Por Álvaro Romero
17/09/2017
La empresa sobre la que gira toda la trama de RRelatos HHumanos, el último título de la colección Acción Empresarial de la editorial LID (con prólogo de Paolo Vasile), es de videojuegos, y no es casualidad. Porque todo en la vida de los personajes, de la empresa y del argumento, que hunden sus retorcidos dolores en el delirio vivido durante los años del boom y de la crisis, parece de juego virtual.
O sea, de desquiciada espiral por la que cualquier organización humana llegó a robotizarse en busca de beneficios conseguidos sobre la deshumanización de quienes sostenían el tinglado de mentira: todos, desde los grandes directivos a los mozos de almacén; todos ellos, en una medida directamente proporcional a sus sobresueldos, colocando piezas al azar en un puzzle interminable del que nadie se responsabilizaba llegada la catástrofe, es decir, los ERE (Expedientes de Regulación de Empleo) que siempre empiezan a azotar por debajo.
El libro tiene pinta de manual de autoayuda o de recopilación de experiencias pijas con sabor a fresa chicle de la crisis, pero lo que cuenta –que es lo que cuenta– deslumbra por inesperado, al margen de por la ingeniería narrativa que coordina Manuel Pozo Gómez y gracias a la cual los diez relatos, autónomos de por sí, constituyen a la postre diez capítulos de una novela de magistral espanto sobre lo que cualquier empresa con los pies en la tierra ha tenido que sufrir por dentro y por fuera en los últimos lustros.
Palpita el corazón de Irene Díaz de Otazu en todas las páginas, en las que aparece directamente y en las que no, porque esta directora de Recursos Humanos de Green Technology es el eje transversal y demasiado humano sobre el que se sostiene el laberinto de relaciones personales y profesionales que se van tejiendo en el libro hasta hacer que el lector se enganche cada vez más a las vicisitudes de todo el organigrama generosamente expuesto en las primeras páginas. Sobre todo, porque cada uno de los personajes, que no dejan de ser cargos o roles, nos suenan a todos.
La última becaria
A Irene la hemos conocido cualquiera de nosotros en alguna ocasión. Somos capaces de reconocer hasta el timbre de su voz. Igual nos pasa con el abogado que enchufa a su hija, o con ese veterano que ha sacrificado su vida de veras por la empresa y se queda atónito al comprobarse sustituido por la última becaria, o con otro compañero de plantilla que se ve cercado por el ERE desde el barco de salvamento y tiene la valentía de hablar delante de los jefes con menos pelos en la lengua que los propios sindicatos en el precipicio de su nueva vida.
Y, por supuesto, con el director general que se marcha, languidecente tras todos los recortes posibles, y el nuevo director que aterriza, cuya intrahistoria nos aclara muchas de las claves del papel mojado en el que se asientan las grandes alharacas empresariales, la gran mentira global por la que nada es lo que parece y, por la cual, la obra se dedica precisamente “a todos los que en ese gran escenario que es la empresa nos enseñan que los recursos no aman, comparten, recelan, sienten, temen, perdonan, odian y se entregan. De eso solo son capaces las personas”.
Cuando las dejan, habría que añadir. Porque la novela, diez relatos de atroz neorrealismo empresarial, es también una radiografía por la que en el impersonalizado sistema de estas empresas globales –da igual al juego que se dedique– subsisten mejor –al menos durante más tiempo– los inútiles, los mediocres, los arribistas, los advenedizos y hasta los que simplemente ostentan suerte a falta de otra virtud.
El gran embuste sistémico
En medio de todos ellos, consumida por la soledad a la que la abocan los continuos cambios para salvar al ente y no a las personas en plena crisis, intenta encontrar la salida esa directora de RRHH que tanto nos suena, Irene, la esposa y madre de familia que frivoliza sus relaciones en casa por falta de tiempo y tacto, la ejecutiva que come en fiambreras sin salir de la oficina, la amiga que va tragándose confidencias, la compañera a la que no le queda nada que compartir, la súbdita, a fin de cuentas, de ese gran embuste sistémico que acaba barriéndolos a todos en una especie de apocalíptico viento del carajo por el que toda esta ficción tan próxima a la realidad nos duele en el barranco de lo que nos hemos convertido como sociedad capitalista.
Unas piezas perfectas
Lo asombroso, a fin de cuentas y resultados, es que directores de recursos humanos de verdad como Rosa Allegue Murcia, de Sheckers Iberia; Tomás Otero Pino, colega en Norgine; Ana López Seisdedos, de Reparalia; Luis Expósito Rodríguez, de Mediaset España; Carlos Cid Barbarro, de Euroforum, por citar solo a la mitad de los coautores de este relato coral, hayan sido capaces de sustraerse no solo a sus propias cotidianidades estresantes sino a sus propios trazos de literatura individual para unos relatos autónomos que terminan siendo verdaderas piezas perfectas en el engranaje humano que debiera ser todo proyecto empresarial cuando se sueña, al menos al principio.