Octavio Paz es quien mejor expresa con uno de sus certeros juicios las limitaciones de la educación: El problema de la educación es que no nos enseñan a pensar, menos aún a decir lo que pensamos. Lo dijo para México, pero vale para el subcontinente latinoamericano y la península ibérica
No hay duda de que el proceso educativo a partir de la escuela, el maestro, el saber y la infancia ha adquirido un alto grado de complejidad imposible de desagregar de forma integral en un espacio limitado.
Una educación en crisis permanente
Los problemas se han agravado. A la ausencia de reflexión crítica –para un crecimiento humano sano y espiritualmente libre–, se suma el hecho de que todo el quehacer humano es inducido electrónicamente con la revolución de las nuevas tecnologías de información y comunicación.
Dos tiempos corren en paralelo, dificultando el estudio de una situación multidimensional, nada novedosa, con la cual ya estamos acostumbrados a convivir.
Por un lado, una crisis fluctuante de épocas de auge y prestigio y periodos de decadencia del sector educativo; la fragilidad institucional, a la que se suma un estado de inestabilidad política y social, y la ausencia de un modelo económico que, definitivamente, enrumbe por el camino del desarrollo y el bienestar material y espiritual permanente.
Por el otro, la aparición de la revolución de la información y la comunicación que encuentra a quienes deberían ser los facilitadores de la orientación y manejo de las nuevas tecnologías –los educadores, los padres y facilitadores– emboscados en los callejones oscuros de la ignorancia, la mayoría, para formar y advertir de los peligros de su uso y abuso.
Así, la pedagogía e instrumentación de las nuevas tecnologías ha quedado casi que exclusivamente en manos de los neófitos, que hace tiempo sobrepasaron con creces en destreza tecnológica a quienes correspondería ejercer la orientación, control y supervisión educativa.
La educación calificada y libre siempre será la base del desarrollo y el corazón que mueva el torrente sanguíneo de una nación saludable. La nuestra, la venezolana, su orientación, en la mayoría de las etapas de nuestra vida republicana siempre ha sido abstracta y formalista, excesivamente teórica, nada práctica, diseñada para la charlatanería verbosa de nuestra herencia hispánica, desvinculada de nuestro deber ser cultural como sociedad mestiza, de nuestras necesidades económicas reales y de una estrategia de desarrollo coherente e integral.
Los enemigos de una educación de calidad
Siento que los tres enemigos más grandes de un modelo educativo eficaz y de calidad han sido el excesivo nacionalismo que, aunque útil cemento para amalgamar el sentimiento de los inicios de los nacientes Estados-Nación del siglo XIX, con el tiempo se ha vuelto uno de los impedimentos más significativos para la formulación de unos paradigmas de modernidad y actualización en sintonía con los avances que se están operando a comienzos del siglo XXI.
En segundo lugar, la falta de discusión didáctica, abierta y permanente, sobre los valores humanos que nos enaltecen, a diferencia del resto de los animales y de los otros; y en tercer lugar, la necesidad de la sustitución de la enseñanza retórica, general y vacía, marcada por un excesivo teoricismo y la memoria, que debe ser sustituida por una formación más práctica y didáctica, que dé prioridad a oficios técnicos y artesanales calificados y útiles bien renumerados. Poner en su sitio la idea de la formación para ser doctor o licenciado, porque es lo que da dinero, posición y prestigio.
A ese nacionalismo recalcitrante y ciego, que castra intelectualmente, hay que imponer un cosmopolitismo que no es otra cosa que la adopción de una mentalidad receptiva a nuevas personas, ideas, prácticas y posibilidades de conducta. Tolerar a otro y sus valores implica una disposición a aprender de los otros, a abordar sus formas de vida como fuentes posibles de orientación cultural y política frente a las formas de vida propia.
El espíritu cosmopolita contra el empobrecedor nacionalismo
Tal cual se sostiene en un espléndido ensayo titulado: Un espíritu cosmopolita, o la vida como educación: Octavio Paz y Rabindranath Tagore, escrito por David Hansen y Ana Galindo.
El cosmopolitismo no supone dar la espalda a los recursos locales y las herencias culturales. Por el contrario, el cosmopolitismo es inconcebible sin una sensación de hogar, de lugar o de pertenencia, con el fin de poder ser hospitalario a una persona, una nueva idea o una forma de vida nueva, debo tener un hogar donde recibirla… El cosmopolitismo siempre ha tenido un espíritu universalista.
Octavio Paz y Rabindranath Tagore, según los autores, viajan con un pie en sus tradiciones culturales, las cuales critican enérgicamente, precisamente porque las estiman; y el otro pie en las culturas del mundo, las cuales también critican apasionadamente debido a su respeto por ellas. Estas enriquecen la mentalidad cosmopolita mediante:
- Una noción dinámica de lo que significa ser reflexivo,
- buna sensación vivida de que las creaciones culturales en las artes y en las ciencias constituyen un patrimonio mundial compartido y no una ‘posesión´ nacional o local,
- la capacidad de trabajar con y no contra la realidad de un cambio cultural incesante, tanto a nivel local como mundial.
La reflexividad de Octavio Paz, entre muchas experiencias, tomaría cuerpo durante un episodio de la guerra civil española (1936-1939), al percatarse de la existencia de ¨los otros¨ compañeros de humanidad. Este episodio se produjo durante una visita, cuando atravesaban la línea de batalla que separaba la Universidad de Madrid:
Al llegar a un recinto que estaba protegido con sacos de arena por todos lados, el oficial que nos conducía, ordenó silencio. Del otro lado de nuevo podíamos oír voces humanas y risas, claras y distintivamente. Pregunté en voz baja: ¿quiénes son? ¨Son los otros¨, respondió el oficial. Al principio sus palabras simplemente me aturdieron; luego mi sorpresa se convirtió en un dolor inmenso. Ese fue el momento en que comprendí, y fue una lección que nunca olvidaré, que nuestros enemigos también tienen voces humanas.
En el caso de Tagore, su talante cosmopolita se pone de manifiesto en la siguiente expresión: Todos los hombres tienen la poesía en sus corazones.
Tagore insiste con este pensamiento en
la necesidad de que nuestra relación como seres humanos depende de que seamos capaces de expresar en nuestras vidas que somos seres creativos y no solo seres creados. La Justicia exige garantizar que cada ser humano tenga la ¨oportunidad y las condiciones¨ para expresar libremente la poesía que lleva en su corazón.
Una educación de valores y desprendimiento
Se impone la idea de trabajar por una educación que dé prioridad a los valores humanos. Resaltar, interiorizar y sensibilizar al estudiante sobre la trascendencia que tiene exaltar los principios que sostienen el modelo de vida democrática, como esencial para la libertad, el crecimiento personal y el desarrollo humano.
La significación del Estado de Derecho, la propiedad y el respeto a la ley. El valor del ejercicio de la ciudadanía y la importancia de cumplir con los deberes y derechos para preservar una comunidad de ciudadanos fraternos y solidarios. Una sociedad que tenga en la bondad y el respeto al prójimo su bandera y en la responsabilidad individual su virtud máxima.
Prepararse y calificar para ser mejores seres humanos de espíritu cosmopolita, que sepan diferenciar nuestra grandeza a partir del reconocimiento de los otros. Una sociedad competitiva y de mérito, pero atenta para auxiliar al débil y atender al desamparado.
Una sociedad abierta donde funcione el mercado, pero también la asistencia social solidaria y desprendida donde impere la fraternidad. Donde todos puedan y a nadie falte lo fundamental para una vida sana, desprendida y de progreso.
Los desafíos de las nuevas tecnologías
Los tres grandes desafíos de lo que los especialistas coinciden en llamar tecnologías de la información y la comunicación, podemos enumerarlos de la siguiente manera:
- La igualación de su uso por todas las clases sociales y países como instrumentos para superar diferencias de conocimiento y de condición social;
- las fortalezas y debilidades que representa su uso indiscriminado y sin regulación alguna para la juventud, especialmente en la fase de adolescencia; y
- las nuevas tecnologías y los sistemas políticos, ¿instrumentos de dominación y control permanente o de liberación social?
El mundo y las nuevas tecnologías
Dice un informe de Naciones Unidas: “Las nuevas tecnologías pueden ayudar a que nuestro mundo sea más justo, pacífico y más equitativo. Los avances digitales pueden ayudar y acelerar el logro de cada uno de los 17 objetivos de desarrollo sostenible. Desde el fin de la pobreza extrema hasta la reducción de la mortalidad infantil”.
En apenas 20 años, las tecnologías digitales han llegado a cerca del 50% del mundo en desarrollo y han transformado esas sociedades. Y aquí, viene lo preocupante y peligroso: la brecha entre países ricos y países pobres crece, y se incrementan las diferencias entre grupos sociales y de género a partir del uso de las nuevas tecnologías.
Sin embargo, quienes no están conectados siguen aislados de esta nueva era y están quedando todavía más rezagados que en el pasado. Muchas de las personas que se quedan atrás son mujeres, ancianos, personas con discapacidad, miembros de etnias, grupos indígenas, residentes en las zonas más pobres y remotas.
Las estadísticas nos dicen que el ritmo de conectividad se está ralentizando y en muchos casos, como en el de las mujeres, empeorando. El nivel mundial de conectividad es 12% menor que el de los varones y en el caso de los países del Tercer Mundo ese porcentaje tiende a ser mayor.
Las nuevas tecnologías y los jóvenes
Los efectos de las nuevas tecnologías de información y comunicación sobre los jóvenes, especialmente en los adolescentes, presentan muchas aristas. Son las más importantes:
La falta de preparación con las herramientas pedagógicas necesarias de maestros, padres y facilitadores, para orientar y persuadir sobre el uso más eficiente de las nuevas tecnologías, fundamentalmente para ponerlas al servicio de su crecimiento personal, profesional y espiritual.
La visión adultocéntrica con la que ha sido abordado el asunto por la mayoría de los investigadores y especialistas, lo que ha hecho que sus opiniones fluyan entre dos tendencias extremas: muerte o liberación de la infancia a través de las tecnologías.
En los últimos años, ese diagnóstico parcial y maniqueo que subestima la capacidad del niño como agente social e infravalora el papel de esta generación en el suministro de información y experiencia privilegiada en el uso de estos medios electrónicos, ha venido siendo superado. Ya se considera al niño y al adolescente objeto y sujeto activo, en una relación de la cual pueden extraerse experiencias fructíferas para nuevas y novedosas investigaciones.
Las democracias y los totalitarismos
Los dos enemigos más evidentes del expansionismo chino y de sus pretensiones hegemónicas, además de los herméticos rasgos de su cultura, son sin duda alguna el concepto de libertad y el idioma.
En el occidente cristiano, democrático y de libre intercambio, el ser humano –expresado en mayorías elegidas libremente– puede llegar a tener la orientación sobre el uso y el control de las tecnologías de la información y la comunicación; por el contrario, en la China capitalista-comunista, por ahora, solo los 25 miembros que conforman el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China deciden el uso, control y destino de las nuevas tecnologías.
La otra limitación es el idioma. Formado de caracteres o ideogramas, tarda más que cualquier otro idioma en aprenderse. La vocación por los idiomas está emparentada, intuyo, en los seres humanos con la búsqueda de la libertad, poco estimulada en esa sociedad cerrada y por lo tanto, con pocos atractivos para los extranjeros.
El chino mandarín tiene características que lo hacen muy complicado, como son sus caracteres, o las diferentes entonaciones que pueden tomar las mismas palabras, cuyo significado varía completamente con ellas.
El mundo y la vida están hechos con todos los elementos de los modelos de sociedades existentes; lo importante es tener presente la sabiduría del gran pedagogo y sicólogo estadounidense John Dewey: La educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma.