En medio de la pandemia, la gente busca información sobre las medidas de prevención, los riesgo, los síntomas, la tasa de mortalidad. Y una de las grandes preguntas ahora que España avanza en la «nueva normalidad» es si ocurrirá una segunda ola.
Por ahora no hay certeza. Los especialistas han hecho seguimiento a la actual pandemia para realizar proyecciones posibles de la propagación del virus. También usan como referencia lo ocurrido con brotes anteriores. Sin embargo, todos coinciden en que se trata de estimaciones y no de datos 100% confiables y definitivos.
Para empezar, no existe una definición oficial de cuándo comienza o termina una «ola». En términos generales, requiere un pico en las infecciones seguido de una reducción sustancial. Un nuevo aumento y un pico señalarían el inicio de otra ola.
Lo que ocurrió en el pasado
Uno de los recursos es comparar el brote actual con hechos similares en el pasado. Por ejemplo, Ignacio López-Goñi, Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra, comienza su análisis explicando que en el siglo XX hubo tres pandemias de gripe.
La de 1918 fue la más mortífera. En 1957 apareció un nuevo virus gripal. Finalmente, en 1968, un nuevo virus de la gripe causó la denominada “gripe de Hong Kong”. Ya en el siglo XXI ocurrió la más reciente pandemia de gripe, la denominada “gripe A” de 2009-2010.
Segundas y terceras oleadas
Al analizar estos brotes, López-Goñi destaca que hay un denominador común. Generalmente ocurren segundas y terceras olas, y son más letales que la primera. Por ejemplo, la gripe de 1918 se desarrolló en tres oleadas. En la primavera de 1918, en otoño de ese mismo año y en invierno de 1919. La realmente virulenta y mortal fue la segunda. En este estadio ocurrió el 64% de los fallecimientos. La primera oleada fue la menos fuerte. Solo fue responsable del 10% de los muertes. En la segunda oleada, se han podido documentar cambios en el genoma del virus que podrían explicar su mayor virulencia.
La de 1957 se dio también en tres olas. La primera en primavera-verano; la segunda a principios de 1958 y la tercera en invierno entre 1958 y 1959. La primera tuvo una incidencia relativamente baja. La mortalidad más alta fue en las dos últimas olas.
La pandemia de 1968, denominada “gripe de Hong Kong”, tuvo una difusión más lenta e irregular. Comenzó en otoño-invierno en el hemisferio norte. Le sucedió una segunda ola el invierno siguiente que tuvo una mayor incidencia. A pesar de no ser tan regular como las anteriores, se repitió la tendencia a rebrotes más agresivos.
La más reciente pandemia, la de 2009-2010, no tuvo tanta incidencia y acabó teniendo el efecto de una gripe estacional. Terminó adaptándose al ser humano y siendo una de las cepas que circulan desde entonces cada año.
¿Se repetirá ese patrón?
Pese a esta tendencia, López-Goñi no es determinista. Asegura que en el caso del SARS-CoV-2, «la aparición de nuevas olas epidémicas dependerá del propio virus, de su capacidad de variación y adaptación al ser humano. De nuestra inmunidad, de si realmente estamos inmunizados y protegidos contra él. Y de nuestra capacidad de trasmitirlo y controlarlo».
Sin embargo, cree que hay una menor posibilidad de que segundas o terceras olas más agresivas ocurran en esta ocasión. El virus de la gripe tiene una capacidad de mutación y de recombinación mucho mayor que el SARS-CoV-2. Por esa razón, «las vacunas de la gripe hay que cambiarlas cada año y se originan virus pandémicos con más frecuencia».
El SARS-CoV-2 muta como todos los virus. De momento, «parece mucho más estable que el de la gripe«. Por lo tanto, «parece que de momento no acumula mutaciones que afecten a su virulencia». Pero, además, en otras ocasiones se ha comprobado que los virus al “saltar” de una especie animal a otra, como en este caso, con el tiempo se van adaptando al nuevo hospedador y disminuyen su virulencia. Así, no siempre que un virus muta se vuelve más virulento, sino generalmente lo contrario. «De todas formas, habrá que seguir vigilándolo».
El modelo BIOCOM-SC
Otros análisis indican que la pandemia de SARS-CoV-2 se reactivaría a niveles críticos en otoño al confluir varios factores. Unos son de carácter estacional, principalmente el frío. Otros son de tipo social, como el inicio del curso escolar y el aumento de actividades a puerta cerrada. Estas variables facilitaría la propagación epidemiológica.
Esta tendencia se desprende de la fórmula del indicador del diagrama de riesgo, elaborado por investigadores de Biología Computacional y Sistemas Complejos de la Universidad Politécnica de Cataluña (BIOCOMSC). España había salido de la zona de saturación sanitaria y estaba asentada en una zona de control de la situación. No obstante el peligro se ha incrementado en los últimos días.
«La situación no es irreversible, como demuestra el estudio de la provincia de Lugo, que está saliendo de la zona de riesgo», dijo Sergio Alonso, investigador del BIOCOMSC.
Huesca está en una situación delicada, con entrada y salida en zona de riesgo. Afortunadamente, todo parece indicar que se está controlando. Por el contrario, para Lérida, Barcelona y Zaragoza las cosas están «tomado una dirección preocupante. Las demás provincias están todavía en un equilibrio».
Joan Caylà, exjefe del servicio de epidemiología de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, dijo que si no se toman medidas serias, no habrá que esperar a otoño para vivir una segunda ola. «Si hay transmisión ahora, habrá una segunda ola. No tan fuerte como la que vivimos, pero muy importante», aseguró el especialista.
Inmunidad al virus
Una forma de evitar la extensión de una epidemia es cortar la cadena de transmisión del virus. Cuando hay un número suficiente de individuos (por lo menos más del 60%) que están protegidos contra la infección, actúan como una barrera e impiden que el virus alcance a los que todavía podrían contagiarse. Es lo que se denomina inmunidad de grupo y se consigue cuando la gente ha pasado la enfermedad o cuando se vacuna.
Lamentablemente, todavía no tenemos una vacuna. Y aparentemente todavía no hay inmunidad de grupo contra este virus,. «Como mucho, en algunas zonas, no más del 10% de la población ha tenido contacto con el virus. Estamos muy lejos de ese 60% o más, necesario para conseguir la inmunidad de grupo», agregó López-Goñi.
Sin embargo, alcanzar ese porcentaje no es un seguro. Todavía no se sabe si el haber dado positivo en los tests realmente asegura que está inmunizado. No se ha determinado claramente cuánto tiempo duran los anticuerpos ni si son neutralizantes, si bloquean al virus y protegen de una segunda infección. Se está investigando.
Tres posibles escenarios
Con base en estos datos se han propuesto tres posibles modelos.
- Una segunda ola mucho más intensa en invierno de 2020 seguida de olas más pequeñas a lo largo de 2021. Este escenario podría requerir volver a algún tipo de medidas de confinamiento más o menos intensas durante el otoño-invierno para evitar de nuevo el colapso del sistema sanitario.
- Varias olas epidémicas durante un periodo de uno o dos años. La frecuencia e intensidad de estos rebrotes dependería de las medidas de control de cada país.
- Pequeños brotes sin un patrón claro de nuevas olas epidémicas. Este escenario no requeriría volver a medidas tan drásticas de confinamiento, aunque el número de casos y de muertes podría continuar durante un tiempo.
Mantener la protección
En cualquier caso el virus SARS-CoV-2 no ha desaparecido. Puede seguir causando muertes. Ocurre en países que habían terminado su primera ola, como Corea del Sur. En España también se han producido rebrotes en algunas ciudades al inicio de la desescalada.
López-Goñi recomienda, para disminuir la frecuencia e intensidad de estos rebrotes, dos acciones fundamentales:
- Por parte de los ciudadanos: evitar el contagio. Evitar aglomeraciones y mantener el distanciamiento entre personas, uso de mascarillas, higiene frecuente de manos, limpieza y desinfección (en ese orden) y seguir las recomendaciones de Sanidad. Esto es lo que hay que exigir al ciudadano, no nos podemos relajar.
- Por parte de las autoridades sanitarias: rastrear al virus. Hay que instaurar un sistema capaz de detectar a una persona infectada al menor síntoma, poder rastrear y obtener información de sus contactos, hacerles un seguimiento clínico y test de PCR y serológicos. Si es necesario aislarlos. Detectar un brote y aislarlo.
El virus no está vencido
En resumen, puede haber una segunda o más olas, o puede que no. El relajamiento de las medidas de confinamiento no es porque la sociedad haya vencido al virus, es porque también hay que salvar el medio de vida. Un confinamiento muy largo también puede causar muertes.
Afortunadamente, el coronavirus parece ser mucho más estable genéticamente que el virus de la influenza y, por lo tanto, es menos probable que mute a una variante más mortal. El mayor riesgo, dicen los científicos, es la relajación de las medidas de distanciamiento social.
Hasta que se desarrolle una vacuna o un tratamiento efectivo, las medidas comprobadas de salud pública de los últimos meses (distanciamiento social, uso de máscaras, lavado frecuente de manos y evitar espacios interiores abarrotados) son las formas de detener la primera ola y frustrar una segunda. Y cuando hay oleadas, es necesario suspender los planes de reapertura.
Una parte mucho mayor de la economía actual se dedica al comercio impulsado por el consumidor, como el sector de restaurantes y entretenimiento. Esto aumenta la presión económica para relajar los estándares de distanciamiento social. Pero hacerlo podría empeorar la pandemia.
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