Por Juan Barandica Arrigorriagal, consultor de fotoperiodismo y fotógrafo
Me parece un acierto el título del libro The Gold Medals (Las Medallas de Oro), cuando en el subtítulo –Los grandes premios internacionales del fotoperiodismo– nos hace navegar rumbo a esta disciplina. Hasta ahora el término medallas de oro estaba anclado al deporte. Que una editorial nos cuelgue el oro se debe a la repercusión histórica que supone la fotografía de noticias. El periodismo, a pesar de muchos, no ha muerto, está muy vivo y se extiende más allá de la letra impresa. En este caso, el canal de transmisión son las imágenes, periodismo en estado puro, solo que realizado con una herramienta diferente a la de un teclado.
Galería: Antología del fotoperiodismo (pulsa sobre las imágenes para verlas en alta calidad y leer la información):
The Gold Medals es el primer libro que resume la historia de la fotografía de los últimos 60 años a través de los ganadores de los cinco premios más importantes y longevos del fotoperiodismo mundial. Se compone de 200 imágenes que nos detendrán en el tiempo, nuestra memoria colectiva. Nos fijarán la retina en los acontecimientos más importantes y destructivos de lo que denominamos nuestra civilización. Nada civilizada, por cierto, creando un valor añadido: la mirada del profesional que la ha realizado siendo testigo visual de lo que ocurre.
Pocas disciplinas fotográficas han sufrido más los embates de fuertes olas y tormentas a lo largo del tiempo sin que hasta hoy, a pesar de los naufragios, hayan sobrevivido. Unas de las funciones del periodismo, y de la imagen, es la de poder cambiar las cosas, convertirse en vehículo de transformación social. Unas veces se consigue y otras no. Con el fotoperiodismo, el impacto de determinadas imágenes es el detonante y revulsivo más fuerte de la sociedad hacia una transformación de la realidad. La prueba reciente y más evidente fue la foto del niño sirio varado en una playa turca que dio la vuelta al mundo salpicando las portadas y conciencias de millones de personas, incluyendo las de los políticos. Sin esa imagen la reacción de la UE no habría sido la misma.
En el fotoperiodismo, y en este libro, se remueven conciencias y encogen estómagos al comprobar que nuestra memoria colectiva está llena de sinrazón, sangre y dolor innecesario. Sin embargo, hay imágenes que poseen estos valores pero también la mirada única y subjetiva del fotógrafo, la composición simple y en casos pictórica -véase la imagen de Samuel Aranda de una madre yemení abrazando a su hijo después de un ataque con gas nervioso-, elevan la imagen más allá de la pura denuncia. Es un documento conmovedor, de composición simple pero perfecta, que recuerda a La Piedad de Miguel Ángel.
Un libro para todo aquel que quiera adentrarse en nuestro mundo, muchas veces incomprendido. Una mirada necesaria.