La Universidad de Bristol fue noticia hace unos seis años. El suicidio de varios estudiantes sacudió a familiares, comunidad estudiantil y autoridades judiciales. La situación tan lamentable y apremiante sacó a flote el estrés que dinamitaba la estabilidad emocional de los chicos. Profesores y especialistas se apresuraron a indagar el origen detonante y a revertirlo, con una cátedra sobre la felicidad que, a la vuelta de los meses, recobró parcialmente la salud mental de los estudiantes.
Bruce Hood se tomó muy en serio lo sucedido y decidió actuar. En aquel momento, la prensa británica describía la Universidad de Bristol como un entorno “tóxico”. Pero, según el profesor de psicología del desarrollo en sociedad en esa casa de estudios, era una etiqueta injusta, ya que todas las instituciones de educación superior lo estaban.
La felicidad suele asociarse con la juventud, período de vitalidad, fuente de salud, energía y posibilidades. Pero muchos jóvenes están sometidos a una constante tormenta informativa -buena y mala- por las redes sociales, a presiones sociales y económicas (moda, tendencias, status, influencias) que derivan en ansiedad, inconformidad, confusión.
Hood echó un vistazo a otras universidades y se encontró con una propuesta que llamó su atención. En Yale estaban impartiendo el curso «Psicología y buena vida» coordinado por Laurie Santos, colega y amiga.
Cuenta Hood en un artículo para el magazine Aeon que en otoño de 2018, dictó una serie de conferencias gratuitas a la hora del almuerzo, denominadas «La ciencia de la felicidad», basadas en el curso de Yale. “Más de 500 estudiantes renunciaron a su horario de almuerzo para asistir”, recuerda. “Esto fue inusual ya que, en mi experiencia, los estudiantes rara vez dedican tiempo a realizar actividades a menos que reciban créditos”.
Felicidad o la garantía de una buena salud mental
La cátedra sobre felicidad tenía a Hood, como psicólogo y divulgador científico, inquieto y entusiasta, pero los estudiantes estaban aún más expectantes. “Habría 10 conferencias y se pidió a todos que rellenaran cuestionarios de autoinforme que evaluaran diversas dimensiones de la salud mental antes y después del curso. Con la finalidad de determinar si había habido algún impacto y, de ser así, en qué medida”.
La ciencia de la felicidad claramente había despertado el interés como lo indicaba el tamaño de la audiencia en esa casa de estudios del Reino Unido. Pero todavía estaba nervioso, relata el autor de “La ciencia de la felicidad: Siete lecciones para vivir bien”.
“Esta no era mi área de especialización académica y hubo una mayor sensibilidad tras la atención de los medios sobre los recientes acontecimientos trágicos en el campus”, precisó. ¿Hablar de la felicidad en momentos en que se mostraba sensibilidad sobre la salud mental?
La respuesta final fue abrumadoramente positiva. Fue gratificante pero, como científico, quiso remitirse a las pruebas. ¿Qué dirían los cuestionarios? El análisis de las puntuaciones de antes y después reveló que hubo un aumento positivo del 10 al 15% en el bienestar mental.
“Puede que no parezca mucho”, indica Hood, “pero fue la media y un impacto significativo en el ámbito de las intervenciones. Ya no era un escéptico, ya era un converso. Dejaría de centrarme en la psicología del desarrollo, mi propia área de investigación, y me concentraría en hacer más felices a los estudiantes. Incluso una mejora del 15% o podría conducir a un grado de prevención mejor que tratar con un estudiante que ya estaba teniendo dificultades”.
A la vuelta de cinco años se han publicado artículos científicos revisados por pares sobre la evaluación del curso. Al igual que con el piloto inicial, el hallazgo consistente es que hay, en promedio, un aumento del 10 al 15% en el bienestar mental positivo durante la duración de la cátedra.
La cátedra que faltaba en las universidades
Durante el curso Hood y sus colaboradores enseñaron lecciones de psicología positiva y crearon oportunidades para que los estudiantes pongan en práctica estas lecciones. Además de brindar información sobre las actividades que te hacen más feliz.
Algunas de las intervenciones psicológicas que se ha demostrado que funcionan para mejorar nuestro bienestar son:
- La conexión social
- La atención plena
- Las cartas de gratitud
- Los actos de bondad
- Salir a caminar en la naturaleza
- La higiene del sueño
- Limitar el uso de las redes sociales
Uno de los mecanismos que se enseña en el curso es la adaptación hedónica: nos acostumbramos tanto a las cosas buenas como a las malas.
Dado que los seres humanos tienen un cerebro ‘cableado’ para prestar atención extra a los problemas, no sorprende que el impulso inicial de bienestar que se creó en el curso desapareciera a medida que los estudiantes volvían a centrarse en los problemas cotidianos de la vida.
La cátedra de la felicidad no cuenta con examen final. Sin embargo, para muchos estudiantes, asistir puntualmente a más del 80% de las clases y tutorías, completar entradas en el diario semanalmente y presentar un proyecto final en grupo resultó ser más desafiante de lo previsto.
Alrededor del 5% de los estudiantes no logran cumplir con los requisitos del curso cada año y tienen que completar una evaluación adicional en el verano. Crear hábitos positivos consistentes en medio de todas las otras demandas de la vida no es una solicitud trivial.
El curso de la felicidad es extraordinariamente popular. Cada año se registran aumentos de alrededor del 10-15% en las medidas del bienestar mental de los estudiantes al final del curso, en comparación con un grupo de control en lista de espera.
Otras recomendaciones
Otras actividades recomendadas en el curso de felicidad que calibran el nivel de autoenfoque también atenúan la actividad de DMN. Entendiéndolo como el circuito de autorrepresentación del cerebro o red de modo predeterminado. Por ejemplo, la meditación de atención plena aboga por no intentar suprimir los pensamientos espontáneos, sino centrar deliberadamente la atención en sensaciones corporales o sonidos externos, escribe Hood en Aeon.
De esta manera, el foco de atención se desvía del diálogo interno que uno mantiene consigo mismo. Es durante esos estados que los estudios de imágenes cerebrales revelan que varias intervenciones solitarias que se recomiendan en el curso, como la meditación o dar un paseo por el campo, se asocian con una menor actividad de DMN y, en consecuencia, una rumiación menos negativa. Esta es la razón por la que lograr la absorción o inmersión total durante estados óptimos de flujo saca la conciencia y la atención de la preocupación egocéntrica.
Para lograr estados de fluidez, sugiere que los estudiantes participen en actividades que requieran un desafío que supere su nivel de habilidad hasta el punto de que estén a la altura de la tarea. Pero no se sientan abrumados por ella. Cuando los individuos alcanzan estados de flujo, su sentido de sí mismos y, de hecho, el tiempo mismo, parecen evaporarse.