Ramón Vilaró
Los destinos de proximidad prevalecerán este verano tras el impacto de dos años de covid. De ahí que la vecina Francia, donde el turismo español ocupa la tercera plaza, renueve sus propuestas, en especial en la región atlántica de Nouvelle-Aquitaine, con una variada oferta que puede satisfacer al viajero más exigente.
Además de vuelos directos a Burdeos, el corazón de la región, y una excelente red ferroviaria, el desplazamiento en automóvil permite entrar, por ejemplo, desde el País Vasco francés, en el sur, e ir cubriendo más de 700 kilómetros de costa o ir adentrándose hacia el interior de las estribaciones pirinaicas, hasta los valles del Garona, o la Dordogne, pasando por los bosques de las Landas-Armagnac.
Tras cruzar por Irún, los pueblos de Hendaya, San Juan de Luz –donde el monarca Luis XIV se casó con la infanta española María Teresa de Austria–, Bayona, o Biarritz acogen al viajero con sus playas, hoteles y restaurantes. Y, para los deportistas, playas de oleaje desafiante donde los amantes del surf tienen su paraíso, en especial en Biarritz, que ofrece, también, un gran acuario –le Musée de la Mer– donde descubrir especies del mundo marino que habitan el océano Atlántico, incluido el tiburón martillo o las tortugas gigantes.
Y, para evocar aventuras marinas y otras, nada mejor que alojarse en el hotel Littéraire Jules Verne, el autor, entre otras obras, de Veinte mil leguas de viaje submarino, cuyo ejemplar, u otros, el cliente podrá encontrar en la mesilla de noche del lujoso hotel restaurado para leerlo frente al mar o llevárselo en su equipaje.
Camino de Burdeos es recomendable visitar el Parque Natural Regional de las Landas de Gascuña, cuya riqueza en pinos marítimos es una de las más importantes de Europa. Pero, las Landas es, sobre todo, un paraíso gastronómico para los amantes del foie-gras, bien regado con un buen vino de Sauternes y rematado con unos postres y degustación de Armagnac para paladares exquisitos, cuyas bodegas pueden visitarse en esta zona.
Ya en Burdeos, la capital de Nouvelle-Aquitaine, sigue la fiesta para seguidores del dios Bachus, con visitas a bodegas en las afamadas zonas Grands Crus Classés, desde 1855, que abarcan los viñedos de Saint-Estèphe, Pauillac, Saint-Julien, Margaux, Haut-Médoc, Sauternes y Barsac. Una tradición vinícola de altos vuelos
concentrada en la propia ciudad de Burdeos, con su fantástico Museo del Vino, donde recorrer la historia y la tradición del vino –y no solo en Francia– incluida en la entrada una degustación de su casi un centenar de vinos, españoles entre otros. El emblemático edificio curvado de esta Cité du Vin, que evoca el movimiento del vino en una copa, ofrece este verano una exposición temporal sobre la obra de Pablo Picasso, dedicada al estallido de las formas colocando, por primera vez, el mundo del vino y los destilados en la obra del pintor.
Un paseo por Burdeos, desde el centro hasta la orilla del Garona, ofrece la singular esplanada con el suelo refrescante con sus chorros de agua. Agua, esta vez marina, que puede disfrutarse en la bahía de Arcachón, a una hora en automóvil desde Burdeos, con grandes dunas y extensas playas de arena fina. Bordeadas de rutas para el paseo y el ciclo turismo. Desde el faro de Cap Ferret, puede contemplarse la gran bahía y la duna de Pilat, la más alta de Europa, superando los cien metros. Y, alrededor de la isla de los Pájaros, el mar acoge sus cabañas ostrícolas levantadas sobre pilotes y criaderos de las elitistas ostras de Arcachón.
Continuando hacia el norte de Nouvelle-Aquitaine se encuentran los viñedos de la ciudad de Cognac, con las destilerías del majestuoso alcohol de renombre mundial. La casa Rémy-Martin, fundada en 1724, que reciben a visitantes y explican para la elaboración de su coñac Fine Champagne –nombre de la zona de los viñedos– y degustación incluida. Y de Cognac a Angulema, famosa por sus fábricas de papel y, en la actualidad, por su Ciudad del Cómic y la Imagen, un museo con una de las principales colecciones europeas del mundo del cómic, incluido su festival internacional.
A no olvidar una etapa en la La Rochelle, quizás una de las más bellas ciudades marítimas de la costa atlántica, con sus famosas torres portuarias medievales de la Châine y Saint-Nicolas, que dan acceso al viejo puerto y al casco antiguo.
Continuando la ruta que bordea la región en su vertiente norte se llega a la histórica urbe de Poitiers, con su palacio de los Duques de Aquitania, la imponente catedral de Saint Pierre y sus calles peatonales, que albergan la iglesia románica de Notre-Dame la Grande de Potiers. En gastronomía, no hay que perderse la degustación de su tarta de queso o el pastel de verduras, denominado farci poitevin. En contraste con la historia viajamos al futuro, con el cercano parque temático Futuroscope, con exhibiciones y atracciones capaces de hacer las delicias de pequeños y mayores. Una visita imprescindible, sobre todo en un viaje familiar.
EL DIAMANTE NEGRO DE LA GASTRONOMÍA
Evocando la historia y la artesanía hay que seguir camino a la comarca de la Haute Vienne. En escenarios que recuerdan la Guerra de los Cien Años o la ruta del rey Ricardo Corazón de León, incluido el castillo de Châlus-Chabrol, donde murió en un combate. Y, al llegar a la ciudad de Limoges, sus tiendas de porcelana captan al viajero por su belleza junto al Museo Nacional de la Porcelana. Para los más atrevidos, hay talleres para iniciarse en el arte de la cerámica. En cuanto a gastronomía, en los bosques de esa zona del Périgord-Lemosin se hallan bien escondidas las famosas trufas negras que hacen las delicias de su exquisita gastronomía.
En Lascaux, localizada en el valle del Dordoña, sorprende la cueva de arte rupestre con imágenes de centenares de figuras de animales que nos remiten a 20.000 años de historia, cuyo descubrimiento, en 1940, supuso un hito en materia de arte prehistórico y es Patrimonio Mundial de la UNESCO. Más hacia el sur, se entra en el valle del Lot y del Garona, donde es posible disfrutar navegando en su río o pasear en bicicleta, con una oferta de hospedaje que va desde castillos cinco estrellas hasta casitas de campo perdidas en medio de la naturaleza.
Y, para no olvidar, una etapa en Sarlat, ciudad medieval asentada entre el río y sus peñascos, que le otorgan el sello de ser uno de los pueblos más bonitos de Francia. Aquí se celebra cada año la Fiesta de la Trufa, considerada como el ‘diamante negro’ de la gastronomía, sin olvidar sus foie-gras de oca o pato, típico de esa afamada región del Périgord Noir, calificada como la tierra de los sabores.
Viajar por Nouvelle-Aquitaine abre un sinfín de experiencias con su extensa oferta para todos los gustos, sobre todo en época estival. Bon voyage.