de convocar, en el plazo máximo de dos meses, una Asamblea extraordinaria del partido para elegir a un nuevo presidente, que sin embargo heredaría la Ejecutiva que tenía Barcina. Sería pues, en el Congreso de UPN que previsiblemente convocaría el nuevo presidente, donde se establecería una presidencia y Ejecutivas renovadas.
Esta dilatación del proceso es vista por los sectores críticos como una estrategia de Barcina para seguir controlando el partido y dar tiempo a preparar una candidatura de su agrado, pese a que ella misma aseguró ayer que no piensa «interferir» y mantendrá una «neutralidad total, como corresponde». Así, la ya expresidenta subrayó que desde ese momento se convertía en «una afiliada más» que trabajará por el partido «de manera leal y silenciosa».