Decenas de escuelas en Estados Unidos han tomado medidas restrictivas en el uso de celulares a sus alumnos. Los educadores se quejan de que los estudiantes ven Netflix en sus teléfonos durante la clase, envían mensajes de Snapchat, escuchan música y compran en línea: motivos de perturbación, distracción e incluso de impacto en la salud mental. Raymond Dolphin, subdirector de una escuela secundaria en Connecticut sabía de esa situación y decidió prohibir totalmente los teléfonos móviles.
Anteriormente existía una prohibición de esos equipos en horas de clase. Pero Dolphin, que se paseaba por los pasillos y las aulas observaba que los chicos violentaban la norma descaradamente. Inquieto y conocedor de los efectos de los celulares en el aprendizaje, la concentración y el rendimiento, se arriesgó y optó por la alternativa más radical. A sabiendas que una ola reactiva se podría venir en su contra.
Varios centros educativos en el país han tomado medidas similares para eliminar por completo los teléfonos celulares en lugar de depender de reglas sobre su uso. En California, Indiana, Maryland, Pensilvania y en tantos otros estados, profesores y padres buscan frenar esta desbordante situación. Pero en forma más tímida y limitada.
El experimento en la escuela secundaria Illing provocó objeciones de los estudiantes y algunos padres, pero ya ha generado resultados profundos e inesperados. Dolphin ahora se muestra más tranquilo y dispuesto a contar la experiencia. Comparó la prohibición de los teléfonos móviles con la reducción del consumo de alimentos azucarados. «En cuestión de meses, empiezas a sentirte mejor», dijo el profesor a The Washington Post.
Lo que ocurrió en la escuela refleja una lucha más amplia en curso en la educación a medida que algunos administradores recurren a medidas cada vez más drásticas para limitar el alcance de esa tecnología.
Escuela vs teléfonos móviles, una puja mundial
El dominio que los teléfonos móviles tienen sobre los adolescentes en EE UU está bien documentado. Pero los maestros dicen que los padres a menudo no son conscientes de hasta qué punto los estudiantes los usan dentro del aula. Cada vez más educadores y expertos hablan con una sola voz sobre los efectos de los celulares en el aprendizaje y de cómo manejarlo. Coinciden en que la mejor opción es prohibir los dispositivos durante las clases.
“Los estudiantes solían entender que no debían estar hablando por teléfono en clase. Esos días ya pasaron”, comentó James Granger, quien exige a los estudiantes en una escuela secundaria del área de Los Ángeles coloquen sus teléfonos móviles en “un cubículo para estos equipos” con ranuras numeradas. “La única solución que funciona es quitarle físicamente el teléfono celular al estudiante”, sentenció.
La mayoría de los colegios ya tienen reglas que regulan el uso de los móviles por parte de los estudiantes, pero se aplican esporádicamente. Un número creciente de líderes a nivel estatal y federal han comenzado a respaldar la prohibición de los teléfonos en las escuelas y a sugerir nuevas formas de frenar el acceso a los dispositivos.
La última intervención estatal se produjo en Utah, donde el gobernador republicado Spencer Cox instó a todos los distritos escolares y a la Junta de Educación estatal a retirar los teléfonos móviles de las aulas. Citó estudios que muestran que el aprendizaje mejora, las distracciones disminuyen y los estudiantes hablan entre ellos. «Sólo necesitamos un espacio durante seis o siete horas al día donde los niños no estén atados a estos dispositivos», dijo.
Señaló que su iniciativa, que no es vinculante, es parte de un impulso legislativo para proteger a los niños en Utah de los daños de las redes sociales.
Resultados positivos y cambio de logística
En los últimos años la presencia de teléfonos móviles en la escuela Illing se había vuelto abrumadora. Pero las cosas han cambiado.
Tras tomar la radical decisión, Dolphin se aseguró de su cumplimiento. Más de 800 estudiantes de secundaria, algunos bulliciosos, otros somnolientos, comenzaron a cruzar las puertas del colegio. Quienes tenían teléfonos móviles en la mano los guardaban en bolsas grises individuales hechas de caucho sintético. Cerraron el cierre magnético en la parte superior de sus bolsas, luego las colocaron en sus mochilas o las sostuvieron en alto para mostrárselas a los maestros. Las bolsas permanecerían con ellos, cerradas con llave, hasta la salida a las 2:45 p.m.
Muchos estudiantes que llegaron esa mañana dijeron que todavía estaban doloridos. “Lloré”, dijo Michael Wilson, de 14 años, cuando supo que su teléfono quedaría inaccesible durante el día escolar. Firmó una petición de último recurso publicada en la pared de la cafetería instando a la administración a reconsiderar su decisión.
Chioma Brown también estaba enojada al principio. Con el paso del tiempo, sus sentimientos cambiaron. “Puedes concentrarte más” en las clases, dijo. A veces se olvida que tengo el teléfono.
La prohibición ha requerido calmar los ánimos de los padres que temen la incomunicación con sus hijos. La escuela les recordó que hay al menos un teléfono fijo en cada aula y, en muchos casos, dos. Los maestros también tienen sus teléfonos celulares en caso de que necesiten llamar.
Los niños que dependían de sus móviles para controlar la ansiedad, podían abrir sus bolsas. Al cabo de unas semanas ya no era necesario.
En cuanto a los padres que dependían del teléfono celular para hacer cambios de último momento en las recogidas, pueden llamar a la oficina para transmitir un mensaje a un estudiante.
Salud mental en adolescentes
Los administradores de la escuela secundaria Illing dijeron que algunos de los cambios entre los estudiantes los han sorprendido favorablemente a raíz de la prohibición de los teléfonos móviles.
Desde que se masificó el uso de estos dispositivos en adolescentes y jóvenes es mucho lo que se ha escrito sobre los efectos nocivos. Se ha asociado la adicción del uso de celulares y redes sociales con la alteración no solo de la concentración, sino de la salud mental.
David Wallace-Wells escribió para The New York Times algunas cifras muy preocupantes. “Por mucho que creamos saber sobre lo corrosivo que es el tiempo frente a una pantalla para la salud mental, los datos parecen más turbios y ambiguos de lo que sugieren”, comentó.
¿Qué sabemos realmente? El suicidio ofrece la medida más concreta de angustia emocional, dice. Y las tasas entre los adolescentes estadounidenses de 15 a 19 años de hecho han aumentado durante la última década a aproximadamente 11,8 muertes por 100.000 en 2021, desde aproximadamente 7,5 muertes por 100.000 en 2009.
En 2022, la tasa había aumentado tanto como desde 2000 para el país en su conjunto. Esto sugiere una historia nacional más amplia y complicada que una centrada en las vulnerabilidades emocionales de los adolescentes en Instagram. Y entre los adolescentes de otros países ricos, esencialmente no hay señales de un patrón similar.
En EE UU las tasas de suicidio entre los hombres jóvenes siguen siendo tres veces y media más altas que entre las mujeres jóvenes, los aumentos recientes han sido mayores en términos absolutos entre los hombres jóvenes que entre las mujeres jóvenes. Y las tasas de suicidio para todos los adolescentes han ido disminuyendo gradualmente desde 2018.
Algunas cifras y reflexiones
En 2022 el suicidio disminuyó un 18% entre los estadounidenses de 10 a 14 años y un 9% entre los de 15 a 24 años. Nada de esto quiere decir que todo esté bien: que no haya ningún signo de empeoramiento de la salud mental entre los adolescentes. E que haya algo potencialmente dañino en el uso de teléfonos inteligentes y en las redes sociales.
Los teléfonos nos han cambiado y todavía nos están cambiando. ¿Pero están generando una evidente crisis de salud mental?, preguntó David Wallace-Wells, periodista e historiador.