La escritora estadounidense Carson McCullers es el claro ejemplo de la frase de «si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada». En su caso no fue una simple limonada lo que elaboró, sino un elixir literario que por mucho tiempo ha embriagado a lectores y escritores. Como Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Virginia Woolf y Horacio Quiroga, entre otros, la vida de Carson fue dura y efímera, pero transcendental. Al igual que ellos, desde muy temprana edad conoció el lado más difícil y oscuro de la existencia.
Lula Carson Smith nació el 19 de febrero de 1917 en Columbus, Georgia, uno de los rincones sombríos del sur de Estados Unidos de comienzos del siglo pasado. El mundo la conocería como Carson McCullers, novelista, cuentista, poeta, dramaturga y ensayista estadounidense cuya vida fue un intrincado tejido de logros, desafíos y contradicciones. Con la presencia constante de la enfermedad física y los problemas psicológicos.
Su narrativa está llena de amor y dolor, así como de solitarios personajes marginados nacidos de su frustrante infancia en el sur, con sus paisajes sociales de miseria. Desde pequeña, Carson demostró su talento musical y literario.
La madre, una figura dominante, la presionaba para que se convirtiera en una pianista clásica. Pero el destino tenía otros planes, marcados tal vez por el regalo que su padre le hizo cuando cumplió 15 años: una máquina de escribir. El artilugio le permitió dar sus primeros pasos como escritora haciendo obras de teatro simples para entretener a sus padres.
Escritora precoz e inconforme
A los 17 años de edad, Carson abandonó su Georgia natal y se aventuró en las bulliciosas calles de Nueva York, impulsada por su madre que anhelaba que estudiara música en la prestigiosa Escuela Juilliar. Allí, en lugar de las partituras, encontró las palabras. El robo en el metro del dinero que le habían dado para cursar sus estudios en Juilliar la llevó a inscribirse en clases de escritura en la Universidad de Columbia.
Así comenzó su viaje literario. Para mantenerse, hizo trabajos ocasionales como camarera y paseadora de perros. Sin embargo, tuvo que posponer sus planes y volver a Columbus luego de contraer una severa enfermedad, algo no desconocido para ella pues desde niña fue muy enfermiza.
La fiebre reumática, que le fue mal diagnosticada, la mantuvo postrada durante meses. La afección le acarreó graves problemas a lo largo de su vida, como parálisis y derrames cerebrales. Sin embargo, en ese tiempo de reposo comenzó a idear la que sería su primera novela, El corazón es un cazador solitario, que publicó a los 23 años de edad. Una obra maestra que exploraba la soledad y la búsqueda desesperada de conexión.
Era un texto distinto a la ficción convencional, pues no tenía una historia de amor ni un bildungsroman o personajes en los que los lectores pudieran reconocerse. Tampoco un final feliz ni línea narrativa fuerte. Pero sí un conjunto de especímenes raros e inadaptados que habitan en una pequeña comunidad del sur. Seres que individualmente llevan sus esperanzas y temores a otro bicho raro e inadaptado.
Más allá de la adversidad
En la historia un personaje llamado Singer. Un sordomudo que está enamorado de otro hombre, también sordomudo, que se convierte en un centro moral, o anticentro, para esta comunidad atípica. No contenta con abordar temas difíciles y tabú para la época como la homosexualidad, el alcoholismo, el travestismo y las enfermedades mentales, Carson McCullers incluyó otros aspectos igual de controversiales como el comunismo, la pobreza, el racismo, el suicidio y el sexo adolescente.
El impacto de la novela no solo fue por los temas que desarrolla, sino también porque la mente detrás de está poética era la de una mujer con nombre ambiguo de género y de tan solo 23 años de edad. Para muchos era difícil creer que con tan poca experiencia supiera sobre los corazones solitarios de los demás. Pero resultó ser única y tan extraña como algunos de sus personajes.
Además de su primera novela, publicada en 1940, gracias a la cual se ganó el apelativo de «niña prodigio de la literatura americana», a lo largo de su vida Carson McCullers dio vida a sus extraños personajes en varios textos literarios.
Un año después de El corazón es un cazador solitario publicó Reflejos en un ojo dorado. El texto es un estudio sobre la homosexualidad y los tortuosos caminos de un eros desviado. La crítica lo rechazó debido a su sensacionalismo y a la implícita celebración de lo irracional. Le siguió Franckie y la boda (1946), que desarrolla la vida de una adolescente atormentada por la soledad que se hace ilusiones de poder compartir la vida conyugal de su hermano.
«No me gustaría vivir si no pudiese escribir… La escritura no es solo mi modo de ganarme la vida; es como me gano mi alma».
Carson McCullers
Escribir sobre la soledad
El tema de la soledad lo aborda también en el libro de cuentos La balada del café triste (1951). El lector queda con la impresión desalentadora de lo imposible que resulta cualquier intento de reunión entre opuestos. El relato largo que da título a la colección cuenta la historia de amor entre Amelia y su primo Lymon, un jorobado-hombre-niño responsable de la transformación de la mujer-hombre en fuerza social y amorosa, y luego de su ruina.
Diez años después escribirá su última novela Reloj sin manecillas. Esta transcurre en una pequeña ciudad del sur americano donde impera el odio racial. En ella la muerte simboliza la única posibilidad de salir del callejón sin salida de una sociedad violenta y dividida. La obra apareció póstumamente en El corazón hipotecado (1968), un recopilatorio de sus cuentos de juventud. Más tarde se editó su autobiografía inconclusa. El texto incluyó la correspondencia que mantuvo con su marido durante la Segunda Guerra Mundial.
Dicen que su cabello castaño recortado con un flequillo en la frente y puchero infantil le daban el aspecto de un niño con ropa de adulto. Pero le encantaba la moda y tan pronto como llegó a Nueva York, buscó ropa distintiva y elegante. Unos años antes de que viera la luz El corazón es un cazador solitario se había casado con Reeves McCullers (de quien adoptó el apellido por preferirlo al suyo). Era un soldado con aspiraciones de escritor, inteligente y ambicioso. Antes había trabajado como investigador de crédito en pequeñas ciudades del sur.
Carson en la cosmopolita Nueva York
Aunque el matrimonio precoz de Carson McCullers no estaba entre sus planes, ambos compartían el deseo de salir del sur. También parecían coincidir en que Nueva York era un buen lugar para cualquiera que fuera diferente. Pensaban encontrar allí un hogar o, al menos, personas con inclinaciones similares con las que pudieran sentirse menos solos.
Pero para la llegada de El corazón es un cazador solitario ya el matrimonio vivía una situación tensa. Y no por el éxito de Carson como escritora, sino porque ella se enamoró de Annemarie Schwarzenbach. La mujer era una escritora suiza que visitaba amigos en Nueva York. Correspondió la pasión de Carson solo brevemente, pues murió poco después trágicamente tras un accidente de bicicleta en los Alpes.
No obstante, su amor por la escritora suiza estableció un patrón que continuaría hasta el final de su vida. En adelante se enamoraría de mujeres mayores que rara vez querían la relación física apasionada que ella buscaba. Reeves, por su parte, comenzó una aventura con otro hombre, un compositor que inicialmente se había enamorado de él y de Carson; triángulo que trajo dolor a los tres.
Como pez en el agua hasta el final
Aunque el amor de Reeves por Carson nunca estuvo en duda, llegó a comprender que su inclinación por otros hombres no desaparecería, además de los muchos problemas que lo aquejaban como alcoholismo y la búsqueda desesperada de una vocación. Más adelante, se alistaría en el ejército y participaría en la Segunda Guerra Mundial.
Carson se sentía completamente cómoda como bisexual, principalmente lesbiana, tanto como el muy reprimido Estados Unidos de la décadas de los cuarenta y los vincuenta le permitió ser. De allí la fluidez de género como constante en sus principales obras y fundamental para la diferencia que marcaron los personajes de su literatura.
Y es que algo se estaba transformando en la década de los cuarenta. A pesar de la represión y los tabús, los artistas y escritores homosexuales buscaban descifrar el código para crear un trabajo que tuviera éxito a pesar del establishment. De estos autores destacaban escritores como Carson, Truman Capote, Patricia Highsmith, Allen Ginsberg y Tennessee Williams, entre otros.
Carson vivió un tiempo en Brooklyn con George Davis, editor de Harper´s Bazar. Allí conoció al poeta W.H. Auden, el matrimonio de escritores Paul Bowles y Jane Bowles, y el músico Benjamin Britten, entre otros. Más adelante haría también amistad con Capote, del que terminará alejada, y, sobre todo, con Tennesse Williams, uno de sus más cercanos amigos. Por el resto de su vida, la mayoría de los amigos más cercanos, simpatizantes y ocasionalmente protectores serían hombres homosexuales.
Excesos en el infierno
Dos recaídas importantes por las secuelas de su enfermedad hicieron cada vez más dolorosos sus últimos años de vida. Además, los excesos en la bebida convirtieron su día a día en un infierno adicional. La creatividad fue cada vez más dependiente de un equipo de facilitadores. Debajo de la enfermedad y el alcoholismo, sin embargo, había una artista notablemente resistente e increíblemente talentosa que creó lo que podría ser la imagen más detallada de lo que significa ser un extraño.
Que con la misma inspiración que produjo su primera obra El corazón es un cazador solitario a los veintitrés años, logró darle vida a Reloj sin manecillas pocos años antes de su muerte. Tras varios ataques al corazón, murió de una hemorragia cerebral el 29 de septiembre de 1967 en el Hospital de Nyack de Nueva York a la edad de 50 años.
Hoy, el legado de Carson McCullers perdura. Su prosa poética y su sensibilidad la convierten en una figura inolvidable. En cada página encontramos la lucha, la pasión y la ironía de una mujer que vivió al límite.