Gorka Landaburu
Exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos no es un acto de revancha, sino una cuestión de justicia. Se trata simple y llanamente de hacer justicia y corregir una anomalía histórica que, 43 años después, queda pendiente. Tampoco consiste en reabrir heridas, como algunos afirman, sino más bien en cerrarlas definitivamente y pasar página de una de las historias mas sombrías e indignantes de nuestro país.
La polémica absurda surgida este verano, alimentada por la derecha española y ciertos sectores ultras nostálgicos del pasado régimen, evidencia que todavía no se ha cortado del todo el cordón umbilical con el franquismo.
Una cuestión de justicia
Expresada sin tapujos, la pregunta que debemos hacernos sobre el traslado del cuerpo de Franco es: ¿tiene sentido democrático y algún valor moral mantener el sepulcro de un dictador en un mausoleo construido para exaltar y honorar su régimen? No puede existir debate ni discusión.
La respuesta es más que evidente: en ningún país democrático se permitiría homenajear y menos honrar con un mausoleo a un personaje que lideró un golpe de Estado y que ejerció durante 40 años una dictadura que causó decenas de miles de asesinatos y represaliados. Tampoco debemos de olvidar –y no olvidamos– que Franco dio la orden de fusilar a cinco personas desde el mismo lecho de su muerte.
No se entiende que cuatro décadas después de su fallecimiento, Francisco Franco sea todavía motivo de debate y disputa. Este asunto debería estar zanjado desde hace tiempo. Asistimos a un rifirrafe vergonzoso y a una contienda política cuyo único interés no radica en los restos del dictador, sino en el beneficio electoral que cada uno pretende conseguir con todo este entuerto.
Decreto ley
El Gobierno de Pedro Sánchez ha tratado este tema con urgencia, blindándose tras un decreto ley para evitar cualquier contratiempo. Esta celeridad y precipitacion es la que ha molestado a la oposición, principalmente al PP y a Ciudadanos. Pablo Casado y Albert Rivera, que no van a dar ni agua al presidente del Gobierno, sea la cuestión que sea, se han lanzado en tromba en su lucha fratricida por controlar el centro-derecha, acusando a Sánchez de poner en riesgo la transición y de mirar más al pasado que al futuro.
No vale todo en política y menos cuando se abordan temas de justicia y reparación. Casado y Rivera se equivocan totalmente en este caso. El enemigo no es Pedro Sánchez, sino los restos de un dictador que siguen manchando la historia de todo un país. A los que se preguntan por qué ahora… solo cabe una respuesta: ¿y por qué no? De todos los gobiernos surgidos tras la transición, ninguno se atrevió a enfrentarse a un problema que quedo sin resolución.
Por eso mismo esta exhumación tiene más que nunca que ser urgente y necesaria a pesar de las reticencias de la familia de Franco. Por cierto, una familia que se ha hecho cargo de toda la herencia del abuelo, pero se niega a la exhumación de sus restos mortales.
Normalidad democrática
España tiene que volver a la normalidad democrática. Debe rescatar la memoria, combatir el olvido y acrecentar la convivencia que entre todos hemos ido construyendo durante toda la transición. Es esencial que las nuevas generaciones conozcan el drama que hemos vivido.
La educación es primordial para que jamás se reproduzcan hechos similares, sin olvidar a todas las víctimas que durante muchos años, además de perder a sus seres querido, han tenido que vivir en el silencio y asumir una culpa que nunca tuvieron.
Me ofusca comprobar cómo muchas televisiones nos presentan a menudo documentales sobre los pormenores de las dos guerras mundiales y, sin embargo, ocultan o ignoran nuestra propia historia.
Asignaturas pendientes
Quedan muchas asignaturas pendientes, como la de reabrir las numerosas fosas comunes en las que los restos de más de cien mil personas no han recibido todavía la sepultura que se merecen. Le corresponde a los poderes públicos colaborar en esta tarea y cumplir, como es su deber, con la Ley de Memoria Histórica. Es intolerable que una democracia como la nuestra tenga a lo ancho y largo de nuestro país cunetas con cuerpos sin identificar.
Rescatar la memoria es el mejor antídoto para la definitiva reconciliación. Combatir el olvido es volver a la dignidad, a la integridad moral y no equivale en ningún caso a alimentar el rencor ni el espíritu revanchista como algunos pretenden.
Pasar página
A nuestra contienda fratricida, con Franco pretendiendo eliminar a media España, le siguió una represión feroz con cerca de 119.000 consejos de guerra y varias décadas de totalitarismo con ausencia total de las libertades fundamentales. La exhumación del dictador va a permitir, aunque sea solo como símbolo, pasar la página de unos acontecimientos que jamás se tuvieron que producir. También desmitificar un lugar que era un homenaje al nacionalcatolicismo y al fascismo en su más pura expresión.
Dice el historiador Antonio Rivera que «la exhumación de los restos de Franco no resolverá los profundos y urgentes problemas del país. Simplemente nos hará más presentables ante nosotros mismos y ante el mundo».
Terminemos con esta historia macabra y devolvamos la dignidad, la moralidad y la justicia, sobre todo a las víctimas. Aprender del pasado es mirar el presente y crear el futuro, porque somos la gran mayoría que sabemos convivir sin rencor
Sin revancha ni resentimiento: ¡que Francisco Franco descanse en paz, pero no en el Valle de los Caídos!
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