El amor es un dulce elixir que seduce, embriaga y obsesiona, y el despecho un dolor que la evocación atiza. Estoy bajo la impresión de que vivimos tiempos donde, como tendencia, el desamor se impone y los lazos que solían unir por amor hoy se han vuelto tan frágiles como una telaraña.
La exaltación exacerbada del individualismo, las múltiples facilidades de comunicación ofrecidas por las nuevas tecnologías y el desplazamiento a cualquier lugar del mundo con o sin el beneplácito de los países anfitriones, han provocado cambios de mentalidad y, en consecuencia, variaciones radicales de muchos conceptos y hábitos que tradicionalmente, a través del tiempo se habían impuesto como regulaciones a los comportamientos ciudadanos en el pasado.
En el caso del arte, siento que estamos en presencia de metamorfosis que aún no se ven, pero que en un momento se empezarán a percibir. Gracias a las nuevas tecnologías se están concibiendo obras que resultan de la mixtura de algunas de las artes que traerán nuevas expresiones creativas de gran valor.
La anunciación de lo nuevo
Tiempos ya definidos por artistas como Franz Marc, que alguna vez afirmó: la música y la pintura son lo mismo, usted solo tiene que tener el órgano para la detección de las mismas y, tal cual dijera Juan Miró, trato de aplicar colores como las palabras dan forma a los poemas, como las notas dan forma a la música.
He visto en mi vida un número indefinido de videos musicales que son verdaderas joyas, pero fundamentalmente por las interpretaciones de cantantes de sobrada calidad, clásica, como los de Sarah Brightman, cuyas coreografías resultan deslumbrantes.
He disfrutado miles de versiones de bandas de rock y solistas de voces maravillosas, gran parte en vivo y otros muchos en espacios cerrados, pero la presentación de Rod Stewart en el Royal Albert Hall en Londres en 2004, donde generosamente invitó a cantar a Amy Belle, una muy bella y carismática escocesa de 23 años a quien conoció dos días antes en una estación del metro de Londres, para mi gusto se convertirá en una de las primeras pinturas móviles de la era tecnológica.
Un verdadero espectáculo inolvidable
Lo primero que debo mencionar es la toma inicial que lleva al escenario. Se hace desde un ángulo que tiene dos pilares dorados que rematan en dos capiteles; esto permite tener una visión panorámica del interior del anfiteatro, tanto del público como de todos los actores del show. Resalta la sombra azul de luces que envuelve a los asistentes hasta llegar al escenario donde están los dos intérpretes y el resto de componentes del glamoroso espectáculo que se abre al mundo.
Todo es majestuoso y modesto en ese video que dura 4 minutos 52 segundos, en el que se conjugan desde el inicio, con los primeros románticos acordes de la guitarra, una interpretación a dúo de «I Don’t Want to Talk About It». La canción escrita por Danny Whitten en 1971 –perteneciente a la banda Crazy Horse y fallecido prematuramente a los 30–, llevada a la cima de la popularidad cuando la hizo suya Stewart en 1975.
La nueva pintura tecnológica
En adelante, la introducción de la sola dulce guitarra servirá para que Rod Stewart –con su clásico look, el rubio cabello flechado, un chaleco amarillo ideal para la ocasión, un pantalón negro y una corbata de rayas horizontales amarilla y gris– interprete con su distinguida voz rasposa de tenor y la sensibilidad que lo caracteriza, la primera estrofa de I Don’t Want to Talk About It:
Puedo decir por tus ojos
que probablemente
has estado llorando por siempre
y las estrellas en el cielo
no significan nada para ti
son un espejo
He pensado, después de tanto escucharlos, que los descendientes de los anglosajones, ingleses y estadounidenses cantan su despecho con la solemnidad con la que nosotros sufrimos escuchando con lágrimas el bolero o la balada. Tenemos formas tan diferentes de expresar nuestros malestares del alma, que ello agrega un rasgo más en las diferencias muy marcadas entre las dos culturas.
Nace una estrella
Le toca el turno, entonces, a una joven y bella mujer de distinguido porte que completa el dúo; tiene una sonrisa magnética, el cabello negro, algo corto, unos labios rojos pintados en una boca sugerente de muñeca rica, una nariz perfilada, y unos ojos azules fascinantes que desbordan inocencia y ternura.
Viste una pequeña chaquetilla negra que resalta sus atributos femeninos y un jean también negro que encaja perfecto a sus medidas. Luce un collar de perlas de seis vueltas sobre un esbelto cuello de princesa sacada de cuentos de hadas y una voz tan embelesadora que seduce al alma:
No quiero hablar de eso
de cómo rompiste mi corazón
Si me quedo aquí solo un poquito más de tiempo…
Si me quedo aquí ¿no escucharás mi corazón? …
Mi corazón, oh, mi corazón…
Mientras ella canta se ha integrado el bajo y ligeramente la batería, e imperceptiblemente un coro que casi susurra se deja oír para deleite de todos. Cuando ella termina de vocalizar la parte de la canción que le toca, el público ya ha conectado empáticamente con la nueva estrella.
Vuelve el anfitrión Stewart
Y Stewart, volverá a recitar otra melancólica estrofa:
Si me quedo completamente solo ¿esconderán los colores las sombras de mi corazón?
azul, por las lágrimas
negros por los temores de la noche
las estrellas en el cielo no significan nada para ti
son un espejo…
Ella, Amy Belle, ya más segura y dueña del escenario insiste:
No quiero hablar de eso
de cómo rompiste mi corazón
si me quedo aquí un poco más de tiempo…
si me quedo aquí ¿no escucharás mi corazón?
Mi corazón… oh, mi corazón, este viejo corazón…
Ahora la pintura comienza a tomar cuerpo con la incorporación progresiva de todos los instrumentos de la orquesta y la clase de Stewart, quien, en un gesto de coquetería varonil, tiempla su corbata hacia adelante.
La pintura va agregando estética
El cuadro crece estéticamente con la integración de múltiples elementos: el director, abiertos sus brazos convoca a la orquesta toda para que sirva de fondo a un solo de saxo que, de manera magistral, tocará una hermosa mujer alta y rubia, Katja Rieckerman, tan sugestiva y desafiante que nos hará imaginar la efigie de una diosa moderna que viene a custodiar a la princesa y que logra despertar por igual el eros de hombres y mujeres.
El coro de solistas de ébano, en vestidos ajustados de espalda y cintura, que es donde más lucen, se hace notar y finalmente un silencio, al bajar la orquesta de tono, que pone al público de pie y logra que se incorpore con sus voces al pequeño cuadro móvil entonado a coro la melodía, mientras Amy se recuesta tiernamente sobre el hombro de Stewart para dar pie a la parte final de la canción.
Todo parece bien encadenado y ajustado por el buen gusto en esta inolvidable presentación. La originalidad en esta innovadora pintura tiene múltiples actores y varios creadores, por lo que todavía no encuentro a quién otorgar su autoría; si al maestro Rod Stewart, a Amy Belle, al director musical, o al productor. Resulta complicado. Lo importante es que contiene elementos estéticos suficientes para ser considerada una innovadora obra de arte de la era tecnológica.
La bondadosa solidaridad de Stewart
La parte más humana de este encuentro tiene que ver con la iniciativa de Stewart, que muestra su desprendimiento y bondad para dar oportunidad a principiantes, como se la dieron a él en 1964, cuando, tocando la armónica –en la estación de trenes de Twickenham–, fue descubierto por Long John Baldry, el vocalista de la banda All Star, quien lo invitó a tocar con ellos. Lo bautizaría Rod The Mod, en alusión a la subcultura juvenil surgida en Londres a finales de los cincuenta.
Este video tiene 520 millones de visualizaciones hasta 2023, que pienso son muchas para un video de calidad que reclama ciertas exigencias estéticas del público; lo digo en comparación con el que más tiene, Despacito con Luis Fonsi y Dady Yankee, mucho más fácil de digerir por lo cálido y popularmente zalamero, especialmente para el mundo de habla hispana, que tiene 8.000 millones de visualizaciones.
Esta pintura móvil es, de todos los videos de Stewart, el más visualizado. En esta industria, la más voraz e inescrupulosa en el mercado de la música. No imagino cómo serán los arreglos de los beneficios obtenidos por cada producción musical, pero siento que deben ser muy ventajosos para la empresa que los reproduce en las redes y muy exiguos para los creadores.
Virgilio puede guiar a Dante, pero depende de él escribir la Divina Comedia
Lo triste de esta historia es que una de las protagonistas del rotundo éxito de esta original pintura, tres años después, parece haber vivido un cuento de hadas; ha tenido que volver a la calle a realizar presentaciones ocasionales en bares y otros sitios nocturnos, porque, en sus propias palabras como declaró en 2007, hay que pagar las cuentas.
El artista, decía Kandinsky, es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana. Amy Belle fue la tecla de esa obra, pero su obra duró solo esa noche. Aunque, como decía el gran Leonardo da Vinci, la belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte.
Ella, Amy Belle, con su fino canto y su integral belleza logró cumplir la sentencia del gran maestro italiano.