Las universidades más prestigiosas de Estados Unidos saltaron a las primeras páginas de los medios por los campamentos y protestas en solidaridad con los palestinos. Un gesto, que para muchos es una muestra del idealismo de los estudiantes universitarios de las instituciones élite. Pero, una mirada más a fondo, pareciera indicar que en sus reales prioridades el idealismo se queda en el campus. Sus proyectos futuros apuntan al mundo corporativo y ascenso económico-social.
En las universidades de élite de Estados Unidos destaca la Universidad de Harvard. Una institución que no solo ha producido 161 premios Nobel, y 8 presidentes de la nación, también ha sido cuna de líderes, innovadores y pensadores que han dejado una huella en el mundo. Barack Obama, Bill Gates, Mark Zuckerberg y Margaret Atwood son solo algunos de los nombres surgidos del campus de Harvard que resuenan en nuestros tiempos.
Sólida reputación
Obama, como expresidente y abogado, refleja la formación en liderazgo y servicio público que ha caracterizado históricamente a la Harvard Law School. Zuckerberg, aunque no completó su grado, personifica el espíritu emprendedor que se fomenta en Harvard College. Atwood, con su maestría de Radcliffe College, demuestra la excelencia académica y el compromiso con las artes y las humanidades.
La influencia política de Harvard es innegable, con ocho presidentes de Estados Unidos entre sus egresados. Incluidos John F. Kennedy y Theodore Roosevelt. El servicio público es otro pilar, con graduados como Bill Bradley, Robert F. Kennedy y Edward M. Kennedy. La Harvard Business School ha formado a líderes empresariales como Bill Gates. La lista de célebres académicos o egresados de Harvard en el campo de las ciencias, el arte y entretenimiento, es realmente extensa. Pero, las nuevas generaciones que se forman en sus aulas ¿Son tan idealistas como quienes les precedieron? ¿Siguen aspirando a cambiar al mundo y hacer de él un lugar mejor?
Seguridad y éxito
Encuestas recientes muestran una tendencia creciente entre los estudiantes de las más prestigiosas universidades hacia la búsqueda de seguridad financiera y éxito en el mundo empresarial. La anécdota de los estudiantes de Harvard evaluando el potencial de ingresos de sus compañeros basándose en las prácticas en empresas de renombre es un reflejo de esta mentalidad.
La Generación Z, a pesar de su reputación de idealismo y activismo, está mostrando una inclinación notable hacia el emprendimiento y la búsqueda de empleo en sectores lucrativos como la banca de inversión y la consultoría de gestión. Este cambio de enfoque puede ser el resultado de la creciente preocupación sobre el costo de vida, la deuda estudiantil y la necesidad de seguridad económica.
Las universidades de la Ivy League, conocidas por su excelencia académica y sus conexiones con el mundo financiero y de consultoría, han sido tradicionalmente un trampolín para carreras lucrativas. Parece que ahora como nunca antes los estudiantes están priorizando el “hacer bolsa” sobre la exploración académica o el servicio público.
El fenómeno no es nuevo. Una encuesta de American Freshman Survey citada por el The New York Times revela que la aspiración de los estudiantes a una sólida estabilidad económica tuvo su mayor crecimiento entre las décadas de 1970 y 1980. Tendencia que ha seguido en ascenso. Según profesores y administradores en los últimos cinco años la atracción de estos sectores se ha disparado. La universidad ya no se ve como un lugar para el crecimiento intelectual y personal, sino como una inversión estratégica para asegurar un futuro financiero próspero.
Enfoque utilitario se impone
Aden Barton, estudiante de último año en Harvard, opina que del debate histórico entre la educación “poética” y “utilitaria” propuesto por B. Alden Thresher en 1966, la tendencia actual en Harvard se inclina hacia lo utilitario. Más del 40% de los estudiantes de último año de Harvard en 2022 eligieron carreras en consultoría y finanzas. El número asciende al 58% al incluir el sector tecnológico. En contraste, menos del 4% optaron por el servicio público o el sector no lucrativo.
A medida que Harvard evolucionó de una institución elitista a una meritocrática, los estudiantes comenzaron a ver sus títulos como inversiones financieras. Buscan maximizar ganancias y minimizar riesgos. Ese enfoque monetario impulsa la mayor matrícula en carreras en consultoría y banca.
Según Barton la diversidad en Harvard ha aumentado, pero la cultura de la universidad, más que el cambio demográfico, parece ser la responsable de la orientación hacia la consultoría y las finanzas. Solo una quinta parte de los estudiantes provienen del 60% más bajo del espectro de ingresos. Además, los datos de The Crimson muestran que los estudiantes de bajos ingresos tienden más hacia la tecnología que las finanzas. Pero la tasa de “venta” es similar en todos los niveles de ingreso: alrededor del 60%.
El prestigio también juega un papel crucial en la elección de carrera. La mayoría de los estudiantes de Harvard se gradúan sin deudas. Pueden obtener ingresos significativos independientemente de su especialización. El 18% de los graduados de Harvard en 2011 solicitaron unirse a Teach For America, atraídos por su estatus y exclusividad. La cultura y el prestigio de Harvard son factores determinantes en las aspiraciones profesionales de sus estudiantes. Más allá de las consideraciones financieras.
Venderse no se ve mal
El NYT cita tres ejemplos de lo que está pasando en la prestigiosa Universidad de Harvard. Un estudiante en su último año renunció a una beca completa en otra institución. Sintió la presión de justificar la inversión de 400.000 dólares de sus padres en su educación. El estudiante se unirá a Blackstone, una firma de capital riesgo. Con la expectativa de que seis años allí serán más fructíferos que tres décadas en el sector público.
Otro estudiante desde Uruguay, relató al medio cómo la esperanza de cambiar el mundo se desvanece en Harvard. Cuando caen en cuenta que lograr un cambio significativo es extremadamente desafiante. Prefieren la seguridad financiera en lugar de perseguir sueños idealistas. En las reuniones sociales, es común escuchar a los estudiantes expresar su deseo de “venderse”.
Joshua Parker, un joven de 21 años de Oahu, observa una “mentalidad de rebaño” en el campus. Inicialmente interesado en la ingeniería ambiental, cambió a Economía en su segundo año. Cuatro de sus 5 compañeros de habitación tomaron la misma decisión. Uno de ellos aspira a dirigir un fondo de alto riesgo antes de los 30. Con un salario anual deseado de 500.000 dólares.
Finanzas y consultoría
Una encuesta realizada por el Harvard Crimson reveló que más del 40% de los graduados de Harvard en 2023 se dirigirán hacia las finanzas y la consultoría. Cifra que se acerca a los máximos previos a la crisis financiera de 2007. Aunque la encuesta oficial de la universidad muestra porcentajes más bajos, la tendencia es clara. También ha aumentado el interés en las carreras del sector tecnología. Con un 60% de los graduados en 2022 y casi un 54% en 2023 buscando lo que se conoce como “trabajos de venta”. Cifras que reflejan tanto un cambio en las aspiraciones de los estudiantes como las fluctuaciones en la industria tecnológica.
Para Barton el término “venderse” es más una descripción que un juicio sobre ciertas trayectorias profesionales. David Halek de Yale explica que los estudiantes utilizan el término «venderse» debido a la certeza percibida: “Es el camino fácil de seguir. Está bien definido”. Para Andy Wang, recién graduado de Harvard, “Es difícil conceptualizar otras cosas”.
Algunos estudiantes contemplan cambiar de carrera después de asegurar su estabilidad financiera. James Wood, profesor en Harvard, señala que incluso los estudiantes de inglés hablan de trabajar en finanzas o consultoría antes de seguir sus verdaderas pasiones, como escribir una novela. Muchos estudiantes justifican su búsqueda de trabajos corporativos con el “altruismo efectivo”. Creen que al maximizar sus ingresos podrán donar a causas benéficas. Lo que según su percepción puede tener un impacto más significativo que trabajar directamente para esas causas. Pero, una vez que se acostumbran a un cierto nivel de prestigio y salario, cambiar de rumbo puede parecer tan desafiante como bajarse de una caminadora en movimiento.
Un medio para un fin
La transformación de Harvard desde una institución patricia a un símbolo de meritocracia ha tenido un impacto profundo en las aspiraciones de sus estudiantes. En la actualidad, con solo un 3.3% de posibilidades de ser admitido, los jóvenes invierten más tiempo en actividades que potencien su admisión que en el ocio juvenil. Pero, la admisión es solo el comienzo de una nueva competencia por el éxito.
Según James T. Engell, profesor de inglés y literatura comparada, los estudiantes buscan constantemente nuevas formas de medir el éxito. La riqueza ya no es una garantía de éxito en una economía que premia las habilidades sobre las conexiones. Ross G. Douthat, escritor del New York Times, señala que en la meritocracia actual, cada generación debe reconstruir su fortuna familiar.
El profesor de clásicas Richard F. Thomas argumenta que la educación universitaria debería preparar a los estudiantes para una vida reflexiva y significativa. Algo que se pierde en la carrera por el éxito. La universidad se ha convertido en un medio para un fin profesional. No en un fin en sí mismo, como lo era en la época de Thomas A. Dingman, ex decano de primer año.
No solo en Harvard
La tendencia no es exclusiva de los estudiantes de Harvard, es extensiva a toda la Ivy League. Un fenómeno que ha capturado la atención de académicos y profesionales por igual. Roger Woolsey, director del centro de carreras en Union College, notó un cambio significativo en las prioridades de los estudiantes hacia la seguridad financiera desde 2015. Lo atribuye a las experiencias de sus familias durante la Gran Recesión.
Sara Lazenby de la Universidad de Wisconsin-Madison sostiene que tanto estudiantes como padres se enfocan en los resultados profesionales inmediatos posgraduación. Hace dos décadas, la banca de inversión era un concepto ajeno para muchos estudiantes. Hoy, la competencia por prácticas en firmas como Goldman Sachs y JPMorgan es feroz. Hay un significativo incremento en el número de solicitudes y una selección más rigurosa.
El director del Centro Mignone para el Éxito Profesional de Harvard, Manny Contomanolis, atribuye el cambio a la presión financiera y la diversidad económica del alumnado. La encuesta de The Harvard Crimson revela que el 60% de los estudiantes se inclinan por “venderse” para empleos lucrativos. Independientemente de su estrato económico. Aunque hay una tendencia ligeramente mayor hacia la tecnología entre quienes provienen de sectores de menores ingresos.
A la estudiante de economía en Harvard, Maibritt Henkel, le preocupación cómo los demás perciben su decisión de no seguir una carrera en banca o consultoría. Vistas como el estándar de oro para jóvenes talentos. Como señala Barton, el prestigio asociado con trabajar en firmas reconocidas como Goldman Sachs o McKinsey es innegable.
Se suma a esto que la pandemia disminuyó el interés en vías tradicionales de cambio social, como el gobierno y las ONG. La propia Matine Khalighi, cambió su enfoque filantrópico a las finanzas para buscar un impacto social más efectivo. Mentalidad alentada por líderes empresariales.
Más allá de la Ivy League
En Princeton, igual que en Harvard, el 38% de los graduados de 2023 que encontraron empleo optaron por finanzas y consultoría. Al sumar tecnología e ingeniería, la cifra asciende a casi el 60%, un aumento notable desde el 53% en 20161. El patrón no es exclusivo de la Ivy League. En Amherst, el 32% de los graduados de 2022 optaron por finanzas y consultoría. Un 11% por internet y software. En UCLA, entre 2017 y 2019, el 21% de los graduados se emplearon en ingeniería y ciencias de la computación. El 9% en consultoría y el 10% en finanzas.
El reclutamiento selectivo de bancos y consultoras en ciertos campus ha intensificado la competencia. Las grandes tecnológicas también han acelerado los plazos de contratación. Buscan solicitudes de estudiantes de tercer año ya en su segundo año. Por lo que los estudiantes comienzan a planificar sus carreras profesionales mucho antes. Especialmente entre la Generación Z que se caracteriza por su percepción pesimista y sensación de falta de control sobre la vida. Lo que impulsa su búsqueda de seguridad financiera.
Preprofesionalisarse
Las actividades extracurriculares en Harvard, como el Harvard College Consulting Group y el Harvard Financial Analysts Club, se han convertido en extensiones preprofesionales. A menudo a costa del estudio. Los estudiantes dedican casi tanto tiempo a estas actividades como a sus clases. Una desviación notable de las prioridades académicas del pasado.
La elección de cursos también se ha vuelto más conservadora. Muchos estudiantes optan por campos como Economía o Informática para mejorar sus perspectivas laborales. Las calificaciones han ganado importancia debido a la competitividad de los programas de posgrado. Hay estudiantes que abandonan una clase por temor a que una calificación alta, pero no perfecta, afecte sus posibilidades de ser admitido en las facultades más solicitadas.
Con su enfoque hacia la preprofesionaización, las universidades de élite están formando una generación de estudiantes que priorizan el éxito profesional sobre la exploración académica y el crecimiento personal. La cultura de preprofesionalismo en Harvard no es una mera percepción. Es una realidad palpable, reforzada por la presencia constante de reclutadores en el campus. La administración de Harvard, aunque no directamente responsable, es criticada por favorecer la industria sobre el servicio público y las organizaciones sin fines de lucro.
Compradores de opciones
Mihir Desai, profesor de las facultades de Derecho y Empresariales de Harvard argumenta que la búsqueda de empleos prestigiosos puede limitar la disposición al riesgo y la visión a largo plazo necesaria para logros más significativos. Observa dos tendencias: el “comprador de opciones”, que busca empleos en finanzas o consultoría para mantener abiertas sus posibilidades, y el “comprador de lotería”, que se arriesga en start-ups o nuevas tecnologías en busca de una recompensa rápida y grande.
En cuanto al altruismo efectivo, Desai advierte que los estudiantes subestiman el impacto del trabajo en la identidad de una persona. Años en un fondo de cobertura pueden cambiar a alguien profundamente. La transición de Harvard de una aristocracia a una meritocracia ha transformado la educación en una herramienta para el éxito financiero. Pero no todo está perdido. Las inscripciones en humanidades se mantienen altas y hay un interés creciente en roles financieros y de consultoría con un enfoque en el bien público y sin fines de lucro. Digamos que en las nuevas cohortes de las universidades de élite aún hay un atisbo idealismo, aunque más pragmático.
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